Huesca, ¡desperta ferro!

29 de Noviembre de 2022
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"Yo tuve que abandonar mi ciudad como el 80 % de los universitarios. Volver, con pena pero de visita". Mi amigo Alberto Ibor retorna a Huesca cuando sus obligaciones profesionales, en las que puede presumir de una prometedora trayectoria, se lo permiten. Esta vez, su tuit se ha llenado de amargura: "Sigan, sigan... Sigan sin unirse, sin ver que llenaremos las harineras de viviendas para mayores que ya no volverán a sus pueblos y mandaremos fuera a nuestros jóvenes para que difícilmente puedan volver. Cambiar Huesca, ¿para qué! ¡Si Huesqueta ya es perfecta!" El sarcasmo es idóneo como fórmula expresiva. Pero, para entenderlo, hace falta tener los ojos y los oídos abiertos. Y abrir la tajadera, levantar la venda y arrancarse las orejeras.

Agradezco infinitamente a Alberto su consideración: "Me encantaría que uno de los últimos valientes, Javier García Antón (de fuera vendrán y te defenderán) compare los puestos de trabajo actuales y los de los 80-90 de una ciudad decadente y que desangra a su juventud día a día... Sin levantar la voz, se ponga de alcalde cualquiera".

Me ha venido de perlas el informe estadístico de ABC, que constituye una oportunidad para leer nuestra incapacidad. Recuerdo que, en mi anterior trabajo, una conspicua dirigente provincial llamó para pedir mi destitución al imperio de la Y por escribir un editorial que proclamaba la incompetencia de Huesca como capital de la provincia (no era la última ni la primera vez). Hoy, cuatro años después (también entonces estaba la susodicha atacada y con los pelos de punta por la proximidad de la renovación de sillones), lo proclamo con mayúsculas: INCOMPETENCIA. Y lo puedo repetir diez veces, como cuando nos obligaban a salir a la pizarra a purgar las tachas de nuestra conducta. Pero es mejor, para responder a la curiosidad, argumentarlo en una comparativa con aquella época. No en vano, lo refresqué hace pocas semanas al remembrar el final de Meyba y sus casi 400 trabajadoras. Y hoy lo he refrendado con ese 38 % de oscenses en la diáspora y el 23 % de profesionales atraídos por Huesca. Déficits que desnudan.

En la Huesca de hoy, el prócer pregona, y los pregoneros repiten, la "evidente capacidad de atracción y la competitividad" de la ciudad al presentar por segunda vez una empresa... ¡de 25 trabajadores! Compañía, por cierto, que ha venido de la mano de un empresario que no es de la corte, sino más bien de los atizados por su criterio libre. En la de los 80, abundaban las que frisaban o superaban los 400 empleos. Eso sí, en aquellos turbulentos tiempos de la Transición, el dogmatismo que creíamos insuperable -hoy está aderezado directamente de imbecilidad ideologizada-, el vulgo definía como caciques a los Albajar, Luna, Porta... Ciudadanos que habían de escuchar el despectivo epíteto mientras abonaban mes tras mes trescientas o cuatrocientas nóminas de trabajadores que se las ganaban bien. Añádanles las de los propietarios de Humsa, Mildred, Oscapablo, Meyba, Eurotrón (Sanyo). En el umbral entre décadas, la capital perdía más de dos mil empleos en el Metal, casi medio millar en el textil y la Huesca oficial y oficialista silbaba exactamente igual que una vaca cuando ve pasar el tren. Y los pocos críticos, al final, desesperados por la falta de reacción y el aburguesamiento generalizado, sucumbían a la desesperanza: "Aún nos pasa poco para lo que merecemos". Por aquellos "caciques" suspiro, al constatar los de hoy inoperantes y aferrados a sus zonas de confort que son el cedazo de un porvenir esperanzador.

No es serio. "No es esto, no es esto", que diría Ortega y Gasset. No es seria la alabanza mutua entre los que se sientan en las ruedas de prensa, encantados de una ciudad y parte de un territorio envejecidos. No es admisible la subyugación institucional a las organizaciones económicas, sociales, culturales y hasta deportivas. No tiene recibo negarse a ver la realidad, una bifurcación entre la provincia próspera (Monzón, Binéfar, Fraga) y la languideciente entre absurdos conformismos. Suscita enojo entre los librepensadores toda comparecencia pública en la que se alude al maravilloso equilibrio socioeconómico de la ciudad, que ha pasado de ser industrial a repartirse entre la terciarización de los servicios y el dominio del sector de los pensionistas. De tener varias industrias de más de trescientos puestos de trabajo cada una a la inexistencia de alguna productiva que se aproxime al centenar. Todo va bien, todo va bien. Que se lo pregunten a Alberto. Y a ese 45 % de jóvenes al que, sardónicamente, se le reclama consumo responsable cuando roza el mileurismo, pero por la parte de abajo. Que inquieran a todos los estudiantes que son conscientes de que su matrícula es un pasaporte sin más dirección que la ida, porque a Huesca volverán para San Lorenzo, para Navidad y para funerales. Les reciben no pocos acomodaticios que hurgan en la herida les dicen: "No sé para qué te has ido, si aquí se vive tan bien". Los mismos que, ante alguna "amenaza" de implantación agroindustrial, replican: ¿Para qué? Si aquí se vive tan bien. Y no les falta razón. En todo el mundo, vive bien... quien vive bien.

No es seria la carencia de reflexión y la persecución, por tierra, mar y aire, de la crítica. Si esto sucede, la sociedad está enferma. Decía Antonio Angulo que los de fuera desnudábamos los defectos de los oscenses y hacíamos tirar esta sociedad hacia delante. Sucede en cualquier comunidad, provincia o ciudad. Es la experiencia externa y es la percepción, que puede ser equivocada, pero normalmente es bien intencionada. Esta Huesca entre la hibernación y la criogenización necesita un repaso importante. Y, si no, que quienes públicamente sostienen que es increíble, sorprendente, asombrosa, fascinante, lo hagan mirando a los ojos de los ciudadanos. Si no la pueden sostener, que se apeen. Como dice Alberto, sean rosas, sean gaviotas, sean comunistas o voxeros. "Los que dejaron poco a poco morir la ciudad, unos llenando sus bolsillos y otros conformándose". Quizás, por qué no, aquí necesitamos el retorno de los almogávares al grito de "aur, aur, ¡desperta ferro!".

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