Te vigilan, colega

25 de Octubre de 2022
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John Lennon, que a pesar de ser menos melódico que Paul McCartney, entendía en su friki concepción que la sociedad está controlada por dementes con objetivos absurdos. Aquel tarado asesino de Mark David Chapman descerrajó con cinco tiros al mítico cantante la oportunidad de conocer esta época posmoderna en la que nada es lo que parece y que cambia hacia la ternura la mirada a los robots porque los seres humanos, definitivamente, empezamos a dar mucho miedo. Hace unas semanas, escuchaba en una radio que aventuraban el que ahora se ha conocido como "ES-Alert", el sistema que envía avisos a los teléfonos móviles de todos los ciudadanos ante una posible emergencia o catástrofe. Hoy publicamos que se estrena en el Alto Gállego. El ciudadano biempensante y acrítico quedará complacido porque el bien supremo de la seguridad se garantiza a través de este modelo. El reflexivo, muy probablemente, se preguntará si es preciso invadir sus celulares, esto es, su intimidad y de paso dibujar definitivamente un escenario de viejas distopías, nuevas realidades, como Gran Hermano. Ahí, George Orwell se preguntaba: Si quien controla el pasado, controla el futuro; quien controla el presente, ¿controla el pasado? Quizás el pasado sea nuestro único patrimonio a salvo.

Asistimos como espectadores a los cambios en nuestras vidas. No se puede discrepar sobre seguridad, ni sobre sanidad, ni sobre Defensa, ni sobre la acción social, ni sobre las perspectivas de género, difícilmente de educación, de sanidad si acaso sabiendo que vas a ser asaetado por las administraciones. Llegan los ayuntamientos y, como el de Huesca, anuncian victoriosos que se van a instalar más cámaras para proveer de confianza a los ciudadanos. Así avanza ese mundo en el que nadie se pregunta por la libertad. Este planeta en el que los chinos van a tener 625 millones de cámaras vigilando sus movimientos, esto es, una por cada dos habitantes. En el que los alemanes serán enfocados por más de diez millones de objetivos y los españoles por cerca de cinco.

No deja de ser una nueva versión del despotismo ilustrado. Protegemos al individuo -desprovisto ya de muchas de las condiciones que adornan al ciudadano entre las cuales la fundamental es la posibilidad de darle a elegir- sin informarle previamente, sin preguntarle, sin avisar. Y, de repente, colega lector, usted se da cuenta de que, efectivamente, el sistema ES-Alert implica que tienen intervenidos nuestros teléfonos, como tienen controladas nuestras cuentas, como Facebook a través de sus aplicaciones llega hasta sus marcas de calzoncillos y Google pretenge controlar los historiales médicos de toda la humanidad. Y va usted al supermercado y la camarita está estudiando sus rasgos faciales para inducir sus hábitos de compra. Y acude a la macrotienda textil y le ponen la música a reventar los tímpanos para que compre rápido y deje hueco. Y en la joyería le ambientan con la culta o la tropical para que mire detenidamente y compre más caro. Y se entera de que, gracias a los programas de todas las grandes potencias, hay soldados por ahí con chips que les permiten guerrear sin límites por la eliminación de la sensación del cansancio. Y, claro, cuando alguien como el coronel Baños se atreve a discrepar, pasa a ser enrolado en un pelotón despreciable de adeptos a Putin. Y es que, querido amigo, a usted y a mí nos vigilan, aunque usted se vaya a la cama y crea que al apagar el móvil está libre de las miradas incisivas. Es el mundo del imperativo, el de la democracia comprometida.

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