Me flaqueaba la memoria. Cuando me llamó Ignacio o cuando recibí las réplicas a esa felicitación de año en la que encontré un precioso motivo, la condecoración a mi padre el 8 de mayo de 1969 en Pamplona, no fui capaz de reconocer el alcance de esas palabras: 2023 va a ser tu año. No contextualizaba 2022, quizás porque la intensidad desde ese 20 de julio en que resucitamos a EL DIARIO DE HUESCA con Sergio y con Myriam, con Mercedes y María José y Adrián tapona la visión del 1 de enero de 2022. Esa fecha, necesité un paseo por el Ebro para intentar vislumbrar algún horizonte. El río, aquí en Lodosa, siempre me abre la perspectiva. Pero, aun con su sol reflejado en las aguas, no me resultaba sencillo mirar hacia los dos patitos, ese 22 que precedía de un 2021 en el que fui abatido, desahuciado, menospreciado, expulsado con indignidad de la que fue mi casa durante 35 años, 9 meses y 14 días. Ese primer albor estaba oscurecido por un proceso judicial pendiente en el litigio más indeseado que nadie pueda imaginar, absolutamente dependiente de un -grandísimo- abogado, Luis, consciente de los bombardeos de hostilidades que me rodeaban (el reconocimiento de la Monegros Empresarial de mi querida María Jesús fue de un arrojo extraordinario que intentaron silenciar, sin conseguirlo) y de que venían tiempos complejos. Atado de pies y manos, ya con el proyecto concebido con la mejor compañía, el mazazo de la pérdida de quien iba a ser tan importante en todo nuestro devenir, mi "hermano" Antonio Angulo Araguás, supuso un manto de tristeza y a la par un aliciente. Tenía que ser por él.
Arrancar 2022 fue duro y pesaroso, con la fortuna de contar con una familia que no sólo me rodeaba sino que me protegía. Es la de sangre o la comprometida. Como explicaba Chesterton, el lugar donde la libertad y el amor florecen no es una oficina ni un comercio ni una fábrica, sino la familia. Por eso, conocedor del sentido de la canción que más me gusta de los Beatles, "The long and winding road", sentí más que nunca que cuando el camino se antoja eterno y sinuoso has de apoyarte en los tuyos más próximos.
Conforme avanzaba el calendario, adquiría más sentido la relación en la dimensión en la que concibe Fernando Sánchez Dragó al ser humano: El hombre es un animal no social, sino cordial, y la familia es la forma menos imperfecta de la cordialidad humana. En su propia esencia, cordial afecta al corazón y es el que se da y el que se toma. El que se recibe a través del cariño que es de ida y de vuelta. Es la configuración de sucesivas familias, en mi caso las del diario que concebimos unívocamente como una misión y, sobre todo, como una expresión de valores que nos permiten compartir con el entorno al que nos debemos por convicción, por pasión y por correspondencia.
En la correspondencia, precisamente, hemos ido incorporando todas esas familias (incluido Periodistas de Navarra que en dos meses nos otorgaba nuestro primer premio como diario... y sin presentarnos, y la Escuela de Hostelería con su galardón que me enorgullece) que, en nuestro desempeño diario, nos han ido acompañando y que no puedo enumerar, so pena de ser injusto. Hace unos días, una persona muy querida en la provincia significaba que tenemos cientos de corresponsales. Repliqué que en realidad son fuentes, que muy pronto serán corresponsales en el sentido estricto de la palabra. Y, con acierto, me contestó que no, que son corresponsables, porque con nosotros se responsabilizan de la emergencia (de emerger) de una causa imprescindible para la comunicación entre los ciudadanos, que es tanto como para el desarrollo de la provincia.
Cada familia que he incorporado a lo largo y ancho del Alto Aragón (yo sí que soy del Alto Aragón y lo proclamo aunque no lo necesite) ha ido fortaleciéndose por el nexo que otorgan los anhelos de libertad y de progreso en medio de campos de minas que salen vanas. Y, por esta deliciosa experiencia, el 1 de enero de 2023, doce meses después de la oscuridad, me permito desearte, querido lector, que agregues en tu entorno más familias. Que busques y compartas tus valores. La nuestra es tuya. Eso sí que es de próspero año nuevo.