Pichichi se jubila, ¿Pichichi se jubila?

04 de Abril de 2024
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Desde que comienzo a teclear este "...como puños", queda poco más de una hora para que Pichichi, Miguel Ángel Blasco, pase a militar en la legión de jubilados que dignifican este viejo país. Y, sin embargo, tengo para mí que un periodista como Pichichi puede albergar esa intención, pero no se puede retirar de su inveterada e intensa vocación. No puedes acceder a la tercera edad cuando en conocimiento, en entusiasmo, en sabiduría y en pujanza estás en la primera.

Para quienes aseguran que la primera impresión es la que cuenta, diré que aquel 2 de diciembre de 1985, cuando era colaborador del diario porque su casa profesional estaba en Radio Huesca, se me amontonó una cierta inquina transitoria cuando trajo a la calle La Palma un puñado -grande- de folios con crónicas de los partidos del fin de semana e instrucciones para llamar a Gilo, a Paricio, a Giménez y otros buenos congéneres de la profesión. Aturdido como estaba en mi primer día con la información exigida sobre la Diputación, sólo me faltaba tener que dedicar un buen rato al Benabarre, el Fraga y el Binéfar. Entre Pichichi y Gironella, que después de una jornada interminable me puso a archivar fotografías en aquel cuarto lleno de cajas y sobres marrones -todo era muy ocre-, el dolor de cabeza de aquella dura noche se hizo insoportable.

Lo de este tío era admirable. No ocultaba su origen humilde desde Bandaliés hasta la charcutería del Súper ("¿cómo tienes los huevos, Miguel Ángel? ¡Gordos, señora, yo siempre gordos"), y de ahí el salto por una pasión incontrolable a la radio. Ahí, en un micrófono, sin duda era el mejor. Con muchas diferencias y con todo el respeto a sus compañeros. Era una bestia radiofónica imparable, una autoridad en el deporte. Lo mismo le daba que el corresponsal espetara que el balón entró por la escuadra como una insolación que cualquier otro atropello lingüístico, que él lo corregía.

El fichaje por el diario escoció en la radio. Un galáctico llegaba a nuestra redacción, que enriqueció impresionantemente. De él fue la idea -entre otras muchas- del suplemento de Deportes, aquel 30 de octubre de 1989 en que por vez primera se interrumpía el descanso semanal que habían cubierto las Hojas del Lunes de toda España, que además fue ejemplar electoral porque el día anterior Felipe González ganaba sus terceros comicios.

No, Pichichi no tiene título, pero es licenciado en sentido amplio. Ha impartido su magisterio periodístico a un buen puñado de periodistas (ninguno quería irse de su lado), entre ellos a mi hijo, y ha sido el alma de la redacción. En curiosidad y capacidad de observación, en lectura, es campeón olímpico

Harán pronto treinta años desde que fraguó su amor por Myriam ante el retablo de Damián Forment en la Catedral (con la pena profunda de las muertes de sus amigos Javier y Lorenzo en el K2 conocida minutos antes del desposamiento).

Esa sí que es una historia bonita y romántica. Tres veces despedimos a Myriam del diario (ya saben, las plazas son limitadas) tras ser becaria de verano, corresponsal en Binéfar y cobertura de una baja nuevamente en Huesca. Y las tres retornó hasta asentarse, junto con su alter ego Mercedes, claro está. Van en tándem. A eso se le llama destino. Conciliando a duras penas (las jornadas laborales han sido siempre eternas), educaron a Miguel y Anita, sus grandes alegrías vitales.

No, la vida no ha sido de color de rosa a pesar de la descripción de todas estas bondades, que nunca es ajustada a sus méritos. Las muertes de su abnegado padre, Modesto, de su gran madre, Leonor, y de esa pareja ideal y admirable que fueron su hermana Elena y su Santi -los mejores anfitriones del mundo, sin lugar a dudas- representan la constatación de que este valle también está lleno de lágrimas.

Profesionalmente, Pichichi, fuimos felices. Probablemente porque conocíamos nuestro foco. De aquellas décadas con Angulo y tu obstinación en atribuirle la expresión de "policromía de colores" en esa casa en la que celebrábamos como en familia porque familia éramos, pasamos, como en El Rey León, a tiempos de tinieblas. Tu entusiasmo se debilitó y entonces tiraste de oficio para que los lectores no se percataran de la nueva realidad. Padecimos la Oikos y las censuras informativas internas por defender dos valores supremos: la verdad y la Sociedad Deportiva Huesca. Y a amigos como Agustín o Carlos.

En los dos últimos años, la vida te ha puesto a prueba hasta el extremo. Pero has vencido. No voy a entrar en los detalles porque, como en cierta ocasión me dijo una alcaldesa de Huesca, hay que apartar a las personas que reducen tu energía. El caso es que, frente a la mezquindad, ganaste la batalla aunque con sacrificios. Y retornaste con EL DIARIO DE HUESCA como colaborador -para nosotros es el director general con salario, eso sí, emocional- para no dejar huérfanos de información y corazón a los phondys, bertis, los talitos juniors, los clubes 90 y 2000, los constantes, los del tiro, los de la petanca... Tal es tu generosidad que nos has dejado los del relumbrón, el fútbol, balonmano y baloncesto a Adri y a un servidor. Y digo que nos has dejado porque tú tienes la autoridad.

Tan difícil es concebir el deporte como algo integral, donde los últimos serán los primeros como en los Evangelios, como entender la vida como tú, Pichichi. Como discípulos tuyos en el periodismo y en la existencia, te seguimos adonde vayas, así que espérame ahí en la edad del júbilo, que esto va que vuela y llegaré pronto. Pero que no se pongan contentos los hostiles a nuestra causa: como dijera el gran Antonio Martínez tras un infarto, moriremos con las zapatillas puestas.

Hoy se jubila el mejor periodista deportivo de la historia de Aragón. No lo dice el arsenal de reconocimientos que recibió (y recibirá), o aquellas llamadas que apelaban a su sentido común e inteligencia, como el gran Jesús Viñuales cuando le preguntaba a cuánto ponía la entrada para el Día del Club. No me hacen falta testimonios externos. Lo proclamo yo y le hago la ola. Amén.

P.D.: Ciertamente, no sé a quién se le ocurrió lo del nombre de Pichichi. En el único deporte en el que le he conocido habilidades ha sido en el Squash, en el que era un puñetero "dejadista" al estilo de Alcaraz. En el fútbol, gracias a Dios, su hijo Migui no ha salido al padre.

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