Filibusterismo municipal

30 de Noviembre de 2023
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Ha venido a resultar que a estas horas, 20:22 de este 30 de noviembre, el número de visualizaciones del pleno del Ayuntamiento de Huesca de esta madrugada -para un periodista, las 8:30 alcanza esa consideración- en Youtube es la tercera parte que el de la sesión del mes de octubre. Aclaro que ha comenzado a esa hora temprana y ha concluido cuando el mediodía ya invitaba al vermú. Tres horas y 51 minutos, 231 minutos, no alcanza los niveles de filibusterismo de Catón el Joven cuando procuró hacer oposición a Julio César durante un día entero. Ni siquiera los de esos jóvenes parlamentarios estadounidenses aficionados a esta práctica. O los de Cicerón en sus catilinarias, imprecaciones tales a su rival para el consulato que acabó con toda resistencia, sea por su calidad, sea por su insistencia.

Pero sí, ha tenido su punto de pesadez. Ha sido una sesión plúmbea y si yo tuviera que aconsejar a sus señorías, que obviamente me falta toda la legitimidad en política y quizás algo menos en materia de comunicación -más sabe el zorro por viejo...-, les recomendaría que abreviasen. Cinco minutos del proponente, dos de respuesta de cada partido, más otros tres de final para el proponente, habida cuenta que se ha incorporado otro grupo más, vienen a ser dieciséis minutos más la votación, ésta acompañada esta mañana por problemas técnicos, y más la explicación del secretario. Esto es, perfectamente entre vísteme y que tengo prisa, unos veinte. Si lo multiplicamos por la cantidad de mociones formuladas -algunas avenidas por curiosidad similar a la del descubrimiento del sexo de los ángeles-, esto auspicia una duración inabordable para la capacidad de concentración de un ser común y para el interés por la política del individuo ciudadano. Esto es, por este camino, plenarios como el de hoy son la perfecta fórmula para abandonar todo apego a la res pública.

Ya no voy a entrar en las hipérboles y las sobreactuaciones, que las ha habido para todos los gustos, o en la calidad oratoria -que, sinceramente, no me ha parecido despreciable y en algunos casos incluso ha sostenido una altura aceptable-, pero sí en la traslación de esa medición empresarial de la tasa de conversión, esto es, el porcentaje de compra del producto -en este caso del mensaje- por parte de la ciudadanía. Y, claro, en una ciudad de 53.000 censados, 239 curiosos "youtuberos", habida cuenta de que muchos hemos sido espectadores por obligación y otros cuantos por afinidad ideológica, no parece demasiado halagüeño. Así que, amigas y amigos concejales, consideren que el filibusterismo no es demasiado bueno para los intereses generales y que en un pleno no se gana por apabullamiento, sino por la combinación entre razón y emoción que mueva los hilos de la curiosidad del contribuyente. Menos lobos y más caperucita.

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