Las Matemáticas como policía patriótica

13 de Septiembre de 2022

En la medida en la que son el alfabeto con el que Dios ha escrito el Universo, como proclamó Galileo Galilei, las Matemáticas pueden ser interpretadas para todo. O quizás no. Recuerdo al poeta José Luis Alegre Cudós y su invención de la agricultura sin agua (de ser ciertos sus descubrimientos, habría que recuperarlos ahora con urgencia), y también su aseveración ante Antonio Angulo y ante mí de que en el lenguaje está toda la base de la ciencia. Si la primera concepción era teológica, la segunda es una verdad apodíctica. Sin lenguaje no hay nada. Pero también es cierto que las matemáticas ayudan a entender el mundo.

Entender las Matemáticas es complejo. Yo mismo, que puedo presumir de agilidad en el cálculo (en Saber y Ganar, cuando hay operaciones, me salgo), abandoné esa senda en la que no apuntaba mal como estudiante cuando se empezaron a cruzar las letras con los números. Que si número C, que si X, que si Y, que si N... ¡Alabado sea el Señor! Pasé de divertirme -sin gran entusiasmo, cierto- a aburrirme soberanamente, y ahí me picó el gusanillo filólogo. De hecho, si hoy tuviera que estudiar, a mi edad, escogería latín y griego. Ahí está en origen de -casi- todo.

Si comprender las Matemáticas es complejo, más lo es analizar los cerebros que han decidido que en un libro de la materia se analizan "Las tareas de la casa", una lección en la que exigen a los niños entrevistas a las personas del hogar sobre opciones como hacer la compra, poner la lavadora, hacer la comida, tender la ropa, fregar el suelo, hacer las camas, tirar la basura, poner la mesa, pasar la aspiradora, lavar el coche, lavar los platos, limpiar el cuarto de baño, recoger la mesa o planchar la ropa. A cada miembro de la diversidad -ya no existe la unidad a la vista del dogmatismo imperante- se ha de preguntar el tiempo que dedica a cada una de estas labores. Luego, tiene que poner en común con sus compañeros los resultados hasta completad una tabla y luego hacer un gráfico de barras. Y a continuación responder a preguntas inquisitoriales que incluyen un valor tan matemático como es el de la igualdad. Y finalmente propugna el libro, después de pedir la opinión a los chavales, que promuevan un horario semanal de reparto igualitario de las tareas en la casa, para concluir con una propuesta de debate grupal: "¿Por qué crees tú que es importante lograr la igualdad de género?" Supongo que en Lengua, o Filosofía, o Ética o educación para la ciudadanía, que algo así debe existir, saldrán los números N, C, X, Y, B y hasta el infinito y más allá, porque también hay que imponer la equidad en las disciplinas humanísticas. Todo sea por la integración.

Más allá de la estupefacción de Nano, al que preocupa legítimamente la violación de la intimidad de las famlias hasta socializar los trapos limpios o sucios, la verdad es que este adoctrinamiento de materia tan exacta no tiene un pase. Convertir las Matemáticas en un reclutamiento a filas de una policía patriótica al estilo de Cuba pero en doméstico y en hispano ni siquiera debiera convertirse en pernicioso, porque el criterio del profesor habría automáticamente de hacer un "bypass" a la referida unidad. No empece para la defensa en la distribución adecuada de las tareas del hogar, pero interpretar situaciones unívocas en una casa es negar la diversidad y la libertad, y éste es un atentado gravísimo contra la integridad humana. Hay familias en las que la madre o el padre viajan por motivos profesionales toda la semana, otras cuyos horarios les impiden dedicarse a algunos trabajos caseros, y aquellas que dan ocupación a las empleadas del hogar. Multitud de situaciones legítimas que no admiten la socialización de un debate que, desde luego, no corresponde a las Matemáticas. Confundir churras con merinas es un riesgo porque, mientras se elige entre unas y otras, llega el lobo de los Monegros y se las come. Y, entonces, hay que contar las muertas y las heridas, y los niños no saben porque están pensando si papá o mamá están limpiando el cagadero de los gatos. ¡País! Sí, lo nuestro es "forgiano".