Reconciliación con el periodismo

15 de Junio de 2023
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No es nada sencillo. En los viejos oficiantes, porque muchos de ellos han vivido décadas en el adocenamiento. En los de mediana edad, porque de hecho sólo han conocido la industria de la comunicación en crisis profunda y, de tanto agachar la cerviz ante las instituciones y otras organizaciones domesticadas, no pueden elevar la cabeza con orgullo. En los jóvenes, porque sus indignos salarios concurren en la tormenta perfecta, sin paraguas ni lugar en el que resguardarse, con las prisas por la flaqueza de las redacciones. Apenas se salvan, en cuanto a recursos, los de los medios públicos, pero ellos también tienen su condicionamiento. Todo está preparado para avanzar en la distopía de Un Mundo Feliz... Un soma de cuyos efectos alienantes es difícil escapar. Y, sin embargo...

Hay partido para el periodismo. Una rebelión cívica, en contadas ocasiones, se revuelve contra lo impuesto. Ha sucedido en las recientes elecciones en las que la artillería del Palacio no ha sido suficiente para sostener el fortín edificado sobre las mordidas de los medios afectos, otro modo de enajenación del periodismo. Y ha ocurrido este miércoles en una oposición activa al mutismo, al encajonamiento en sus medidas precisas e impuestas de la verdad.

La comparecencia de Manolo Torres estaba destinada a ser una "declaración institucional". Es lo que tienen los gabinetes de prensa y las directivas de las organizaciones. Apelan a una expresión más propia de la respuesta inmediata a grandes catástrofes o advenimientos incluso para el réquiem en el que, contra natura, es el propio óbito el que ha de explicar el porqué de su caída. Y con la pretensión de que, en su hilo de voz, asomen campanas de muerte sin probabilidad de que el tañido sea discordante en una sola nota. En la jerga posmoderna, se les llama "comparecencias de plasma", porque igual hubiera sido que nos la hubieran puesto en pantalla para que la siguiéramos desde las redacciones.

Y, sin embargo, cuando sonó el "campana y se acabó", Jorge Puyuelo se resistió, tirando del instinto y el sentido periodístico. Y le siguió Cristian Serrano. Y luego un servidor. Con preguntas serias y hasta incisivas, porque en el "sapere aude" del periodismo está el "sapere aude" de su audiencia. Atrévete a saber, aunque duela, porque la ignorancia no es alternativa. Y Manolo, "contracorrientista", respondió hasta donde pudo, en ocasiones en reflexiones introspectivas ("nosce te ipsum"), en otras sugerentes de la verdad. Hasta el límite de su inteligencia abogacial.

Y más allá de alguna cuestión "salvame deluxe" (legítima, de todo tiene que haber en una comparecencia), fue un soplo de aire fresco saber que el periodismo puede derribar, con la mejor manera de penetrar en la verdad cuya depreciación denunció Kapuscinski, las puertas que separan las versiones oficiales de la autenticidad. Esto es, las que preservan la libertad de expresión y la de información, cuyo destino final es el ciudadano y sus derechos. Para eso hemos venido, incluso sabiendo que soportamos sectarismos, porque, al final, la observación y el pensamiento nos hacen libres. El periodismo es una sutil herramienta contra las resistencias a la irrenunciable transparencia.

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