Fraga, de 1992 a 2025, la necesidad de afrontar la realidad sin escapatorias

La sucesión de reyertas recuerda aquella infausta noche de consecuencias terribles incluso para el propio nombre de la ciudad

09 de Julio de 2025
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Uno de los agresores en Fraga
Uno de los agresores en Fraga

La hemeroteca ofrece oportunidades extraordinarias para aprender en tiempos presentes las lecciones de la historia. La sucesión de reyertas en Fraga, que se ha saldado con doce detenidos y tres ingresos en prisión, no se puede despachar con una huída de las responsabilidades en su recto proceder, que no es otro que reconocer los recursos y las competencias de cada uno, sin intentar utilizar a la Guardia Civil de manera abyecta cuando nadie ha dudado de su profesionalidad ni de su actitud.

Por una circunstancia, conocí la situación revuelta en determinadas zonas de Fraga un día antes de la nota oficial de la Benemérita. Hay que escuchar a los ciudadanos porque los despachos son malos lugares para la detección de la sensibilidad social, que no está para veleidades políticas. Ya habían mostrado algunos de los afectados su malestar y la resolución no pudo llegar sino por la Guardia Civil y la Policía Local. El problema sociológico, que es más profundo, no se puede despachar con una atribución a la dificultad de convivencia local, como si Fraga fuera un islote en España y en su contexto. Eso sí, en primer lugar conviene dejar claro que los delitos los cometen los delincuentes y ellos son los culpables, pero las administraciones han de asumir su rol y obrar en consecuencia.

En la flaca memoria de los tiempos, olvidamos aquellos nefandos acontecimientos de Fraga en los que unos sucesos obviamente racistas (así fueron condenados doce jóvenes con dos años de cárcel) no podían ocultar el sustrato de lo que en la ciudad se cocía en unas condiciones infinitamente peores a las de estos tiempos en los que ha habido conciencia institucional para mejorar la situación de los temporeros. Una noche de cuchillos largos con apaleamiento de seis ciudadanos magrebíes concluyó con un desgarro extraordinario en Fraga, una corriente de odio y de miedo que tiñó de tristeza la sociedad. Le precedía el incremento de robos y agresiones real y la injusta atribución del prejuicio que concluye en violencia. Racismo y xenofobia enrabietado por una sensación de inacción. Un caldo de cultivo terrible.

En aquellas circunstancias, dimitió el alcalde de la ciudad, Francisco Beltrán Odri, una de las mejores personas que he conocido nunca en la política municipal. Con él, todo su equipo de gobierno. Paco explicó que no se sentía responsable de lo sucedido, él, pobre alcalde de pueblo. Dejó el cargo abrumado "por el peso de la soledad y la falta de apoyo por parte del Gobierno Civil de Huesca", entonces titulado por Vicente Valero i Costa. "El Gobierno Civil es el responsable de todo lo que ha pasado porque yo estuve varias veces allí y les decía que la situación era muy grave, que buscaran soluciones y las soluciones que han buscado consistían en hacer redadas, a los dos días los soltaban y..."

Francisco Beltrán vio truncada su vocación municipalista diez años después de tener la vara de mando que utilizó siempre con sutileza, bonhomía y esa inteligencia emocional suya en tiempos que no se utilizaba ese término. Se fue incomprendido por el pueblo (tener a decenas de jóvenes en los juzgados provocó un cisma social horroroso), amenazado por llamadas telefónicas terribles", inquieto por un ambiente "que parecía la Guerra Civil". Insistió en que "el Gobierno no quiere tener malas relaciones con los países magrebíes y esto impide que se pueda llevar una política sana. Yo soy partidario de los derechos humanos, pero también era partidario de aplicar la Ley de Extranjería". La imagen de la ciudad, por otro lado, había quedado dañada de manera gravísima.

Antes de que la realidad se vaya de la mano, hay que bajar la temperatura con acción, determinación, serenidad y fijando el tiro. Con reconocimiento del problema, con la elevación más allá de una cuestión exclusivamente local y con aplicación de políticas y recursos que no pueden ser dejados exclusivamente en manos de un ayuntamiento. El espíritu de Francisco Beltrán Odri tendría que ilustrarnos e iluminarnos frente a la simplificación de los problemas, que pueden parecer un escape pero al final se convierte en encerrona sin escapatoria. Sentido común. Como el gran Paco.

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