Míchel e Hidalgo, dos faros en la guía del Huesca

Con el míster actual, los mimbres son los mismos, pero muy mejorados en su autoestima, y con ellos todos hemos ganado en creencia

10 de Enero de 2024
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Imágenes de la presentación de Antonio Hidalgo como entrenador del Huesca
Imágenes de la presentación de Antonio Hidalgo como entrenador del Huesca

En el verano de 2019, la situación era extraordinariamente análoga a la actual. Con el trauma de la Oikos, el desconcierto imperaba en torno a la Sociedad Deportiva Huesca. Era un cóctel deprimente: el club investigado, el presidente implicado, el entorno confundido, la dirigencia en fase de reconstrucción, las incertidumbres flotando... Acababa de fichar Míchel Sánchez, entrenador muy del gusto de Lasaosa y de Petón, pero la duda era si no daría la espantada. En tiempos de ofuscación, toda renuncia se comprende.

Había que levantar el ánimo y, en una de las muchas conversaciones que cruzamos aquellas semanas con Petón, le propuse una reunión del nuevo entrenador (que llegó a la concentración de Benasque como los últimos años, en cuadro, en aquella ocasión porque el Huesca era el patito feo de la Segunda por causa judicial a pesar de disponer de la copiosa ayuda para el descenso) con periodistas y referentes del mundo que ya no era incipiente de las redes sociales. Quizás pensando en la vanguardia que motiva la mirada al frente, el café fue en el CDAN, en una especie de ágora en torno al míster.

Por aquel entonces todos aflorábamos a cualquier lugar cariacontecidos por la losa anímica que había supuesto la apertura del proceso judicial. Y Míchel fue, con su verbo humilde y hasta tímido, el que elevó la moral de la tropa informativa y tuitera. En un momento de la conversación, le inquirí si la extraña situación no rebajaba sus expectativas, y su respuesta fue un reconstituyente como la Quina Santa Catalina que nos administraban nuestras madres en la infancia: "Si no ascendemos, será un fracaso para mí". La contestación sonó a gloria y recuerdo el final de aquella tertulia, en la que le dije que, desprovistos del capitán del barco que era Lasaosa, con el nuevo consejo sin experiencia, él era el faro de la esperanza de los aficionados.

Detecto -quizás por la voluntad que resiste al fatalismo y busca los vericuetos de la esperanza- un cierto paralelismo entre lo que sucediera hace cuatro años y medio y la realidad de hoy. Cuando el 10 de octubre se conoció el nombre del sustituto del Cuco Ziganda, pregunté a Petón por wasap sobre Antonio Hidalgo. Apenas le había visto con mi Osasuna como un centrocampista aseado, sin alegrías. La réplica fue rápida: "Los entrenadores son melones. Confiemos en Ángel que le conoce bien. Como en Sabadell y Sevilla, que hablan maravillas del técnico". Unas horas antes con el nombre sin desvelar, me explicaba que al director deportivo "le gusta mucho, al que conoce personalmente. Audaz, valiente en el campo y con personalidad. Dice que el Huesca se salva fijo. Pues eso es lo que queremos".

Ese "dice que el Huesca se salva fijo" elevó las alicaídas alas de mi espíritu. Con el equipo en barrena, necesitábamos una inyección de fe y el técnico catalán la refrendó no con sus palabras en la presentación, sino ya en la primera cita. Tras el debut en Éibar con empate y la derrota casera ante el Elche, salíamos del Alcoraz algo cabizbajos con mi amigo Martín, zigandista desde su avidez observadora del fútbol, y yo sostuve que pese a perder, había vislumbrado algo bueno: fue a por el partido. Esa actitud, en sí misma, era un cambio prometedor.

La buena pinta del inicio se ha ratificado con el paso de las semanas. Los mimbres son los mismos, pero muy mejorados en su autoestima, y con ellos todos hemos ganado en creencia. Como aquel verano del 19, la complejidad institucional es importante, pero ahora mismo lo que corresponde es mirar al césped y dejar que los despachos poco a poco vayan recomponiéndose. Abandonada la perspectiva de un mercado de invierno boyante, tengo para mí que el faro del Huesca es Antonio Hidalgo. Como lo fue Míchel, con el que vivimos, a mi modesto entender, el mejor fútbol que jamás hayamos gozado en El Alcoraz. Hidalgo es un excelente gestor de emociones, un buen jefe de recursos humanos, un magnífico táctico, un psicólogo eficiente y, si confirma el milagro de la salvación, un estratega sabio. Hombre de justas palabras (tampoco Míchel era pródigo en verbo, aunque algo más ducho en la materia) y acérrimo seguidor de la cita "por sus obras les conoceréis". Dos luces, la primera saldada con el éxito. En la segunda habremos de depositar nuestra confianza y nuestra fe. Dios le acompañe, porque el aliento de la afición lo tiene garantizado.

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