Este cristiano se siente violado

29 de Julio de 2024
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El primer pensamiento se fue hacia la cada vez menos distopía Sumisión de Michel Houellebecq. París, otro ataque a nuestro corazón, a nuestra fe cristiana. El segundo, hacia la falta de respeto a la libertad religiosa. No, no fue una escena fea. Constituyó una violación en toda la regla. Al menos, yo me siento violado. En mi conciencia, que es intrínsecamente mía, una condición íntima que ha sido ultrajada.

Más alla de que los mierdas (me voy a permitir alguna procacidad en esta columna) de organizadores de los Juegos Olímpicos hayan calificado de error la inmundicia contra una de las escenas que más nos definen a los católicos, La Última Cena, han sepultado con su imbecilidad el espíritu olímpico. Se han esforzado poco (valor que impulsaba el Barón de Coubertain) y han sucumbido a la facilidad chabacana obviando otra convicción del propio Pierre: que la intención de los Juegos es hacer gozar a los demás por encima de nosotros. A mí, la cita de París me parece manchada por la indigencia ética más que por la estupidez manifiesta de esa banda de majaderos cobardes, que se ceban con la cristiandad porque no tienen cojones de hacerlo con otras religiones (que tampoco lo deseo).

Los cristianos somos, sobre todo en Occidente y particularmente en España, lo suficientemente acomplejados como para no reaccionar ante las agresiones, ante los atentados a nuestra sensibilidad y nuestra verdad. Tenemos muchos pastores, demasiados, tristes (hasta el papa asegura que esta es el más feo de sus defectos) e incapaces de velar por su rebaño, junto a otros que son maravillosamente firmes en la tarea de intentar que las ovejas no nos salgamos del redil. Nos rodea el materialismo al que nos entregamos por encima de nuestro espíritu estudiado y reflexionado. Cuando reflexionamos, nos sentimos indefensos, como ahora.

Es esta condición de creyentes acomodaticios y practicantes laxos la que va a evitar que nuestra reacción sea diferente a la que suscitaría semejante desafuero en otras confesiones. No somos muy de manifestarnos los católicos, que preferimos resbalar cualquier profanación de nuestros símbolos y dejar impoluto el mobiliario urbano. Por algo nuestra cultura es la que inspira las democracias y el Estado de Derecho. Y, sin embargo, al menos debemos traer al primer plano de nuestro confort la honradez intelectual de admitir que han violado en sentido estricto nuestra fe, nuestras creencias y, por tanto, nuestra integridad. Así que yo, particularmente, me cisco en los putos organizadores sinvergüenzas y descerebrados que ahora se perpetúan en el cargo bajo subterfugios (lo de decir que se inspira en otro cuadro es un insulto a nuestra inteligencia) tras perpetrar un estupro metafórico a nuestra intimidad.

Y una última consideración: el colectivo LGTBI, que se lo haga mirar si no es capaz de condenar a los memos que participaron activamente, con mayor o menos consciencia, en tal insulto. No se puede pedir respeto invadiendo a los demás con insultos. Tendría que ser el primero en condenar esta barbarie.

P.D.: Para quienes quieran cogérsela con papel de fumar por el uso del término violación, vayan a la RAE para entender la exactitud de su aplicación. Que un poco de esfuerzo no viene mal.

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