Se me ponen de corbata

La teoría de la estupidez de Mario Cipolla (Allegro ma non troppo) inunda como un tsunami el tablero nacional

29 de Julio de 2022
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Mi mujer se adelantó a Pedro Sánchez. En nuestro último viaje a Madrid, hace apenas tres semanas, intenté cumplimentar mi pulsión de comprar corbatas y de hacerlo en la calle Preciados, en una vieja tienda llena de símbolos. Así las luzco de todos los colores con una discreta bandera de España. No está mal combatir los complejos. Lina, airadamente, me replicó que tengo algunas unidades más del centenar y últimamente no las luzco, pero quizás a partir del final del verano, ya reintegrado en la actividad con EL DIARIO DE HUESCA, me decida a recuperarlas. Y, sinceramente, sin remordimiento alguno. Sin pensar que estoy reventando el planeta. Esto es, tomándome la recomendación del presidente del Gobierno como una ocurrencia más en la que ni siquiera es original, porque ya hace unos años que la misma moda fue pretendida por el ministro Sebastián.

Es paradójico que alguien que cuida tanto su aspecto (y le sienta bien, por qué negarlo) haya decidido tirar por la calle del medio de las tonterías. Durante estos meses, hemos aprendido de geoestrategia energética, de Gazprom, de Argelia y de Putin, de Marruecos y de Alemania, que como entretenimiento no están mal cuando vas a echar gasóleo y te gastas una barbaridad o cuando te envían la factura de la luz. Entonces sí. Entonces sí que se nos ponen de corbata. Definitivamente, las hordas gubernamentales no cumplen con su parte del pacto para la conciliación familiar, porque es manifiestamente imposible acudir a la frutería, a la carnicería, a la pescadería, al supermercado, al comercio textil, a la tienda de mascotas o al restaurante sin padecer un escalofrío con "la dolorosa" aunque vistas, en plena ola de calor, con un abrigo de visón o correspondiente masculino. Eso sí que es frío y no lo que pasan los opositores a Putin en Siberia.

"Es imposible acudir a la frutería, la carnicería, la pescadería, el supermercado, el comercio textil, la tienda de mascotas o el restaurante sin padecer un escalofrío con la 'dolorosa'"

No creo en los extremos. Aunque lo escribiera Oscar Wilde, me resulta inconcebible aceptar que una corbata bien anudada es el primer paso serio en la vida. O que una corbata es la forma en la que un hombre expresa su personalidad, que espetaba el interesado Ralph Lauren. Sí fue más certero Noel Clarasó al estimar que la felicidad se parece a las corbatas, que cada uno elige el color de la suya.

Ante una manifestación como la del presidente del Gobierno, no me inquieta que pueda ser una tapadera tras la condena por los ERE, una manera de despistar por la inflación o un subterfugio para restar credibilidad a las encuestas. No, lo más espeluznante es que la oposición, desde el primer partido de su bancada hasta casi el último (los que callan y otorgan curiosamente no tienen tres corbatas en su armario ni merecen lucirlas), haya entrado al trapo. Y es entonces cuando la teoría de la estupidez de Mario Cipolla (Allegro ma non troppo) inunda como un tsunami el tablero nacional. Y la inteligencia y el sentido común fenecen bajo las aguas de la frivolidad. Que Dios nos pille confesados. A mí se me ha puesto un nudo en la garganta. Y sin corbata.

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