Trabajadores, "wanted"

A los empresarios sólo les queda tirar de humor frente a la impotencia en la búsqueda de personal

28 de Julio de 2022
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Esta mañana he estado en la confluencia de los tres grupos de BNI de la provincia. Esas reuniones de empresarios de Barbastro-Monzón-Binéfar-Fraga por un lado, de Huesca y aledaños por otro, y el novedoso de Sabiñánigo-Jaca que son tan hacendosas que se convierten en imposibles para un periodista por horario: se citan a las 6:30 (sí, has leído bien, amigo lector: ¡¡¡6:30!!!) y a las 7.00 son ya máquinas de rodar oportunidades y negocio. Yo pensaba que a esas horas no se podía hacer nada lícito, y estaba profundamente equivocado, aunque también considero que toda actividad de madrugada que no sea de ocio habría de ser declarada inconstitucional. Y sin recurso de apelación posible.

Fuera de chanzas, he escuchado la presentación de cada uno de los asociados. Me sorprende su capacidad de síntesis. Como en el programa 59 segundos pero con 14 menos, cada uno expone en tres cuartas partes de minuto una parte de su actividad. Sigue a una pequeña conferencia de cinco minutos sobre educación en valores. Todo aquí es escueto... salvo el intercambio. Es fascinante ver caras tan despejadas en franjas horarias tan intempestivas. Y estimulante constatar que, habíendose levantado tan temprano, llega la hora del almuerzo y tienen hambre. A mí, con un café, me sobra. Tal es mi falta de energía, salvo en los 3 minutos que he disfrutado de intervención, en los que con Sergio nos hemos abrazado metafóricamente a todos los asistentes en su deseo de lo mejor para EL DIARIO DE HUESCA.

Como buenos españoles, predican con humor. Hoy, particularmente el golpe de efecto ha llegado cuando un integrante de BNI Huesca ha hecho una encuesta que no requería contestación sobre las preferencias entre tres opciones: 1.- Un trabajador formado y motivado. 2.- Un trabajador formado y que se vaya. 3.- Un trabajador sin iniciativa ni interés. No me hagas, amigo, jurar la literalidad de este tridente, porque no puedo garantizarlo. Sin embargo, sí puedo asegurar que la carcajada ha sido olímpica cuando una espontánea respuesta se ha escuchado de una voz femenina: "¡Un trabajador!". ¡Un trabajador! Los empresarios suspiran por incorporar trabajadores, ayunos como están de posibilidades de desarrollar sus negocios al ritmo de su cartera de pedidos.

Estos días, cuando escucho las razonables quejas del sector de los instaladores electricistas y fontaneros, de los talleres de automóviles, de los transportistas, de los hosteleros o de los agricultores, me vienen a la cabeza la máxima de Henry Ford cuando le preguntaban por el riesgo posible de fuga de talentos de su cadena de montaje: "Hay algo peor que formar a un trabajador y que se vaya, que es no formarlo y que se quede". Es cierto que no todo el monte es orégano y no todas las empresas son admirables -de hecho yo conozco alguna que no hace sino sembrar campos de minas a quienes legítimamente salen-, tanto como lo es que el problema de carestía de personal disponible -y no digamos ya del cualificado- pone en evidencia el fracaso del sistema combinado de educación y mercado laboral.

En este impás, las empresas siguen creciendo en conceptos de responsabilidad, de dinamización y de generación de riqueza. Y siempre queda preservada la idea conservadora de Richard Branson, el propietario de Virgin: "Hay que formar a la gente para que se pueda ir y tratarla tan bien como para que se quiera quedar". Pues eso, hoy un trabajador es un diamante, una joya, y nadie querrá desprenderse de él con la condición de que quiera aprender y trabajar. Como en la famosa película, el empresario ante cualquier intento de fichaje exterior, lo tomará entre los brazos y exclamará: "¡Es miiiiiiiiío".

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