El test de los miserables: una mano delante y otra detrás

14 de Febrero de 2023
Guardar

Quizás haya pocas reuniones de mezquindades mayor a la que representa un encuentro de editores de prensa de hoy. Se lamen las heridas, aparentan llorar por las mermas de resultados, echan balones fuera por las pérdidas de lectores (siempre nos quedará el "interné") y se comprometen con el falso ídolo que es la digitalización. Es un ambiente falsamente depresivo, se lo aseguro yo que he acudido a unas cuantas. En cuanto concluyen las ponencias (a las que acuden los conferenciantes y los de segundo plano mientras los gerifaltes se toman sus cañas o sus gintonic, depende de la hora), todos se lanzan a la yugular de las viandas, a cada cual más lustrosa. En realidad, el éxito de la organización se mide en la mesa ("La cena de los idiotas") y en las copas nocturnas. De hecho, las primeras horas de la segunda jornada son una odisea en la que se perfilan las ojeras entre abrazos y risotadas tontas.

No sé, tengo para mí que, si se grabaran estos congresos, las bajas audiencias se convertirían en desprecio o, incluso, lástima. ¡Pobres majaderos ellos que presumen de regir los grupos más rimbombantes!

Supongo, por poner un ejemplo, a don Torcuato Luca de Tena ingresado por efecto del túnel del tiempo en una de estas manadas y quedaría abochornado. Se retiraría a sus mundos literarios o, quién sabe, a otras facetas más culturales más gratificantes.

Hoy, los grupos editoriales presumen en medio de una vacuidad digna de lástima. Es cierto que apoyan todas las grandes realizaciones que son cuestiones de Estado (léase Canal Roya) porque, eso sí, tienen metidas las manos hasta el corvejón de las arcas públicas. Y, sin embargo, prescinden de sus grandes trabajadores tras más de treinta años con una mano delante y otra detrás. Esta es una marcha sin fin, un rosario después del que se atiborran a lifaras con sus amigos del poder. Recuerdo a los grandes jefes con los que compartí décadas una frase cada vez que un miembro del diario se iba a desgajar por la circunstancia que fuere: con tantos años de servicio, su salida tiene que ser generosa por parte de la empresa. Mi amigo Alfredo ha padecido, ahora, la ruin actitud del diario de la comunidad vecina. Como hace unas semanas sucedió aquí. Y, sin embargo, tanto uno como otro están felices porque empiezan a descargar la toxicidad de unos empresarios innobles. Han fallado porque, como preconizó Abraham Lincoln, es difícil hacer a un hombre miserable mientras sienta que es digno de sí mismo.

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante