No farmers, no food, no future

07 de Febrero de 2024
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Manifestación en la Sudelegación del Gobierno en Huesca
Manifestación en la Sudelegación del Gobierno en Huesca

En la mañana del 6 de febrero, que quedará para la historia de la agricultura y la ganadería de este provincia, se conjuraron todos los hados para aportar una sobresaliente carga de emoción. Como me espetaba esta mañana un manifestante que no estaba de acuerdo con que yo expresara las opiniones de las organizaciones agrarias -de todo tiene que pulular por la viña del Señor a veces por falta de atención y de empatía con el mensajero-, el comportamiento de los manifestantes ha revelado que no eran un grupo de facinerosos extremados hacia la balanza que ideológicamente colocamos ante cualquier acontecimiento o colectivo.

He de reconocer que esa matinal me contagió un espíritu -él que sabe tanto de virus-, que es el de Ignacio Almudévar. Al volante de su quad cargado de provisiones para los manifestantes "tractorados", expandía con su altavoz la música de Resistiré y del Tractor Amarillo, pero sobre todo era pura efusividad cuando se cruzaba en la Avenida de la Paz con jovencísimos profesionales del campo. Levantaba el dedo pulgar de su mano izquierda, hacía el gesto de la musculación y gritaba: "Jóvenes, jóvenes, que vuestro tiene que ser el futuro". Mientras, en el exterior, había ciudadanos aplaudiendo, otros grabando con sus móviles el paso de los vehículos y no pocos con la señal de la victoria.

Mientras esto sucedía, con la intensidad que otorga la consciencia de vivir una jornada probablemente única en los anales de un periodista y de un país entero, en medio del movimiento me llegaba al wasap grupal de la sociedad civil oscense (Huesca Suena, ¿cuál si no?) un video de un señor ataviado con su traje correspondiente como señal de respeto a las instituciones en la que daba un repaso descomunal al Parlamento Europeo con un argumento demoledor, digno de reflexión. La agricultura y la ganadería se han convertido en el muñeco de una casta de burócratas incapaces de visionar las necesidades del mundo y de identificar a los proveedores de alimentos para la humanidad como lo que son. Y, cuando los agricultores pierden el entusiasmo, se evacuan por el sumidero los estímulos para la gran labor social que desempeñan, seguramente la más importante en la humanidad junto con la de los maestros o los médicos.

Y, mientras buscamos las etiquetas para identificar en las cloacas de la imbecilidad doctrinal una movilización más o menos espontánea -la teoría de la espontaneidad cayó desde la toma de la Bastilla-, mientras descargamos en los demás nuestras propias incompetencias como país, mientras negamos la compasión -en sentido etimológico estricto- y rehusamos la comprensión hacia quienes padecen toda clase de obstáculos cuando apenas se han levantado de la cama y se lavan la cara conscientes de que es difícil que los labradores vengan contentos ya que las espigas de oro no van granando, un eslogan sucede al de otras grandes revueltas pacíficas en la historia de Europa -la primavera de Praga, el 68 de París- y no es otro que el de "No farmers, no food, no future". Los seis vocablos que fueron el epílogo de la alocución en el europarlamento. Sin agricultores, no hay alimentos ni futuro. Y, en esa reflexión, nos jugamos el planeta y la especie. Que, bajo ningún concepto, van a salvar los burócratas ni las políticas que no miran a los ojos al ser humano como centro de la tierra. Hay que refrescar las estructuras y los esquemas. De lo contrario.

P.D.: Vano intento el de Marlaska de enfrentar a agricultores y guardias civiles. Son vástagos de la misma ruralidad y de la misma vocación de servicio. Una más en la hoja de servicios de un ministro cada vez más prescindible porque Interior sirve para salvaguardar la seguridad y la convivencia, no para provocar crispación.

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