Las prótesis como símbolo

01 de Octubre de 2022
Guardar

Una lágrima cayó en la arena, ay en la arena cayó una lágrima. Peret me sirve. Estamos en tiempos de mímesis. Todo lo adoptamos instantánea y acríticamente. Somos como las ocas, sometidas a una alimentación con embudo para que les reviente el hígado que será nuestro delicado foie, por cierto, símbolo de hipocresía en nuestras grandilocuencias conservacionistas. Hay muchos animales que mueren en condiciones mucho más extremas que los toros, aunque este no es el objeto de la columna de hoy. Explicaba lo de las ocas porque tragamos todo. Instintivamente. La vida debiera ser un cuestionamiento permanente para alcanzar nuestras propias conclusiones. La esencia del libre albedrío. De nuestra intelectualidad intrínseca. Retorno a la ridícula denominación de Día Internacional de las Personas de Edad, que es hoy, 1 de octubre, la misma fecha en la que cumplimos 5 años desde aquella barbaridad que quisieron perpetrar unos destalentados en Cataluña. Pero al grano. Hoy en Huesca el ayuntamiento, bien intencionadamente con certeza, acomete una celebración de la efemérides, que en el mundo se conmemora bajo el epígrafe "La resiliencia de las personas mayores en un mundo cambiante". Parole, parole, parole, asalta mi mente musical ahora Mina Mazzini en su parodia sobre las palabras sin contenido: "Che cosa sei, che cosa sei...".

No es cuestión de hoy este vaciamiento de la razón, esta negación de que ha llegado la senectud. Todos deseamos llegar a viejos; y todos negamos que hemos llegado. Esta última expresión es de Francisco de Quevedo y refiere a generaciones enteras de personas que desnaturalizan su evolución pretendiendo ser eternamente jóvenes. Y no, porque no es necesario, ni siquiera virtuoso. Exactamente igual que hace treinta años tenía capacidades atléticas hoy impensables, hoy disfruto de una madurez inconcebible hace treinta años. Igual que no puedo hoy llevar Levys de pitillo, entonces me apretaba la corbata que hoy luzco sin ninguna molestia. Las filosofías que hoy comprendo en mis lecturas eran inasequibles salvo en la enseñanza reglada, esto es, a embudo como el grano a las ocas. Y hoy como entonces, soy Persona de Edad. Distinta. Lo malo sucede para quienes no tienen edad. Y entonces como hoy, el mundo era cambiante aunque no se utilizaban terminologías horteras ni siglas como VUCA para identificar esta volubilidad. Y por aquellos años ochenta precisábamos la resiliencia, que no sabíamos ni qué era, para consolidar un progreso político desde el pozo en el que estaban ocultas las libertades.

Quizás existe una diferencia. Entonces teníamos muchísimo más respeto a los viejos. Y no me refiero a los jóvenes, que en algunos casos también y en otros no. Me refiero al sistema, a las administraciones, a la sociedad. El camino hacia la ancianidad es proceloso. En esa dirección, son miles en Huesca y millones en España los que vagan por la senda del desempleo, sin esperanzas, sin ilusiones, abocados a subsidios ridículos que esconden el fracaso generalizado para aprovechar el talento y la experiencia. Un parado de 45 años es, oficiosamente, un viejo. Un estigma, la asunción de un concepto tan universalizado como estúpido. Las estadísticas de la Sociedad Española de Empleo así lo revelan. Le hunden el ánimo, sin horizontes, sin perspectivas salvo la de alcanzar la edad de jubilación que, por falta de cotización, leerá una nómina patética.

En ese ínterin entre la vida ocupada y la tercera edad, soportará, además, la metáfora de la prótesis. Yo soy de los afortunados que encontró un traumatólogo clarividente, para mi mujer, después de años de sufrimiento por los dolores de la artrosis en la rodilla. El tal doctor, cuyo nombre no voy a revelar por si las moscas, sostenía que esa negativa de los especialistas a implantar prótesis antes de los "sesenta y" obedece a una doble explicación: la administración no quiere gastar y los médicos no quieren trabajar. Se preguntaba si había que esperar a los 70 o 75 años, "cuando ya estés jodido de movilidad", para implantar una ayuda en plenitud (o casi) de fuerzas. Rápidamente, acudió a su enfermera-secretaria y le dijo que nos citase para quirófano para tres semanas después. Sorprendida, la eficaz enfermera le recordó que faltaban no-sé-qué requerimientos burocráticos. El galeno no le dejó acabar los reparos: ¿hay alguna ley que diga que hagan falta papeles en un plazo determinado para quitar el dolor a una persona? Su interlocutora sonrió... y actuó. El doctor acababa de llegar al macro hospital y era jefe de la especialidad por merecimientos. Aquella determinación, aquella autonomía en su actuación, aquel criterio, le convirtió en mi ídolo. Un símbolo, ese sí, de resiliencia de un servidor público. Y de iniciativa.

Así que se llega a la jubilación con altas probabilidades de la frustración y amargura del paro y con el dolor por esa rodilla que limita absolutamente la funcionalidad vital. Se quita hasta el apetito, y por eso Honorato de Balzac escribió que el anciano es un hombre que ya ha comido y observa cómo comen los demás. Eso sí, llega la ONU y tras ella las instituciones amantes de la mímesis y te consuelan con la eufemística memez de que eres Persona de Edad. Y, mientras tanto, en lista de espera para la prótesis. Que es el elemento fundamental para la resiliencia. ¿Cómo vas a echar a andar si no puedes con el calvario de las rodillas? Coherencia. Y atención sin cicaterías. Que, oigan, somos Personas de Edad (provecta, algunos).

 

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante