Poseer la verdad mata la verdad

12 de Junio de 2023
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Me levanto con ganas de Nuccio Ordine. Una de las ventajas del saber estriba en que los filósofos mueren en su carne pero sobrevive su filosofía. Envueltos como estamos por mil capas de dogmatismo, hemos dejado pasar su fallecimiento con leves noticias de agencia a los que han opuesto una leve resistencia de intelectualidad algunos obituarios como Dios manda. De esos rotundos, maravillosamente escritos, en la línea del buen periodismo que algún rotativo todavía ejerce. Si acaso, algunos se limitaban a la superficial amarillez del Premio Príncipe de Asturias que ya no recogerá.

He acudido al manifiesto La utilidad de lo inútil y el marcapáginas estaba situado en la página 125: Poseer la verdad mata la verdad. Y he recorrido las palabras trenzadas en un hilo que ha comenzado por la mitología, por esa noche de ebriedad de Poros (dios del ingenio) en la fiesta por el nacimiento de Afrodita que desemboca en la entrega a Penia (deidad de la pobreza), cópula de la que nace Amor, el Eros que es la mejor condición del filósofo, entre la sabiduría y la ignorancia. Y que ha continuado con los Heroicos furores de Giordano Bruno, quien propugna que lo trascendente no es alcanzar la sabiduría absoluta, sino la actitud de aproximarse permanentemente a ella, como Montaigne representa con el simbolismo de la caza con el sinónimo de la venación. Y que, además, pone el punto de autenticidad con Erasmo de Rotterdam cuando, renunciando a todas las violencias presentadas como necesarias para un bien común, sostiene que "cuando los ginebrinos mataron a Servet no defendieron una doctrina: mataron a un hombre".

Me gustaría, querido lector, que mientras leas estas líneas puedas abstraerlas a nuestra realidad actual para concretarlas en las actitudes que nos abruman. Sirve a la causa de la claridad de Nuccio Ordine la historia de Melquisedec, consultado por el sultán Saladino, sobre los tres anillos que luego replica Lessing en Natán el sabio, alegatos de la tolerancia y la convivencia civil. En una época como la de hoy de maximalismos, de eslóganes vacuos, de resistencia a la diversidad, de negativa a la alternancia, debieran identificarnos las palabras del filósofo italiano. "El dogmatismo produce intolerancia en cualquier campo del saber: en el dominio de la ética, de la religión, de la política, de la filosofía y de la ciencia, considerar la propia verdad como la única posible significa negar toda búsqueda de la verdad".

Cada cual puede buscar en esos altares de la mediocridad que son las televisiones las posturas y las palabras grandilocuentes de líderes que Ordine refleja en la aseveración de que "quien está seguro de poseer la verdad no necesita ya buscarla, no siente ya la necesidad de dialogar, de escuchar al otro, de confrontarse de manera auténtica con la variedad de lo múltiple. Sólo quien ama la verdad puede buscarla de continuo. Esta es la razón por la cual la duda no es enemiga de la verdad, sino estímulo constante de buscarla  Sólo cuando se cree verdaderamente en la verdad se sabe que el único modo de mantenerla siempre viva es ponerla continuamente en duda. Y sin la negación de la verdad absoluta no puede haber espacio para la tolerancia".

Si sirve a mis lectores como orientación en las permanentes encrucijadas que nos asaltan en los escenarios públicos -y políticos plagados de tautologías- y en los privados, lean esta hermosa cita de Lessing: "Si Dios tuviera encerrada en la mano derecha la verdad completa y en la mano izquierda nada más que el continuo impulso hacia ella, aun con la condición de equivocarse siempre y eternamente y me dijera: "Elige", yo me inclinaría con humildad hacia su izquierda y diría: Dame esto, Padre, la verdad pura sólo te corresponde a ti".

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