Guardias civiles perseguían a etarras en 4 Latas

12 de Marzo de 2023
Guardar

Era mayo de 1980 y mi padre partía con el coronel Javier González de Lara hacia Goizueta. Era un servicio recurrente en aquellos años: ETA había asesinado a dos guardias civiles. El máximo mando de la Comandancia de la Guardia Civil confiaba en el conocimiento de las carreteras del capitán García Escribano. Luego, efectivamente, detenidos los asesinos, se constató que les habían preparado una trampa que no surtió efecto por una suerte de rodeo que maquinó mi progenitor. Era más listo que su hijo, tenía mejor orientación.

Aquella noche, me preguntaba como tantas otras veces cómo era posible que el Estado les enviara al matadero con aquellos coches. Eran los 4 Latas, unos Renault sufridos de nada menos que 30 caballos, para perseguir a unos etarras que usaban vehículos muchísimo más sofisticados. La televisión nos hacía admirar aquellos Mustang que conducía Steve McQueen en Bullit, por ejemplo, que destrozaba inmisericordemente en los saltos acrobáticos de las calles de San Francisco. Con uno de esos Mustang, pensaba yo, se podría comprar la mitad del Parque Móvil de la Guardia Civil.

Un guardia civil con el 4 Latas. Foto Guardia Civil
Un guardia civil con el 4 Latas

Nadie reparaba en estos detalles. Pasarían unos cuantos años -bastantes- hasta que los guardias dispusieron de automóviles que superaran las prestaciones del troncomóvil de Pedro Picapiedra y Pablo Mármol. Aquellos coches eran terriblemente austeros, heladores en invierno y saunas en verano como los cuarteles donde las familias soportaban, Todo por la Patria, unas condiciones extremas. Ninguna profesión, ninguna, ha tenido que aguantar unas servidumbres tan inhumanas. Ni su entorno. Las ciudades se dividían entre quienes nos miraban con conmiseración no declarada, quienes nos lanzaban improperios a través de sus gestos por su amor filoterrorista, los ignorantes que nos veían como descendientes de todas las maldades del franquismo y quienes, eso sí, había algunos, se solidarizaban. Este mini relato puede sonar a aventuras del abuelo cebolleta, pero es que cada uno puede elegir el grado de infamia que más le convenga.

Los que somos parte del Cuerpo -algunos sin las agallas para haber vestido el uniforme-, o al menos algunos, sostenemos que la llegada a las direcciones generales de la Benemérita fue una mala noticia. El pionero, Luis Roldán, nos dio la razón. La postrera, la actual de cuyo nombre no me acuerdo -¡ah, sí, María Gámez, creo, ya me perdonarán y me corregirán!- pasa con más pena (bastante) que gloria (ninguna), lo cual es quizás la mejor noticia. Supongo que, con la actual trama en la que están involucrados un puñado de mandos de la Guardia Civil, no tendrá responsabilidad "in vigilando". Ni tampoco creo que Grande Marlaska, conocido su amor paterno-filial hacia el uniforme verde tan constatado como el cariño de Joan Laporta al Real Madrid, pongamos un ejemplo gráfico.

Pero sabemos también que las ovejas negras y los garbanzos negros de la familia se depuran dentro de la familia, no como el Padrino, sino como la constatación de que el honor es la principal divisa de la Guardia Civil. Las hemerotecas muestran fotos de agentes que han detenido a agentes por haber mancillado los valores de la Cartilla y, con ellos, su compromiso con la España que son los ciudadanos.

El que ahora llaman "Caso cuarteles" provoca no sólo la exigencia de responsabilidades, legítima, incluso el enojo de todo ciudadano de bien... siempre que se demuestren los cargos. Hay un cierto punto de impostura en algunos, en el fondo alegres porque la Guardia Civil es una de las reglas de medir la ética del país, y eso no lo soportan, abstraídos como están en sus estúpidos prejuicios. Pero quienes padecen unas condiciones deleznables en las Casas Cuartel son quienes tienen la mayor legitimidad para demandar que se haga justicia porque cada euro que se haya detraído de las obras para enriquecimiento ilegal de alguien es un desperfecto en una pared, el viento que se cuela por la ventana o cualquier anomalía en las condiciones dignas de vida para quienes no tienen otro objetivo que servir.

Sí sería bueno que, en un examen de conciencia, todos nos preguntáramos si somos capaces de denunciar las corrupciones que hay, por ejemplo y empiezo por mi caso, en el mundo periodístico (conozco unos cuantos, y no digamos en sus relaciones con las instituciones que nos cuestaa a todos una pasta), en el político de nuestro partido, en el corporativo de nuestra profesión o, más peliagudo, en nuestro entorno familiar y de amistades. Y, si podemos abstraer hasta dar con la respuesta, exijamos con dureza. De lo contrario, apliquen la presunción de inocencia. Hasta que la vara de la justicia golpee sin piedad a los delincuentes... si lo fueren. Y les digo que, hasta entonces, y para evitar las generalizaciones, recuerden a aquellos guardias civiles que perseguían los bólidos de etarras -cuando aún no habían sido laureados con el atributo de "hombres de paz"- en aquellos probos e ineptos 4 Latas.

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante