Indignaos, aplaudid, criticad, pero no renunciéis a vuestro derecho a opinar

Cada vez que nos callamos, perdemos una oportunidad, y nos empobrecemos

25 de Agosto de 2022
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Es paradójico. Con todos los ataques que sufrió el hombre que dibujó los paisajes a través de los pucheros, jamás renunció al derecho de su palabra. Josep Pla, escritor, ingenio español con esa pizca elegante de cinismo de los buenos catalanes, sostenía que era mucho más difícil describir que opinar. Infinitamente más. Y, "en vista de lo cual, todo el mundo opina".

Pla falleció en 1981. Vivió una época tremebunda, e hizo amigos de todas las clases y colores. Fue referente e inspiración. Y, después de la característica época de tontuna en la que no pocos quisieron atribuirle toda clase de latrocinios contra la humanidad, su talento emergió fuera de toda duda. Cuando él partió hacia otros predios, efectivamente, todo el mundo opinaba. Nos ufanábamos de haber conquistado la libertad de expresión, que se llevaba a extremos incluso inconvenientes, porque todavía habíamos de educarnos en esa barrera en la que invadimos el respetable territorio de dignidad de los demás. Éramos potros un tanto desbocados...

Hemos evolucionado. El potro ha crecido y se ha convertido en un cabestro. Lo explican muy bien pensadores como Byul Chun Han, como José Carlos Ruiz, como Bauman. Lo expone certeramente el coronel Baños en El Dominio Mental. Hay caminos encauzados por alambradas electrificadas para que nadie salga de ellos. Nadie puede discrepar en sanidad, porque se le acusa de atentar contra la salud pública. Nadie puede disentir en seguridad, so pena de ser increpado por traidor que arriesga la integridad de todos. Nadie de acción social, porque los embrutecidos adláteres de los gobernantes de cualesquiera ámbitos surgen tras las espaldas del jefe (o la jefa) cargados de porras y otros adminículos violentos (no imprescindiblemente materiales) para poner orden. Hay mucho lameculos, sobran los miedos y se idolatra a esa diosa que empequeñece las sociedades que es la conveniencia. Allí donde domina, las comunidades no entienden la utilidad de lo inútil, no conciben la trascendencia de la cultura y de las humanidades. No aprecian el valor de la libertad.

Hoy me ha despertado un agricultor (lo es, aunque en su IAE ponga empresario). Se había levantado a las cinco para ver la evolución del fuego junto a la ermita de Arraro. Fija la visión en el puntal que descuella para indicar la ubicación, con otros compañeros han remembrado aquellos años en los que las instituciones locales protegían los caminos, hoy reventados por la mezcla letal de vegetación y erosión. Para ellos, el campo y la naturaleza son como el bar para los urbanitas. El ágora en el que debatir, en el que criticar que ahora dirigen los presupuestos a festivales, a fútbol, a pan y a circo. Y culminan con la sentencia: todos iguales.

Me gustaría que lo plasmaran en un papel, porque hoy los agricultores manejan mejor internet que algunos presuntos tecnólogos, y decidieran publicarlo. Sí, para esto ha nacido EL DIARIO DE HUESCA. Para soltar amarras, para desatar la lengua, para inflar los pulmones y gritar que la libertad no se negocia. Ni se silencia. Que hay que abrir nuevas vías, ya que las viejas están obturadas por la miseria de las treinta monedas de plata que arruinaron el alma de Judas, para desbrozar las sendas de los derechos humanos. Sin silencios más allá de los que nos dicta la conciencia. Por eso me parece oxigenante tomar café con un doctor librepensador. Y por eso me ha emocionado sinceramente que doce ciudadanos de la Jacetania me acompañen en esta Tribuna de nuestro diario, de su diario, del de todos, para manifestar sin tapujos su preocupación por la sanidad en la comarca. Que perfectamente pudiera dar pábulo a que quienes la ven sinceramente maravillosa la defendieran.

Cada vez que nos callamos, perdemos una oportunidad. Y nos empobrecemos. Mucho más de lo que nos parece. Mucho más que esta pérdida de poder adquisitivo. Que este calor a 27 grados. Que el frío que presumiblemente nos afectará más en invierno. Que la capitidisminución del Estado de Bienestar y su alteración hacia un estado de malestar, y ahí ya discutiremos serena o acaloradamente si la culpa es de Putin, de Zelenski, De Biden, de Xi Jinping, de Sánchez o de Ayuso, por poner seis nombres en boga. Pero, cuando reprimimos nuestra ansia de expresarnos, estamos acogotando nuestro propio ser. Y estamos abriendo las puertas a quienes albergan intenciones nada recomendables. Así que indignaos, aplaudid, criticad o regocijáos, pero jamás renunciéis a vuestro derecho sagrado a opinar. Con las botas puestas.

 

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