La tolerancia es la mejor religión

13 de Febrero de 2024
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Víctor Hugo, que protagonizó vehementes invectivas en la Asamblea Nacional Francesa en defensa de las inversiones en cultura y educación, propició una frase para la reflexión en aquellos turbulentos momentos: la tolerancia es la mejor religión. No sé cuál es el lugar que ocupa en mis convicciones, si la primera o la segunda -habida cuenta mi confeso catolicismo que defiendo no sólo sin complejos sino pidiendo a los de "mi club" que no se amilanen-, pero sí está situada en primera línea de mi personalidad. Aunque hoy hay mucho sádico (en la extensión del sentido original del Marqués de Sade) que equipara la tolerancia a la debilidad, prefiero identificarme con Antonio Machado cuando expresaba aquello de que que dos y dos sean necesariamente cuatro es una opinión que muchos compartimos, pero, si alguien sinceramente piensa otra cosa, que lo diga.

La mera capacidad de observación induce a constatar que la saturación de mensajes transversales y desordenados que nos inundan está provocando una gran confusión en las encrucijadas en las que se entremezclan desordenados los mensajes absurdos con la proclama de racionalidad. Y no, no estamos sabiendo gestionarlas ni ver las luces que nos indican los caminos, el principal de los cuales es el de la pluralidad para la convivencia. En la línea editorial de EL DIARIO DE HUESCA, lejos de la conveniencia como motor, nos propulsamos a través de la libertad, una convicción que desgraciadamente está en desuso en tantos estamentos de la sociedad, incluidos los medios informativos. El porcentaje de noticias, afirmaciones y pretensiones que alientan muchas de las informaciones que publicamos con las que este escribano no está de acuerdo es más que significativo.

Me inquieta el adoctrinamiento, la miopía y la falta de compasión. Escribió Walt Whitman que le bastaba con saber que es un ser humano aquel al que conocía sin importar si era blanco, negro, judío o musulmán. Es una lección que, en esta sociedad, se predica tanto como tan poco se practica. El nuevo racismo, la nueva xenofobia es la pulsión de echar fuera de nuestra área de debate a aquel que consideramos externo por mera ideología. Es lo que tienen las exacerbaciones doctrinales, la incapacidad de sentir metafóricamente la piel de los demás.

Es incómodo, sí, resulta en ocasiones molesto. Uno puede estar de acuerdo con las movilizaciones del 6F y a la vez recoger las impresiones de las organizaciones agrarias, provocando el enojo de unos y de otros sin entender que cada cual es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Y significar el valor de la legalidad pero aplicando el sentido de la misericordia hacia quienes son ilegales por mor de la crueldad humana, de la injusticia, de la hambruna, de la barbarie, del terrorismo de banda o de Estado. La rigidez mata.

Pero existe una gratificación que recomiendo ejercitar. Escribir líneas como éstas y luego enfilar un diálogo discrepante pero finalmente confluyente con lectores críticos como mi amiga Pilar, que añade a mis reflexiones las motivaciones de la complejidad del mundo diverso en el que estamos. Ese es el valor de la tolerancia. Y es reconfortante, porque se aprende y se enriquece el alma y la mente. Por eso es la mejor religión.

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