Movilidad: orden o selva

25 de Abril de 2023
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Quizás es uno de los debates que ratifica principalmente la nihilidad de la condición humana en tiempos de irreflexividad. Si no pensamos, no existimos. Definitivamente. La movilidad ha inundado las agendas de nuestra vida pública con tal vértigo que apenas hemos sido capaces de detenernos a calcular las consecuencias de cada irrupción. Por supuesto, no hemos pensado en la provecta edad general, con la pirámide poblacional inclinada hacia los mayores de sesenta. Ni en los impulsos hormonales de la juventud. Cada noche que salgo de El Diario de Huesca recibo algún aviso de mozalbetes en velocidad excesiva en patín, en esprint de bicicletas o tomando las curvas con sus motos eléctricas inaudibles (y más para los de oído duro como es mi caso) al más puro estilo Marc Márquez. Acciones aisladas hasta que empiezas a sumar y dejan de serlo. ¿Y por qué no lo son? Porque en la ordenación urbana nadie se ha parado a pensar que el cúmulo de sucesos puede convertir la circulación en una selva sin ley.

Esta tarde hemos vivido y escuchado la cruda realidad. Que no se puede generalizar. Pero sobre todo no se puede obviar alegre e irresponsablemente. En este tramo del Coso Alto donde están prohibidos los patinetes, los sorteamos o nos sortean permanentemente. En este trazado en el que está prohibido compartir dos personas un artilugio de estas características es común ver a dos criaturas sobre el leve equilibrio... hasta que ha sucedido. Un grito, un golpe seco contra el pavimento (ha sonado a cabeza, sin duda), una persecución estéril, un estúpido encubrimiento de la pariente de las adolescentes presentes y una ambulancia (y la policía en un atestado sencillo, porque ya han sido identificadas las arrolladoras). Y una conclusión a favor de obra: tenía que suceder y así ha sido.

Aristóteles lo explicaba muy bien. Todo ente corpóreo puede mover a otro y puede a su vez ser movido, con la excepción del primer motor; puesto que el movimiento es por contacto el moviente y lo movido se afectan mutuamente. Son las reglas de la física y de la filosofía, que pillan en auténticas pelotas a quienes prefieren la levedad del azar al rigor de las medidas impopulares, como si las elecciones o la opinión pública se ganaran a golpe de inacción, confiando si acaso en la comodidad de la opinión publicada y en la desidia de la ciudadanía adormecida. A golpe de cabezazo, surge la irritación. Alguna vez tenía que ser. Esa vez ya ha sido. Justo a mis espaldas, con tal estruendo que incluso mi duro tímpano ha captado el fuerte ruido. Y ahora, quizás ahora, a alguien se le ocurra que habrá que replantear la movilidad. Que no todo el monte es orégano, que la vida es para andarla sin verse asaltados por las imposiciones de una modernidad absurda. Y ahora llamen a este autor reaccionario. Y luego van y se lo cuentan a la familia de la víctima convaleciente en el hospital. Contrariada, irritada, asustada y orante por la presumible resurrección de la buena mujer. Que pudiendo elegir el orden alguien se decantó acríticamente por la selva.

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