La muerte de la individualidad

14 de Noviembre de 2022
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Yo soy lo que soy: un individuo, único y diferente. Charles Chaplin apenas necesitaba palabras para establecer verdades tan universales que bien podrían incorporarse a un epitafio generalizado. Desaprovechamos el carácter polisémico de nuestro idioma español y, a la par, empobrecemos nuestra estructura intelectual. Atribuimos al individualismo la acepción vituperable de la tendencia a pensar y actuar con independencia de los demás y con desaire hacia las normas generales. Y obviamos que, con el mismo término, nos podemos referir a la imprescindible tendencia filosófica que defiende la autonomía y supremacía de los derechos del individuo frente a los de la sociedad y el Estado.

Probablemente, sea mejor para evitar confusiones cambiar el sufijo. Se achaca a los "millennials" un carácter egoísta, exigente, individualista. Y también a las generaciones que les suceden, como si los "baby boomers" nos hubiéramos desenvuelto con una generosidad y un carácter absolutamente sociable y empático. Tan falsa es aquella aseveración como ésta. Al final, el respeto al individuo es el que establece la difusa línea entre una sociedad tolerante que ama la libertad y otra en la que el gran hermano ejecuta, so pretexto del bien común y el interés general, a golpe de estadística. Como si la estadística fuera un mandamiento de la ley.

Agradezco sinceramente la réplica del Gobierno de Aragón a la información del Transporte Sanitario. Tiene todo el derecho a divulgar las bondades de su gestión, exactamente de igual manera que los afectados replicarán, con certeza y sin necesidad de presión alguna. Es el juego de la democracia. Pero hay un aspecto que abruma, y es el olvido al que es sometido el minoritario. ¿Quién es? Ese 20 % que está situado fuera de los avisos diurnos, porque con esta limitación a la nocturnidad está dando pistas a la visita de la Parca, cuya hoz siega las vidas con una celeridad que no entiende de minutos. Esa infortunada que ha sido agraciada con el retraso en la atención porque hasta ahora sólo había una movilización cada seis días en Jaca, racionalidad que deriva en la supresión de la cercanía de la asistencia. O quien es agredido por un infarto o un ictus una de las ocho noches al año que era requerido el servicio en Benabarre o Lafortunada.

Esto es como el chiste del falso bienestar: ¡qué bien hemos comido esta semana porque hemos disfrutado de dos cochinillos de media! Yo cuatro y tú cero. Lo importante es la ponderación estadística. La comunidad, la sociedad. Esos cuerpos que son el contribuyente, el administrado, el ciudadano, como si todos fuéramos igual de contribuyentes, igual de administrados o igual de sonreídos en nuestra militancia en la cívitas. La verdad, en ocasiones, es tan cruel que enfrentarse a ella espanta. En la tertulia que mantuve con los técnicos del transporte sanitario, escuché algunas vicisitudes que me ponían los pelos como escarpias. Yo recomendaría a quienes nos gobiernan que escuchen a los individuos, aunque les parezcan nimios porque no representan al electorado, el otro gran pretexto en beneficio de la generalidad y perjuicio del sujeto de derecho. Y, cuando les expliquen la orfandad en la que se sentirán sin un médico al atender a quien se le va la vida a bocanadas vertiginosas, que les cuenten los miles de horas nuevas de servicio, la gran mentira engañabobos sobre el medio rural y el criterio de la eficiencia funestamente aplicado. Si, después de una conversación a calzón quitado con los uniformados vocacionales, resisten sin inmutarse, se habrán armado de la falsa fortaleza para proclamar: ¡Muera la individualidad! Y que el interés general campe de la mano de la señora de negro.

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