El miedo guarda la viña

Julio, mes de consumo desbocado, se ha sustanciado con un ahorro récord de casi un billón de euros en España

27 de Agosto de 2022
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Lo de las corbatas en el Congreso no se le ocurrió ni a Luis García Berlanga en su repertorio de escenas sublimes de La Escopeta Nacional. La bufonada no sirve ni para "las españoladas". La prenda es distinguida, pero atribuirle mayor poder calórico que a una americana que cubre todo el cuerpo es, cuando menos, estúpido. Ahí tenían a sus señorías con traje pero sin corbata, todas y algunos con abanico por esta evidencia de la merma del estado de bienestar en sentido estricto que impone la moda de pasar calor en verano y frío en invierno. Mi abuela María se desternillaría de risa. Hay que reconocer, eso sí, que como distracción no está mal. Matinales y matinales dedicados a esta comedia. Quizás el guionista no sea tan nefasto como parece.

Mientras el Parlamento disfruta de su realidad paralela -o para lelos-, el miedo guarda la viña. La providencia. Dios es tu amigo el viñador, el que te cuida de sol a sol, el que te pide frutos de amor. Buena composición para góspel. Por si acaso la Providencia no da sus resultados, la provisión. El ahorro alcanza un nivel récord en julio, justo cuando normalmente suele caer por el consumo vacacional. Casi un billón de euros (997.446 millones) que no significan que el poder adquisitivo haya subido tanto que los españoles pueden permitirse el lujo de retirar una parte para la previsión.  Los precios siguen por las nubes (ese mes un 10,8 % más que un año) y los sueldos continúan en la escala bajísima de la Europa de primera división (que también hay categorías en el vetusto continente), a la par que el esfuerzo fiscal (diferenciar de la presión fiscal para no hacer trampas de trilero) aumenta.

En primer lugar, conviene señalar la estadística es conjunta y, por tanto, de limitada aplicación general. Los hay que acaban el mes con saldo positivo y los hay que sufren para el día 20 porque a los efectos financieros de su manutención ya es 31. Y que la evolución del sector financiero empieza a invitar a guardar el dinero en la almohada o debajo de una baldosa. Comisión por aquí, comisión por allí, que te cobro por mantenimiento de tarjeta, que si el Íbex ha caído un 9,6 en doce meses, que los gastos de gestión se suman a la pérdida de los valores...

El problema hoy es de credibilidad. Y tienen suerte los gobiernos y los poderes fácticos de que los españoles somos muy poco dados a tirar de hemeroteca. Y que los medios de comunicación, que beben de las fuentes de gobiernos y poderes fácticos, siguen con esas orejeras que representan coger una nota de prensa y, sin filtro, en estado virgen, la cuelan al consumidor de información irresponsable. Pero la confianza está resquebrajada. Los fondos europeos iban a ser la panacea. 2022 iba a ser el año de la recuperación. 2023 el de Living in Beverly Hiills, todos rubios, altos y bronceados. Y aún tienen la gran fortuna los voceros de los regímenes (este fenómeno no se circunscribe a España, aunque cuando hay que liderar un desastre económico ahí somos muy buenos) de que ha llegado Putin y la ha liado con Ucrania, con lo que en lugar de pensar en nuestra dependencia energética utilizamos la guerra como maniobra de persuasión coyuntural frente al desnudo de nuestra imprevisión. Y ahora se avecina lo de Kosovo. Y el Midcat p'aquí, Macrón p'allá e Italia p'al otro lado. Y el rey de Marruecos que nos ensalza, ¡lagarto, lagarto! Quizás la excepción ibérica, visto lo visto, no sea una forma de ahorrar en el recibo de la luz y del gas (que se lo pregunten a hosteleros y comerciantes), sino la peculiar forma de afrontar una crisis venidera sin prepararse para nada.

El miedo guarda la viña. Mientras nos quemamos, algunos silban. Como las vacas cuando ven pasar el tren. Estarán locos esos tipos que se meten en una caja sobre ruedas. De nuestra amnesia, depende esa casta de supervivientes en carreras de San Jerónimo o en palacios más remotos o más cercanos. Se queman nuestros montes. Pero somos citados a una programación lúdica incomparable. Quizás Víctor Hugo, en su afamado discurso ante la Asamblea Nacional Francesa constituyente, haya creado adictos aunque no sepan ni quién es Víctor Hugo ni tengan pajolera idea de aquella brillante alocución en defensa de la cultura. Cultura no es sólo poner encima de escenarios con fondos públicos a meritorios artistas con los que hacerse un álbum (¿o debiera decir book?) fotográfico. Cultura es impregnar a la sociedad en valores que tienen que ver con la ilustración y con el sentido común. El que dice que hoy, en el mundo, se agolpa la peor generación de gobernantes de la historia hasta donde nos llega el recuerdo y hasta donde nos retrotraen los libros. Por eso pensar en el otoño da escalofríos. Y ojalá esté plenamente equivocado, pero va a ser que no.

 

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