Por la boca muere el pez y en la explicación te delatas. Cuando alguien ha de buscar la grandilocuencia para expresar lo sencillo, significa que ni es sencillo ni necesariamente digno de grandes formulaciones. Escuchar a Marta Rivera de la Cruz, persona culta, escritora, y consejera del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, sostener que Isabel II se trata de la última expresión del siglo XX que nos ha dejado es, cuando menos, arriesgado (eufemismo modo on). Se me ocurren muchos personajes merecedores de esa consideración y vivitos y coleando. Leer a la propia Ayuso aventurar que la monarca ha sido "una mujer icónica del siglo XX, que supo reinventarse al tiempo que le imprimía su sello personal" es, simplemente, gratuito. Es lo que tiene dejarse llevar por los sentimentalismos y no reposar las medidas, porque probablemente esperando un día más no hubieran decretado tres días de luto para la comunidad, simplemente porque es fútil e incluso abstruso, esto es, superficial y de difícil comprensión. La tontería es tres veces más pequeña, aunque no deja de serlo, en la administración de Moreno Bonilla, más morigerado en el histrionismo: sólo una jornada luctuosa.
La determinación empática de los dos líderes regionales del PP es graciable. No así, por ejemplo, en San Fulgencio, donde la colonia británica supera a la población española. O en Benidorm, que ha colocado un magno lazo violeta en señal de sentimiento, y bien contento estaría el mítico e idolatrado alcalde Pedro Zaragoza Orts del don de la oportunidad de su sucesor Toni Pérez, un señor largo rato listo. El interés de esas ciudades merece la exteriorización.
Sinceramente, se me hace difícil creer que la reina difunta necesite plañideras. Bastante tiene con todo el pueblo británico... que la quiere. Otra parte supongo que no. Sólo los países bananeros son unánimes. Y bastante tiene con su hijo Carlos, que ha de volver como un calcetín el principio de Paretto. Su madre ha tenido 70 años para conseguir el cariño de los ingleses y a Carlos III (nombre de brandy, por cierto) se le aplica la fórmula de la Primitiva: el complementario. Como circula por los wasap de un analista en televisión, la primera verdad apodíctica sobre el reinado del que ha dejado de ser príncipe anciano es que va a ser más breve que el de su predecesora. En apenas un par o tres décadas, tiene el reto de igualar lo de su mamá en 70. En Aragón, el aforismo correspondiente es: "Vistos los cojones, macho".
El de las plañideras ha sido incluso un oficio a lo largo de la antigüedad. Desde las "yerit" del antiguo Egipto vestidas de azul, pasando por las reflejadas en Las Coéforas de Esquilo o las "praeficas" romanas, de riguroso negro, todas llorosas profesionales, con las manos arriba. Asegura la investigación histórica que, en México, tan hiperbólicas como han sido sus costumbres, se relevaban hasta exprimir los lacrimales durante ochenta días. Las "lamentatrices" fueron denostadas en la Edad Media por considerar el cristianismo inquisitorial que la muerte era el preámbulo de la resurrección y del gozo, y consecuentemente el llanto era contrario al ánimo que había de secundar al enterramiento. Hasta mediados del siglo XX, las plañideras eran utilizadas en España para honrar a los difuntos de los caciques y de los burgueses, ayunos de amistades reales en muchos casos, previo pago que aliviaba las penas de la cotidianeidad.
Puestos a sondear una convicción profunda de doña Isabel (Díaz Ayuso), quizás haya pensado como el profeta Jeremías cuando quiso conciliar a Yaveh con el pueblo hebreo enviando mujeres que, inmisericordemente, lloraron jornadas y jornadas para expiar los pecados y reconciliar al divino con la plebe que había sucumbido a la tentación fatal. Y, con esos tres días, y con la intermediación con Liz Truss (a la que ya empiezan a comparar con la Thatcher), las relaciones diplomáticas entre el Reino Unido y Europa se reconduzcan para convertir el Brexit en Brexin (Brexin Castillos, buena marca para juegos didácticos). Una forma fabulosa de la presidenta Isabel para competir con el presidente Pedro. Que por lágrimas y ensoñaciones no quede. A llorar, que es depurativo.