Redondo, Camacho y aquel 14D de sindicatos de verdad

Necesitan una escuela de memoria con los retratos de dos grandes líderes: Nicolás Redondo y Marcelino Camacho

03 de Febrero de 2025
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Manifestación de UGT y CCOO en Huesca. Foto Carlos Neofato
Manifestación de UGT y CCOO en Huesca. Foto Carlos Neofato

Cándido Méndez se refería la pasada semana en un tertulia al nivel de los políticos de la Transición. Nombraba a Suárez, a Felipe, a Carrillo y a Fraga. El asunto que se debatía era la convocatoria de esta manifestación preventiva que se celebraba este domingo... contra la oposición. No me dirá, querido lector, que no es inaudito -hasta inédito-. No me dirá que no le recordó a Nicolás Maduro lanzando las hordas contra Guaidó o contra Leopoldo López. Algunos bien pensantes, como quien esto suscribe, concibió la esperanza de que tal disparate se desconvocara, sobre todo después de que el ómnibus -que es una barbaridad a la que nos estamos acostumbrando mezclando churras con merinas, tocino con velocidad- fuera aprobado con apoyo del PP y de Junts.

Indefectiblemente, los que tenemos memoria -democrática, pero sobre todo individual- nos remontamos al famoso 14D que marcó los primeros años de la Transición. Sólo desde la estupidez o desde el ventajismo se puede renunciar al valor de aquella época. La huelga general de diciembre de 1988 fue un modelo de movilización -y lo dice alguien que no la secundó- contra el Gobierno de Felipe González por reformas del mercado laboral que afectaban fundamentalmente a los jóvenes y abarataban el despido. El detonante fue el Plan de Empleo Juvenil y se reivindicaba la equiparación de la pensión mínima con el SMI, así como el derecho a la negociación colectiva de los funcionarios.

Lideraban UGT y CCOO Nicolás Redondo y Marcelino Camacho, nada sospechosos de ser hostiles a la izquierda, dos históricos en la lucha contra el franquismo que supieron entender el valor de la democracia y la trascendencia de la Transición. La maquinaria sindical hizo que el paro, efectivamente, fuera bastante generalizado y el éxito hizo reaccionar al gobierno. Se empezó a analizar la sostenibilidad de las pensiones y siete años después se suscribió el Pacto de Toledo que, entre otros asuntos, pretendió sacar las percepciones de los mayores del debate político, porque nadie regala nada a los jubilados.

Los sindicatos de hoy se parecen como un huevo a una castaña a aquellos. Comparar a Redondo y Camacho con estos paniaguados sostenidos por el erario público -como otras organizaciones, ojo, que aquí habría para todos-, cuyo nombre nos cuesta reconocer incluso a los periodistas y cuyas habilidades van más por el camino de la ostentación -cruceros, relojes de lujo, pantagruélicas lifaras...- que de la defensa de los trabajadores, es pretender que todo el monte es orégano aunque en realidad sea de pino bajo. De la austeridad de aquellos a los dispendios de éstos, de la capacidad crítica de Nicolás y Marcelino al sectarismo de estos, de la honradez intelectual -para lo cual ha de haber intelecto- de quienes forjaron su carácter en la clandestinidad a las poltronas de los tales Álvarez y Sordo.

En franca mengua la nómina global de las centrales porque ya no resultan útiles para los trabajadores, el fiasco dominical en toda España -y en Huesca- debiera hacerles reflexionar sobre su papel, si es hacer oposición a la oposición o es defender los derechos zaheridos en la precariedad de cientos de miles de jóvenes mileuristas sin acceso a la vivienda o a un trabajo digno. Que en el manifiesto de convocatoria no se aludiera al gobierno -hasta donde entendemos, es el que gobierna- y tan sólo apareciera el Partido Popular es, cuando menos, sospechoso. En el pecado encuentran la penitencia. Debieran retirarse al rincón de pensar porque CCOO y UGT, así, no van bien. Y, cuando algo no va bien, se convierte en prescindible. Necesitan una escuela de memoria con los retratos de dos grandes líderes: Nicolás Redondo y Marcelino Camacho. Fue una suerte conocerles y entrevistarles. Fue una suerte para España que le sirvieran.

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