Pero Grullo y la desmemoria: Miguel Ángel Blanco y Marta del Castillo

07 de Noviembre de 2022
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Estar plenamente de acuerdo con la recuperación de la memoria histórica es muy exigente. Cualquier incongruencia, cualquier tropiezo, deja desnudo al que la proclama porque no admite ni arbitrariedades ni caprichos. Si la defiendes, ha de ser íntegra. Te guste o no te guste el personaje. Es, además, extraordinariamente severa. No sirve dejarse llevar por los ruidos de las inexactitudes, sean éstas malintencionadas o negligentes. Sin ir más lejos, algunas de las calles hoy en entredicho en Huesca no tienen ni haz ni envés. Desnuda el rigor en el recuerdo a los malos y a los tontos, incluso a los tontos que son malos (como diría mi amigo Romá Gamell, de Sabadell, sobre los catalanes que son "fils de puta", los conozco a todos).

Punto y aparte. Este viernes acudiré a la exposición de la inauguración de La Voz de las Manos Blancas de la Fundación Miguel Ángel Blanco. Conocí a su presidenta, María del Mar Blanco Garrido, hermana del torturado y asesinado por los colegas de los que ahora deciden presupuestos y se suben a la tribuna a dar lecciones de convivencia (a los que, por cierto, cuando levantan las manos en gesto oratorio no se les ven blancas sino sanguinolentas). Fue en uno de los aniversarios. Fui reprendido por la alta dirección del grupo al que prestaba mis servicios porque el homenaje anual a Miguel Ángel Blanco era "político" (textual). Ya saben el eslogan de la casa: independiente, que no neutral. Sigo tirando de memoria. Naturalmente, mi carácter de verso libre se resistió y, aun exponiéndome a reprimendas, continué ofreciendo esa pequeña prestación a la causa de la Fundación y de Nuevas Generaciones, organizadoras de cada aniversario. Me congratula que, en ese caso, colaboren el Gobierno de España a través de su controvertido Ministerio del Interior y la Fundación Víctimas del Terrorismo.

"Manos blancas que ahuyentan el olvido. Palmas por la dignidad del recuerdo. Espíritu de justicia. Huesca, con las víctimas del terrorismo". El monumento a las víctimas del terrorismo en la plaza de San Antonio de Huesca. Las mejores palabras que nunca han salido de mí. Y, como de preservar los recuerdos se trata, con infinito agradecimiento a quienes me las encargaron, Ana Alós y Antonia Alcalá. Soy de "sí" fácil. Nadie entienda bandería en mi decisión.

Memoria, Dignidad y Justicia. Quienes defendemos esta trinidad estamos sometidos al padecimiento de constatar un país que se entretiene entre los susurros de Perogrullo, preocupado en una parte por la prevención del terrorismo de la extrema derecha (lo cual está obviamente bien) que no deja de ser sino un brindis al sol, y reacio en la misma bancada a seguir investigando los trescientos asesinatos sin resolver de ETA y los miles de crímenes perpetrados por la salvaje organización. Incomprensible e indignante. Simplemente, miserable. Por una vez en la historia -muy presente-, Europa ha comprendido mejor el fenómeno etarra que una parte de España adherida a los réditos políticos.

Pero Grullo, sin embargo, ha abandonado en el empeño a la familia de Marta del Castillo. El final de la instrucción por haber prescrito no es un carpetazo, como se ha definido. Es, lisa y llanamente, una canallada, una puñalada al corazón de una familia que merece saber dónde está el cuerpo de su hija, segada su vida horrorosamente por un entramado de jóvenes sin escrúpulos ni educación que ha burlado inauditamente todas las investigaciones, diligencias e instrucciones de un Estado. Unos trabajos que apenas han servido más que para llenar el morbo de las televisiones y cuyo final no es sino el reconocimiento tácito de un fracaso descomunal. Una derrota del Derecho. El crimen perfecto puede traer estas consecuencias. Lo que no puede, bajo ningún concepto salvo la renuncia a la ética de instituciones y país, es condenar a padres, hermanos y amigos al silencio de la impotencia. A la rabia incontenible. A la renuncia a compartir un gramo de la miseria de un país que apuesta por olvidar (Robert Louis Stevenson: "Mi memoria es magnífica para olvidar") Que se rinde hipócricamente bajo la consciencia de que ha matado en vida a un círculo de personas que amaban a Marta. Y los malos, los asesinos, plenamente integrados, quién sabe, podrán llegar hasta la tribuna del Congreso. Y desde allí pronunciar un discurso técnicamente impecable sobre las ascuas de la integridad de aquella nación que se llamaba España. Sobre la que se ciscaron. De la que se rieron. A la que burlaron. En la que se recompusieron hasta no hallar límites en una atmósfera putrefacta, porque no otra es la condición de aquella que, por cobardía, interés, conveniencia o comodidad, respira, come y duerme en el confort del abandono de la memoria a la que, solemnemente, apela en medio del vacío.

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