Grañén y tantos "grañenes" desamparados

La expresión de entrar por una puerta y salir por otra cobra sentido y realidad con la desesperación de los grañenenses

29 de Enero de 2024
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Javier García Antón: Grañén y tantos "grañenes" desamparados
Javier García Antón: Grañén y tantos "grañenes" desamparados

Me crié escuchando la expresión: entran por una puerta y salen por la otra. Y se añadía un interrogante: ¿para qué van a detener los guardias y las policías a los criminales si tienen una práctica impunidad? Nada había más paralizante, en aquel cuartel de la Avenida de Galicia de Pamplona, que conocer los casos de etarras de medio pelo y proetarras de alta intensidad que eran acompañados a la calle por los ujieres de la Audiencia entre la sonrisa de mofa y befa de los egresados con apenas algunas medidas disuasorias o de vigilancia.

El vértigo se apoderó este sábado de mí cuando recibí la nota de la Guardia Civil informando de la detención de esa amenaza a la integridad de las víctimas y a la concordia de todo Grañén que se hace llamar incluso en pintadas Chuvi. Traté la noticia alborozado pero el júbilo quedó en agua de cerrajas cuando, inmediatamente, un vecino me indicó que ya había salido a la calle. No sé si es leyenda o indignación, pero me especificaron incluso que retornó triunfal en taxi, del que se apeó con gesto que mezclaba insolencia, desaire y victoria. Aquí estoy porque he venido: enteraos, vuelve el hombre. El comunicado de la Benemérita había llegado tarde, muy tarde, tanto que su detención ya no tenía efecto práctico.

Una corriente de indignación me recorrió el cuerpo. No sólo es legítima, sino obligada por la empatía con esas mujeres que han sufrido un acoso real y cuyo alivio en agosto por la orden de alejamiento e incomunicación devino en un cóctel de miedos, enfados e incomprensión por la tenacidad con la que el individuo ha seguido merodeando sus vidas, sus haciendas, sus familias y su integridad. Y también con ese alcalde, Carlos, que legítimamente argumenta que las leyes de protección de la violencia de género no rigen para el medio rural. Y que esgrime su enojo por la ausencia real de efectivos de la Guardia Civil radicados en un pueblo con un censo que merecería la sensación confortable de sentirse protegidos. En otros tiempos, ahora somos seres apáticos, cuando desaparecía un cuartel de la Guardia Civil los vecinos salían a las calles para intentar revertir -la mayor parte de las veces en vano- la clausura y, por tanto, la ausencia de los agentes del cuerpo más admirado del mundo. Llevado al discurso imperante y tramposo de la España Vaciada (esa cuña que sirve de negocio para los medios oficiales y otros beneficiarios), otra carencia terrible de un servicio que también influye en la subsistencia de los pueblos.

Me pongo en la piel de las víctimas asediadas con el tipo éste cuya sensación de invencibilidad le induce, con certeza, a acentuar su presencia en bares y comercios, en la calle, en las carreteras y los muros en los que pone el nombre de las mujeres que tuvieron el valor -quizás ahora con cierto arrepentimiento porque ya les sale caro su coraje cívico- de denunciarlo, escuchando las recomendaciones vacuas desde unas tribunas de oradores. A Grañén tendrían que venir, a darles explicaciones, a pasar una noche en sus casas, y una mañana y una tarde, junto a las acorraladas, la ministra y su cohorte de asesoras y asesores que esgrimen el feminismo como una pose, una declaración cuyos efectos prácticos son limitados. Y yo acudiría a recoger al ministro del Interior para que Grañén, y tantos "grañenes" en España, le explicara la diferencia entre pasear tranquilamente con un ejército de escoltas y acostarse sabiendo que el Cuartel de la Guardia Civil no tiene ni una sóla pareja que genere una mínima impresión de tranquilidad. Y ya, de paso, preguntaría a todo el Parlamento si, en vez de pensar en la amnistía para Puigdemont y todos esos -presuntos- delincuentes-, no podrían comenzar por establecer mecanismos contra la impunidad de tantos "chuvis" que pululan okupando casas, granjas y poblaciones en las que pintan de fealdad. Y trasladarlos a los juzgados para que sus señorías, con herramientas contundentes, se lo piensen antes de sacar a las fieras a acosar a seres inocentes.

Aseguraba Sófocles que un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo. A Grañén, paradoja de las miserias del sistema, le han abandonado y quizás, sólo quizás, alguien en Grañén esté pensando en organizar una manifestación no ya solo para condenar el desafuero de dejar campar a sus anchas a un personaje despreciablemente violento, sino para reclamar al Estado que cumpla con su obligación, esa que pagamos todos, de protegerle activamente y con presencia de la Guardia Civil en el cuartel que, de lo contrario, pierde su sentido. Pero no seré yo quien la convoque, tan sólo me limito a apoyarme en Quevedo para proclamar que no vive el que no vive seguro. No dejemos morir a "los grañenes".

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