Leer como factor de competitividad de un país

03 de Septiembre de 2023
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En una cena que compartíamos con Ramón Justes y Paco Pascau, me asombró la naturalidad con la que Lorenzo Silva me aseguraba que en cada vuelo se llevaba seis libros y que era capaz de compaginar las lecturas alternativamente. Estaba acostumbrado a ir de uno en uno. Nosotros, que nos marcamos retos para cualquier cuestión, para ir más deprisa, para llegar a los diez mil pasos, para adelantar a un coche en autovía, para acumular más bienes... somos incapaces de desafiarnos a nosotros mismos en nuestra capacidad de "consumir" libros. Los buscamos facilitos y en reata, primero uno y luego otro. Incluso que no nos provoquen zozobra, que no nos saquen de nuestra zona de confort. Bien es cierto que yo tengo algunos soportes como mi amigo Alfredo Lachos, que me pide que no desplome el nivel terminológico. Me gusta decir que, si no conoces una palabra, una herramienta infalible también asoma a nuestro teléfono móvil: se llama rae.es y se mueve con una notable agilidad. No acudir al Diccionario de la Real Academia es desperdiciar la ocasión de cumplir con el refranero: a la cama no te irás sin saber una cosa más.

Estos últimos cinco días vacacionales los he aprovechado para, entre otras cuestiones, tomar tres libros. Uno, el de RRelatos HHumanos cayó en poco más de dos días. Entonces fue el turno de La Princesa de Cléves, la primera novela histórica de la literatura francesa como es tildada, de Madame de La Fayette. Pese a no resultar sencilla, en ella voy avanzando por la curiosidad por la depravada corte francesa de hace cinco siglos, llena de infidelidades, deslealtades y un aprecio por los cánones de la belleza física exorbitante. Tenía una cita pendiente con José Antonio Marina y este sábado mismo, combinando aquella narrativa y este ensayo, me he adentrado con la prometedora Biografía de la Inhumanidad. Un recorrido por los anales históricos para intentar buscar explicación de los avances abortados por las atrocidades bélicas, los genocidios, las hambrunas provocadas y las violaciones sistemáticas.

Nunca problemas sencillos se resuelven con soluciones simples, sino complejas. En España, tenemos uno muy gordo que prácticamente nadie, en la historia de nuestra cuarentona democracia, ha querido encarar. Es el de la comprensión lectora que, si trasladáramos a criterios exclusivamente economicistas, reduce nuestra competitividad económica y social. Gregorio Luri, excelente pedagogo, responde este domingo a una entrevista de Josefina G. Stegmann en ABC y el titular es impactante: "Me sulfura la mediocridad satisfecha de los docentes". Su enojo obedece al reciente informe PIRLS que desvela que los alumnos de 10 años retroceden siete puntos en comprensión lectora en apenas siete años, por debajo de todas las medias internacionales. Sólo Asturias está en un nivel alto y avanzado. El resto está escribiendo, con estas carencias, el relato de un fracaso escolar seis años después del estudio.

Sin comprension lectora, sin consciencia en la escuela en su globalidad (administración, docentes y padres) de que es un déficit terrible, mucho más allá que los debates sobre régimen de jornada horaria y otras zarandajas de orden laboral y estudiantil, estamos expuestos a una dana irremediable y destructiva que es la "mediocridad satisfecha", como explica el autor de "El arte de leer". Las reformas pretendidamente educativas, manifiestamente incompetentes, han llenado el escenario de expresiones vacuas como las escuelas para una ciudadanía crítica o los centros creativos, abandonando algo tan fundamental como es la adquisición de los instrumentos de los oficios. Como complemento a la estupenda entrevista, me viene a la cabeza la definición de Marina cuando alude a la cultura no como un recurso sino como una herramienta para avanzar.

El "buenismo", agrega Luri, oculta los problemas reales de la escuela, entre los que se encuentra una desafección lectora que acaba reduciendo drásticamente los registros y los vocablos disponibles por un ciudadano. Podemos tomarnos como una chanza, como una superficialidad, la queja sobre el lenguaje sincopado en móviles, o sobre la limitación a escasos segundos de la concentración ante una pantalla o sobre la idiotez en las redes de la que tenemos muestras cada día y que es aprovechada por ingenieros sociales sin escrúpulos al servicio de intereses abyectos. Pero. con ese desdén, en realidad estamos abocando a la sociedad a una brecha prácticamente incontrolable, y al individuo a una miseria intelectiva que restringirá drásticamente todas sus posibilidades, todo su ser. Comunidades de dos velocidades, desigualdades sobrevenidas con las que resultará misión imposible abrazar igualdades repetidas como loros. Y ahí tenemos la responsabilidad todos, pero brillantemente Luri apunta a la escuela. ¿Por qué? "Porque es noble. A un bocadillo de mortadela le pides poco, a la paella más. El día que dejemos de pedirle a la escuela dejaremos de creer en su nobleza". Suscribo a pies juntillas, con intención crítica, hasta la última comilla.

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