Un fantasma en la batalla

Ha cambiado el color del escenario, pero nos podíamos haber ahorrado 850 muertos situando hace 40 años a las Aizpurua de turno en su poltrona de hoy

26 de Octubre de 2025
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El Peine del Viento en San Sebastián. Un fantasma en la batalla
El Peine del Viento en San Sebastián. Un fantasma en la batalla

Mi amigo ha sido un anfitrión extraordinario. Nos ha dirigido unos días de estancia en San Sebastián. Respetado en la capital donostiarra por su calidad profesional y humana, su versatilidad es consecuencia de su inteligencia y su amor a la libertad, que no empece para arraigar valores profundos, humanos y cristianos. Amigo vía familiar de Gregorio Ordóñez -del que fui complemento como delegado de Deportes en la Universidad de Navarra-, admira espacios de reflexión como el Chillida Leku, el museo del escultor que fue azotado por la intransigencia abertzale, ídolo devenido en barro para los amantes de la barbarie.

El manifiesto de Chillida con otros intelectuales, "Aún estamos a tiempo", nunca perderá vigencia. Le costó un intento de atentado precisamente hace veinticinco años, el 16 de septiembre, cuando ETA quiso reventar la inauguración por los Reyes de un espacio increíble en el que confluyen la fortaleza férrea de las esculturas pletóricas de simbolismo humanísito y las formas exuberantes de la madre natura. El hombre y la naturaleza. Es un contrasentido que escenarios concebidos para la paz espiritual y la armonía no sean capaces de detener instintos violentos, pero la estupidez contradice de esta forma la esencia del homo sapiens.

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En ese par de jornadas intensas chillidianas con visita ineludible y feliz al Peine del Viento, mientras algunos entregan toda la contemplación de la belleza a hacerse selfies para, de esa forma, sustituir la visión larga y directa por la pequeña televisión de los móviles y de paso perder el sentido íntegro de la naturaleza, sentía el sonido de las olas golpeando la roca con los ojos cerrados y el piano de Ludovico Einaudi en su Nuvole Bianche. Siete minutos de riqueza interior, de introspección para revelar la verdad del ser humano en la inabarcable inmensidad natural. Equilibrio y paz.

En la realidad poliédrica, estos instantes, como una visita a esa preciosidad que es Guetaria, se combinan con otros paradójicos que revelan la diversidad, las tensiones que obstaculizan y hasta vulneran la convivencia. Por convicciones propias, convertimos nuestra voluntad de rendir un tributo a Gregorio Ordóñez acudiendo al lugar donde Txapote, Lasarte y Zapata le asesinaron, entonces y hoy solaz para quienes disfrutan en la calle 31 de Agosto: la Cepa. Como si nada hubiera sucedido, ahí nos concentrábamos decenas de clientes que, en un alto porcentaje, es probable que no supieran ni quién fue ese mártir de la democracia llamado a erigirse en alcalde de su ciudad, motivo más que suficiente para ser vilmente ejecutado precisamente mientras comía.

Y, sin embargo, de aquel 23 de enero de 1995 a este 25 de octubre de 2025, treinta años y diez meses después, han cambiado bastante menos las circunstancias de lo que la conveniencia del confort intelectual convierte en un pensamiento único: que la abatida, a fecha de hoy, es ETA y que no hay rastro de aquel terrorismo. Un policía nacional secreto nos sacó de tal error cuando nos felicitó con un "olé" por la cinta de la medida del Pilar de la bandera de España, una rara avis en San Sebastián que concluye con un "cuídense". El reconocimiento de un cierto valor reconforta, la alusión a la rareza de portar la enseña nacional en la ciudad no tranquiliza. Y, entonces, produce cierta pena esa anormalidad democrática y de la libertad.

Ese mismo día, ya de descanso, escuchaba a Merche Aizpurúa, señaladora de víctimas con Egin y Gara -órganos de divulgación y propaganda terrorista-, un alegato contra los "matones ultras" y "las cacerías". Ya de vuelta a Huesca, he visto la recomendable película Un fantasma en la batalla de Agustín Díaz Yanes, el alter ego de La Infiltrada con protagonista guardia civil en lugar de policía. La recreación de los asesinatos de Gregorio Ordóñez y de Miguel Ángel Blanco, el secuestro de Ortega Lara, las operaciones en Francia...

Y, en un ejercicio de abstracción, pienso que ha cambiado el color del escenario (ya sin sangre, que no es poco), que nos podíamos haber ahorrado 850 muertos situando hace cuarenta años a las Aizpurua de turno en su poltrona privilegiada de hoy aun contraviniendo la dignidad del Estado de Derecho y que, pese a todo, el veneno de la serpiente no ha desaparecido. Un contrasentido y una injusticia hacia España y hacia el País Vasco. La atmósfera de San Sebastián, espléndida, no merece sino la mejor compañía de todo su paisanaje.

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