La libertad de prensa atacada por pseudopolíticos

04 de Mayo de 2024
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Ya ha pasado el 3 de mayo, el Día Mundial de la Libertad de Prensa, esa fecha que sirve para proclamar los sacrificios que los periodistas son capaces de asumir para ofrecer a los ciudadanos un bien tan sagrado como es la información para la formación, si puede ser con un punto de entretenimiento (cada cual tiene sus aptitudes), pero con una finalidad fundamental: servir a la sociedad y a cada uno de los ciudadanos a través de la aportación de conocimiento.

En uno de los recorridos por los medios de comunicación y las redes (aprovecho la noche para identificar a los señores X), constato que la expresión predilecta en la campaña catalana y en el argumentario gubernamental es "pseudomedios digitales". Una calificación goebbelsiana con pretensión de metamorfosear la libertad de prensa en persecución al discrepante. Es tan grave la acusación que, en realidad, a través del mensajero se quiere aniquilar el propio concepto de la diversidad.

A pesar del vértigo con el que evoluciona la era digital que ya está metida hasta los tuétanos de nuestra realidad, existe un cierto analfabetismo funcional en el manejo de los conceptos de contenido y de forma. De hecho, en los primeros tiempos de esta nueva y tardía tesitura periodística que disfruto como nunca, ante la flagrante injusticia de los planes de medios institucionales, tenía que repetir a quienes aviesamente nos discriminaban: "Que somos un diario, digital pero un diario". Y añadía: "Nuestras decenas de miles de lectores -ya entonces se apreciaba una multiplicación geométrica que no ha parado- son tan contribuyentes como los de prensa, radio y televisión". Este es un dato a tener en cuenta para quienes elaboran esos listados de contratación a cambio de prestaciones como la promoción de un territorio o los servicios a la ciudadanía.

Esta semana he tenido el honor de pronunciar un curso en la Universidad de la Experiencia en Binéfar. Y ciertamente el análisis de las audiencias no deja ningún resquicio a la duda sobre la evolución de los periodistas y, sobre todo, de los lectores, oyentes o espectadores, que son el objetivo de la prensa entendida en su concepto holístico de medios de comunicación. Tan ciudadanos y tan sujetos de derecho son los 13,8 millones de usuarios únicos de El Español como los casi once de ABC y La Vanguardia en su versión digital o los diez de 20 Minutos, de El Confidencial o del Huffington Post. Todos ellos pagan sus impuestos y son susceptibles por tanto de recibir los servicios del Estado en su más amplia acepción. No son ni más ni menos que las audiencias de periódicos, radios o televisiones y como tal habrían de ser considerados. Uno igual a otro.

El propio Pedro Sánchez, en su Manual de Resistencia, expresaba su opinión sobre los nuevos medios: “Había muy buen periodismo escrito —y muy libre— en los medios digitales: al fin y al cabo, están hechos por profesionales que han padecido ERE traumáticos, o bien periodistas de gran experiencia que han buscado mayor libertad para ejercer su profesión y la han encontrado en esos medios. La diferencia entre el papel y lo digital es enorme y la libertad en la red se respiraba. Por supuesto, me refiero a medios digitales donde se hace periodismo de verdad, no bulos ni fake news ni periodismo basura".

Obviamente, en esto el presidente ha cambiado de opinión. Esos mismos periodistas son los que ahora mismo, con su pericia por el conocimiento del oficio, están investigando con deontología cuanto acaece en el conjunto de la sociedad y en los entornos del Gobierno. Como es su obligación, como es nuestra misión en este mundo, no otra. Es cierto, los medios cuyo soporte es digital están alimentados ahora mismo por los mejores periodistas de este país, y no hay más que ver las firmas y los artículos, frente a los medios convencionales abrasados por la carencia de recursos y, consecuentemente, de calidad, encadenados a los presupuestos públicos y de sus adláteres para mal vivir.

Lo que ha variado, más allá de la percepción del presidente y con ella de los supervivientes de su partido entregados a la verdad única, es el acompañamiento del sufijo. En la realidad, lo que hay es "pseudopolíticos". Si tú, querido lector, miras las acepciones del término "político", constatarás que es un verdadero ejercicio de fe considerar que los actuales ejercientes en el tablero progubernamental cumplen con su función. No hay como valorar las intervenciones de ese auténtico "señor X" (por la red social) que no se preocupa de las averías continuas del AVE Huesca-Madrid ni del Regional Zaragoza-Grañén-Lérida-Barcelona, pero sí de insultar a un presidente de gobierno extranjero elegido democráticamente poir sus ciudadanos. O los permanentes desprecios a los periodistas desde todas las terminales de los paniaguados que siguen al líder con un fanatismo propio de quien quiere agarrarse a ese catálogo de vicios caros de por vida.

El periodismo, superada la era Gutenberg en el soporte, incluso la era Marconi o la era Baird, está más vivo que nunca y depende exclusivamente de un ciudadano libre, reflexivo y crítico, capaz de exigir que le traten como un receptor con madurez, que los periodistas le aportemos los elementos de juicio para que componga su opinión y renunciemos a darle la opinión ya masticada como desean los grandes propagandistas que en el mundo y en España son. No, esos a los que han puesto (y nos han puesto) en la diana no son (somos) pseudomedios ni pseudoperiodistas. Tan sólo firmantes de un manual de resistencia frente a los ataques de pseudopolíticos sin escrúpulos ni vocación de contribuir a la sociedad. Y aquí, en realidad, nos estamos jugando las libertades, los derechos y el respeto a nuestra integridad como seres humanos.

En algo ha de coincidir la política y el periodismo. Es la ética la que ha de conducir sus caminos. Con ética, no es imprescindible siquiera apelar a la legalidad, aunque ésta también entra dentro del gran edificio moral de una sociedad. Y los malos usos de una y del otro son condenados firmemente por este escribano.

Me apunto al concepto de Thomas Jefferson: "Si tengo que elegir entre gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno, me quedo con la segunda solución".

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