La rapiña siempre emerge en la desgracia

La libertad de expresión puede ser fundamento, excusa o arma, y cada uno la escoge según su intención y su naturaleza

30 de Noviembre de 2025
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Desalojo de 200 vecinos de cuatro bloques de viviendas en la Plaza Santa Clara. Foto Javier García Antón
Desalojo de 200 vecinos de cuatro bloques de viviendas en la Plaza Santa Clara. Foto Javier García Antón

Me pregunta un amigo queridísimo, de la izquierda honrada de toda la vida, que tiene en su altar a Julio Anguita como máximo exponente de la moralidad en política (algo en lo que, con el matiz de que hay más, concuerdo), cuándo vamos a desenmascarar con el testimonio de la verdad histórica a determinados personajes que pululan por la ciudad con el pelotón de ajusticiamiento del libertinaje de las redes sociales. Le contesto que paciencia, que todo llegará.

La ética exige, para adecuar las respuestas a los retos, de proporcionalidad en las reacciones, siempre dentro de los principios del derecho natural, sucesión de conductas y comportamientos de carácter incontrovertible en tiempos normales, no tanto dentro de la modernidad líquida que ahora mismo libera la responsabilidad de los miserables por la vía de los hechos. Se puede decir y hacer lo que salga de la higa sin responder. No es evolución, es retroacción a tiempos primitivos en los que la única ley imperante era la del zascandil con armas pétreas tomadas de la naturaleza.

De la desgracia acaecida en la Plaza de Santa Clara, lo más edificante resultó esa mañana terrible el silencio. Es paradójico. Junto a los desalojados, cientos de personas se agolpaban en las vallas que precintaban el espacio de seguridad, mientras los profesionales (bomberos, policías, psicólogas, responsables políticos) se conducían con una discreción suma. Sorprendente, con lo bulliciosos que somos los españoles, tanto mutismo. Cuando el silencio impera, brota el respeto, la solidaridad, el afecto hacia quien sufre.

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En tal atmósfera, los criterios han de ser manejados por los representantes políticos con el asesoramiento y ejecución de los profesiionales. No hay más. No hace falta recordar la dana, las inundaciones, los incendios y cualquier catástrofe. En este caso oscense, con la fortuna de que la actuación es preventiva y no responsiva.

Como acabó imponiéndose en la terrible crisis valenciana y -aunque olvidada- castellanomanchega (quizás hay quien no considera 7 vidas en aras de su discurso), la profesionalidad es imprescindible para dar respuestas eficaces. El voluntarismo sin control puede ocasionar resultados adversos, es como la teoría económica sostiene de las personas impulsivas sin preparación. Por poner un símil futbolístico, como el tuercebotas de cuyos borceguíes salen balones imposibles de predecir.

Si es sincero (estoy convencido de que en algunos integrantes de la foto sí, en otros no albergo ninguna duda de lo contrario), el ofrecimiento de las asociaciones de vecinos (cuyo movimiento desnortado y no por culpa de los que lo sostienen sino por el déficit participativo inmenso ha derivado en una famélica representatividad) es de agradecer. Pero el cauce es el equivocado. Lo que tienen que hacer es ofrecer sus recursos (que por cierto muchos en las infraestructuras son municipales de titularidad) para que los maneje el ayuntamiento, que ha de poner rumbo y timón a todo lo que se está haciendo ("muy bien" según el erigido en portavoz) con una probidad y eficiencia impecables.

Lo que no es de recibo es que los que mecen cunas de manera interesada (como en todas sus existencias en torno a la política como forma exclusiva de entender la vida) se lancen posteriormente, en ese patio de vecindad que es Facebook donde comparten escenario social gente bien intencionada y maligna, a practicar el innoble ejercicio de la rapiña aprovechando la desgracia. Con una desinformación abyecta. Miserables sólo aplaudidos por palmeros de hueca cáscara cerebral o de similar ponzoña doctrinal que brotan de afanes revanchistas y escasos niveles de raciocinio.

La libertad de expresión puede ser fundamento, excusa o arma, y cada uno la escoge según su intención y su naturaleza. Las alimañas la utilizan como las hienas. Y algún día, como en El Rey León, habrá que llamarlas por ru nombre y apellidos. Como aviso, en apenas trece días de alguno se conocerán viejas tropelías y mentiras que fueron nefastas para la ciudad.

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