Sijena, la fe y el escepticismo del observador

La carrera desde la sentencia del Supremo es larga, será enojosa por los obstáculos y requerirá total rotundidad de Aragón

06 de Junio de 2025
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Obras que fueron trasladadas desde el Museo de Lleida al Monasterio de Sijena.
Obras que fueron trasladadas desde el Museo de Lleida al Monasterio de Sijena.

Hace unos años, mi buen amigo Antonio Torres me llamó por teléfono justo después de conocerse la sentencia absolutoria de un caso de corrupción en Aragón. Había comprometido mi confianza en la Justicia al escándalo cierto en el que se manejaron cientos y cientos de millones públicos de forma como mínimo poco decente, pero ya saben aquella diferencia entre la verdad real y la jurídica. Antonio me dijo que tenía razón en mis suspicacias. Ya hacía años que el alcalde jerezano Pedro Pacheco había acuñado su célebre frase de que "la Justicia es un cachondeo". Y mi admirado y querido Mariano Bergua se ceñía a tal expresión y abundaba: "Y, si la conocieras desde dentro, aún estarías más convencido".

Eran tiempos aquellos en los que los aciertos y los errores de los órganos jurídicos eran fundamentalmente atribuibles a la propia Justicia, a pesar de que las correas de transmisión están siempre en el filo de la desconfianza en muchos sectores de población. Nadie, en aquella atmósfera de decoro democrático, osaba levantar la voz contra los dictámenes de poder tan esencial, como sí sucede ahora.

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Recordé hace unos días a Antonio con motivo del alborozo generalizado por la sentencia del Supremo que ordena el retorno de las pinturas murales de la Sala Capitular del Monasterio de Sijena. Me encontré a Juan Yzuel, adalid de Sijena Sí, justificadamente jubiloso. Hablamos apenas unos minutos por mi ajetreada agenda periodística y frené todo atisbo de euforia. Sé que es un recurso fácil, pero le dije que todo dependería de la voluntad de Puigdemont, que ya se había manifestado enojado en esa forma descarada y descarnada que tiene el prófugo de expresarse.

Soy un firme convencido de que, para tener respuestas, como sucede en las empresas, hay que prepararse para los peores escenarios pensando en llegar a los mejores puertos. A fecha de hoy, ocho días después, se confirma el peculiar manual de resistencia desde las instancias de presión catalanas, acostumbradas a obtener réditos desde un modo de violencia que no es física pero sí efectiva: la rebeldía mediante búsqueda de argumentos falaces que convierten en verdades apodícticas para su parroquia. Instituciones, Museo Nacional de Arte de Cataluña y otros lobbys como los arquitectos ya han puesto el grito en el cielo y se han sumado a la negativa del de Waterloo. Aducen la imposibilidad técnica de desgajarlas de su lugar actual y no sorprendería que, como hace unos años, contraten a algún viejo sabio experto que, cheque en mano, les otorgue la razón técnica.

Lo dije hace una semana, cuando el Supremo dictó sentencia, y lo sostengo. La Guardia Civil -como en todo- es la única esperanza, como lo fue en marzo de 2021 al acudir al rescate de las 111 piezas de las parroquias altoaragonesas a Lérida.

La Justicia no son sólo los tribunales, sino la ejecución de las sentencias. Los precedentes de la ley de amnistía y de otros fallos contra natura desde el Constitucional de Conde-Pumpido no auguran lo mejor. Tampoco esas recientes y vergonzosas cesiones como la proclamación de Albares de que corra la fiesta y, cueste lo que cueste, aunque sean 234 millones de euros (38.934 millones de pesetas), el catalán ha de escucharse urbi et orbi por todos los confines de la administración europea. O la habilitación de pinganillos en esa torre de babel posmoderna que va a ser la vacua conferencia de presidentes de esta mañana. 

El camino del retorno, que no admite discusión técnica en estos tiempos de la ingeniería perfecta y la Inteligencia Artificial, ha arrancado desde la sentencia del Supremo. Pero la carrera es larga, será enojosa por los obstáculos y requerirá total rotundidad de Aragón para cerrar un episodio de pillaje que se ha prolongado excesivo tiempo. Se avecinan capítulos que demandarán firmeza en la voluntad, intolerancia a las trampas que, en el trayecto temporal, van a ser dispuestas por el independentismo catalán, que algún día, sin conveniencias políticas, será reconocido como una terrible plaga para la estabilidad del Estado de Derecho en España.

Me declaro dispuesto a recuperar la fe en la Justicia, que depende de sus probos ejercientes y ahora también de quienes asaltan su independencia. Sólo tengo que ver en la Sala Capitular las pinturas murales que tretas abyectas desgajaron del monasterio. Ese día, retiraré de mi cabecera mental la expresión del alcalde Pacheco.

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