Se llaman pantanos, ¡leches!

23 de Abril de 2023
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"Tenemos que pensar en -fabricar- depósitos que permitan almacenar agua por si nos faltaran lluvias durante dos o tres meses". Este tuit de Lasexta con una frase pronunciada en un programa por un catedrático ha elevado todas mis luces de alarma. Primero, y fundamental, porque demuestra que somos una sociedad acomplejada en nuestras frustraciones con tics más propios de los primeros años de la transición que de casi medio siglo después. Segundo, porque somos unos auténticos majaderos en la utilización de los eufemismos. Tercero, porque somos incapaces de intentar, siquiera, aprehender la verdad.

Se llaman pantanos, ¡leches! Y no salen llagas por pronunciar su nombre, ni tampoco por sustituirlos por sinónimos como embalses, ni por el reconocimiento de algo real como que fueron mayoritariamente esas infraestructuras que nos han llegado hasta hoy fueron construidas en tiempo de la dictadura. De la de Franco, sí. Lo cual ni blanquea el régimen ni legitima al general. Pero lo que hay es lo que hay, y en unas épocas de menos exigencia climática aquellos españolitos sufrientes entendieron que almacenar agua en depósitos era importante por si nos faltaban lluvias durante dos o tres meses. Esto es, pantanos, ¡leches!

Me da a mí en la nariz que, bajo sesgos ideológicos, estamos ocultando la incompetencia generalizada. Es más, que otro de los complejos, el aluvión de prejuicios respecto a la agricultura y la ganadería, nos están precipitando por un desfiladero en el que el agua no suaviza nuestra caída y, lo que es peor, no nos espera en el fondo para aliviar la quemazón de posaderas que tenemos. Pastamos en esta vida con el soma de la incoherencia, y así somos perfectamente capaces de entronizar el recuerdo de Joaquín Costa obviando el pequeño detalle de su prédica sobre los regadíos en su dualidad virtuosa de "Escuela y despensa", la ecuación virtuosa para regenerar un ineficiente sistema político, económico y social.

No, no están legitimados muchos de los que citan a Joaquín Costa para parafrasearlo, y como presumen de liderazgo y de aspiración a la gobernanza, estremece sólo pensar en nuestro panorama. Lo grave es que se les supone la condición de dirigencia, esto es, de conducción de los destinos de los administrados. Y ahí me viena a la cabeza una aseveración rotunda y demoledora del "león de Graus": "El que no sabe es como el que no ve, y tiene que ir conducido por un lazarillo a donde éste quiera llevarle".

Probablemente, los lazarillos son otros. A cuenta de la sequía, en un trozo de papel que siempre le sirven para impartir sus verdades, mi amigo José Fernando Luna, visiblemente enojado, me explicaba hace unos días las razones de la frivolidad de apelar a ese diagnóstico que ahora está generalizado: con las precipitaciones de este año, no tendría sentido que las tierras padezcan la sed que ya tienen. Lo que sucede es que ha llovido "a destiempo" (algo que no es elegible) y el crecimiento vegetativo del cereal se materializa justamente cuando no hay gota de agua. Y, ¿por qué no la hay? Porque cuando el cielo nos obsequió con decenas y decenas de litros por metro cuadrado no había "depósitos que permitan almacenar agua por si nos faltaran lluvias durante dos o tres meses". ¡Pantanos, leches! Y, mientras, en el tablero preelectoral, si no te llamas Doñana, nadie discute de una cuestión tan de perogrullo. He visto decenas de embalses y en ninguno el agua evaporada dibujaba en el aire la palabra "franquista". 

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