El Síndrome de Hubris y la derrota electoral

01 de Junio de 2023
Guardar

Hubris en la mitología griega, Petulantia en la romana, la diosa de la insolencia, la falta de moderación, el orgullo temerario, la arrogancia o la pretensión de que el mundo va contra uno. Son la inspiración del Síndrome de Hubris, o Hybris, al que el doctor británido David Owen ("En el poder y en la enfermedad") puso las bases científicas para definir un trastorno de las personas que pretenden asimilar el poder con la autoridad con la que se autoinvisten. La sintomatología les retrata: ego exacerbado (egocentrismo), excentricidad y desprecio hacia las opiniones ajenas.

Haga, querido lector, un ejercicio con las constantes que he referido y asociará a personajes de la historia esta conducta, algunos muy poco edificantes. Más allá de las características reseñadas, se añaden otras como la autoconfianza desmedida, el supremacismo, la desbocada preocupación por la imagen, la falta de escrúpulos en el uso de los recursos públicos y privados para la victoria, el desprecio por los buenos consejos cuando estorban, el alejamiento de la realidad y, al final, la trinidad de desolación, rabia y rencor cuando los resultados se tuercen. Incapacidad, por tanto, para la autocrítica, incompatibilidad con la diversidad hasta revertir la frustración en arma arrojadiza.

Las elecciones del pasado domingo han desbordado la cantidad de gobernantes en transición que, en los distintos ámbitos territoriales, se han lanzado a una caza de brujas para justificar sus derrotas. Mirar hacia fuera es más cómodo que revisar el interior. La fábula de las alforjas, delante los errores ajenos, detrás los propios. Buscar inquinas ajenas o errores resulta, en el síndrome de Hubris, menos doloroso que salpicar la pretensión de deidad con la consciencia de la imperfección. Lo ha hecho este miércoles el presidente del Gobierno arremetiendo contra los triunfadores, contra los empresarios y contra el mensajero, los medios de comunicación. El alejamiento de la realidad impide ver la composición de periódicos, radios y televisiones, aunque los haya tenido de parte en un porcentaje altísimo. Y de las patronales y las centrales sindicales a las que lleva sometiendo (la verdad es que se dejan muy ricamente) años, algo que por cierto no es exclusivo de ahora ni de Sánchez.

Ya me gustaría a mí que la actitud de alguien tan autoconsiderado como el inquilino de La Moncloa fuera exclusiva de quien tanta ostentación ha hecho de los recursos del Estado, incluso de los de la movilidad. Pero desafortunadamente, la búsqueda de enemigos imaginarios está presente en muchos ámbitos cercanos a nosotros en la derrota electoral. Chivos expiatorios somos muchos, los adeptos a la verdad y los renuentes a ser subyugados por el poder omnímodo. La intolerancia a la adversidad está en la base de esta alergia a la diversidad y al libre albedrío de los ciudadanos. Y no es una buena terapia para lamerse las heridas. Pensar es la clave. Y saber, como dejó sentenciado David Owen, que el trastorno de Hubris es reversible. Si todos lo entendiéramos, concebiríamos el juego de la democracia con más fluidez y armonía, porque pretender perpetuar eternamente la gobernación es asimilar que otros regímenes son legítimos. Y no lo son.

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante