La Semana Santa de nuestras vidas

Si convertimos esta desilusión de la carencia de procesiones en rebeldía y en compasión, sí, la Semana Santa de 2024 en la mejor de nuestras vidas

31 de Marzo de 2024
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Zapatillas en una procesión de Semana Santa 2024 en Huesca
Zapatillas en una procesión de Semana Santa 2024 en Huesca

Descubrí, en medio del horror de la pandemia, en el enclaustramiento decretado que fue oportunidad para la introspección y la lectura, que en los libros y en la reflexión está la respuesta a los temores y a los terrores, pero también las lecciones que en tiempos de la felicidad se nos esconden por el conformismo nefasto. Tuvimos todos la ocasión de convertir nuestro interior en el mismo frontispicio que recoge la leyenda del templo de Apolo en Delfos: Noscere te ipsum. Conócete a ti mismo.

Paradójicamente, en la adversidad están a la disposición de nuestra capacidad de búsqueda las herramientas secretas para formular preguntas y hallar respuestas. Sin ir más lejos, el coronavirus descubrió mi yo reacio a la pasividad, al acomodo, a la conveniencia, al sometimiento a las convenciones nefastas para la construcción del criterio y para la aplicación de la compasión como virtud. Y, por eso, una depresión mediante surgió mi testimonio impreso Contracorriente. Esta pasada noche, porque todo está en los libros, leo la valentía de Vladimir Jankélévitch, judío francés de la Resistencia en Francia: "Yendo contracorriente de los instintos y reflejos perniciosos, que nos pierden queriendo salvarnos, el coraje nos proporciona una sobrenaturaleza, una naturaleza contranatural, corrige nuestra teleología natural impidiendo que la bestia perezosa recule".

Me atrevo a sostener desde la libertad de mi albedrío que esta Semana Santa de 2024 ha sido la más prometedora de nuestras vidas. No, no he devenido en orate. Mi condición cofrade desde hace años constituye un camino desde la manifestación exterior hacia la interioridad. Buscar los recovecos de la religión para comprender la trascendencia. Me hubiera gustado procesionar el Miércoles Santo con Santiago y nuestro paso de la Enclavación. Y en la Procesión de Viernes Santo. Pero, como oraba el santo Job, Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Bendito sea el Señor.

Pero en el infortunio mojado de este 2024, encontramos senderos para sondear la perfección, también en nuestra ejecutoria procesional. Y ahí, precisamente ahí, es donde este periodo de la Pasión y Resurrección de Jesucristo nos ha adentrado en nuestra interioridad para pensar en torno a la Semana Santa. Es curioso, cada uno en la nuestra. Una característica de los cofrades es que somos muy poco turistas cuaresmales, porque ejercemos en nuestra ciudad. Pero hoy las nuevas tecnologías nos muestran buenas prácticas. De ahí mi admiración hacia Barbastro, donde han vivido en una cierta plenitud esta semana, primero porque la lluvia no les ha asediado tanto, segundo porque han tenido respuesta sin aspecto de parcheo para todas las contrariedades, planificación y modelo propio de la Fiesta de Interés Turístico Nacional que es. Y mi alegría por la manera de avanzar de otras ciudades como Monzón, Binéfar, Fraga, Sariñena o Graus, mientras la de Jaca queda fuera de toda duda en su esplendor.

Cada una de ellas, me consta, se ha visto concernida por la aparente fatalidad climatológica. ¿Y la de Huesca? ¿La que conozco? Me gustaría pensar que, efectivamente, vamos a extraer nuestras propias conclusiones. Me agradaría que fuera en un hermoso proceso de reflexión y puesta en común que, desafortunadamente, no es fácil que se produzca. Quizás el liderazgo de las Juntas de Cofradías de Barbastro, de Jaca o de Monzón no se reproduce en la capital, que habrá de aplicar un método de confluencia de voluntades si, realmente, la aspiración a Fiesta de Interés Turístico Nacional avanza. O todos a una, con procesos participativos de Archicofradía y cofradías, o será misión imposible. Conozco la respuesta a tal inquietud, y no es otra que echar balones fuera y culpas a los demás.

Esta de 2024 debe ser la Semana Santa de nuestras vidas. Someter la realidad al pensamiento y concebir la manera de variar y mejorar los hábitos es el imperativo categórico siquiera para el bello propósito de acompañar el importante patrimonio de nuestros conjuntos escultóricos con un nuevo carácter marcado por la capacidad de respuesta y la pulcritud. Es preciso un liderazgo cuya identidad es sencilla, la Archicofradía de la Santísima Vera Cruz y su más de medio milenio de experiencia, pero también es necesario un diálogo -con las cofradías y con los cofrades- para concienciar a todos de que el rigor no es una elección, sino una exigencia. Ahuecar el ala ante inquietudes bien intencionadas de las agrupaciones tampoco es opción.

Mirando hacia el interior de la Semana Santa, contrastaremos en un viaje de más de dos mil años que Jesucristo no se apeó del camino al Calvario ni de la Cruz porque lloviera. Tuvo, a pesar de lo que se crea, elección: renunciar a su humanidad y dejarse llevar por el confort de su personalidad divina. Y, sin embargo, no lo hizo porque se plantó en este valle de lágrimas para la redención de todos. Si Jesús sometido a tal escarnio por caminar contracorriente, con una gran valentía, no lo hizo, ¿no creemos que merece la pena buscar planes B ante la vicisitud -un tanto extemporánea en estos tiempos de cambio climático- de las precipitaciones en forma de agua? Quizás, sólo quizás, no hayamos hecho los deberes con esa máxima empresarial de prepararse para lo peor esperando lo mejor. No es un reproche, una sugerencia simplemente.

No, esta no es la respuesta a una decepción por un año con la exclusiva procesión del Resucitado (que en sí misma ya justifica el fervor alegre de los cristianos). Es una invitación a repensar el modelo de la Semana Santa oscense, que ha de ser antigua pero no vieja, que ha de ser serena pero no apática, porque en cada edición se renueva el compromiso y porque el mensaje en estos tiempos de deshumanización lacerante es profundamente revolucionario.

Es una incitación, a su vez, a tomar las riendas de la Semana Santa sin complejos, con audacia. Jesús no merece, en las procesiones que recuerdan su Pasión y Resurrección, la chapuza ni la dejadez (acompaño este artículo editorial con una fotografía de unas zapatillas que han procesionado esta semana). Ni la comodidad de pensar que la gran Procesión del Santo Entierro es perfecta -la perfección no es de este mundo-, que no lo es. Tampoco la autocomplacencia. No era su carácter, no es su personalidad. Nació con el mejor temperamento y cinceló, como el título cinematográfico, la forja de un rebelde. Si convertimos esta desilusión de la carencia de procesiones en rebeldía y en compasión, sí, la Semana Santa de 2024 habrá sido la mejor de nuestras vidas. Todo está cumplido, en tus manos encomiendo mi espíritu.

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