El guardia civil tiene razón

No hay objetividad porque la entierran en cal viva las administraciones con treinta monedas de plata

13 de Agosto de 2022
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Sostiene mi mujer que me pongo nervioso cuando me para la Guardia Civil. Es probable y no lo entiendo. No sólo soy hijo del Cuerpo, sino que además siempre he mantenido que las personas probas no han de temer nunca a las fuerzas de seguridad en un Estado de Derecho. Pero es probable que, en mi anhelo de entregar rápidamente la documentación, suelte algún nervio. No es, de verdad, inquietud. Hoy, me han parado poco más allá de las diez en un control de alcoholemia en la rotonda anterior a Eboca. Estaba preparado con la bolsa de la boquilla el agente. Me ha preguntado si había bebido en las últimas cuatro horas. Le he contestado que ni en las últimas cuatro ni en las últimas veinte. Palabrita del Niño Jesús. No sé por qué -nunca busco la influencia a pesar de ser hijo del gran capitán Escribano-, pero me ha dado por añadir que trabajé ayer. Me ha inquirido sobre mi profesión. Periodista. Y no ha visto motivo de sospecha. Ha hecho bien en no malgastar el material de la comprobación de alcohol. Todo eso que nos hemos ahorrado los contribuyentes. En todo caso, me ha hecho una pregunta: "¿Es periodista de los que dicen la verdad?" Procuro. Su réplica: No hay medios de comunicación objetivos. La mía: algunos lo pretendemos. Partido de ping pong. Él: no hay periódicos libres. Antes de arrancar, reconozco: Tiene usted razón, pero todavía tenemos tiempo de arreglarlo, en eldiariodehuesca.com empeñamos todo nuestro denuedo. Buenos días, buenos días.

Expongo esta pequeña anécdota de esta matinal. Enseñaba Ryszard Kapuscinski que, en el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, tenéis también la explicación de por qué ha sucedido; en el mal periodismo, en cambio, encontramos sólo la descripción, sin ninguna conexión o referencia al contexto histórico. En tiempos de copia-pega (huimos como del demonio), no existe tal práctica que enmarca a los buenos periodistas, a los que, además de ser buenos seres humanos, apuestan por la pericia y por los sacrificios que reclama crear una obra niquelada.

Los individuos somos de reaccionar tarde. Ahora mismo, 21:00 horas justamente, me gustaría reencontrarme con el guardia civil. Y admitir que sí, que salvo la generalización que no es oportuna ni justa, hay poquísima libertad en los medios de comunicación. Que no tenía razón Napoleón cuando espetaba que la policía inventa más que lo que descubre (bueno, si acaso en la Oikos algún indicio en este sentido sí hay). Que el uniformado ha dicho una certidumbre como un templo. Que no hay objetividad porque la entierran en cal viva las administraciones con treinta monedas de plata, que además no sirven para nada. Que no he hecho bien en ponerme en prevengan, porque el corporativismo me parece la actitud más deleznable por cuanto apresa la honradez intelectual para recubrirla de conveniencia y sacarla a la luz de forma que no la conoce ni la madre que la parió. Y que este no es el camino, sino el de la reflexión. ¿Por qué nos ven así? ¿Por qué nos pavoneamos? ¿Por qué los hay que insisten en el deplorable intercambio de cromos? ¿Por qué firman convenios para informar, que es una de las mayores barbaridades deontológicas que he conocido? ¿Por qué vamos a peor? ¿Por qué son indignas las condiciones laborales de mileuristas a los que se entregan responsabilidades de jefes de sección (no es nuestro caso, desde luego? Y, si nos presentamos en congresos periodísticos para denunciar las miserias de la profesión, ¿por qué perdemos la dignidad ante perfiles profesionales ajenos al periodismo que no tienen escrúpulo alguno con tal de conseguir la "pastuqui"? Nos lo merecemos todo. Incluso que todos nos paren y nos imprequen. ¡Ay, mísero, ay infelice!, apurar cielos pretendo, ya que me tratáis así, ¿qué delitos cometí contra vosotros naciendo?

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