No resulta sorprendente lo de las humedades en las pinturas murales de Sijena alojadas, ilegítimamente antes e ilegalmente ahora, en el Museo Nacional de Arte en Cataluña. Estas piezas, que tanto lustre y valor confieren al conjunto museístico con el pequeño detalle de que no son de su propiedad sino consecuencia de un real colonialismo cultural paradójicamente del condado al reino, han sido tradicionalmente maltratadas desde el mismo momento en que hace casi noventa años fueron desarraigadas violentamente de su origen. Ya, después, ni siquiera han que detenerse en las dos ocasiones en las que las desmontaron para exponerlas en el extranjero de una forma insensata y, sobre todo, incoherente con el argumentario independentista catalán. Las han utilizado a su antojo, con alevosía y conscientes de que no son, precisamente, consustanciales al patrimonio cultural catalán.
De ser cierto, que lo será, lo de los humedales es una patada en las gónadas de la presuntuosidad de los supuestos expertos que han desdeñado el conocimiento y pericia de los expertos y técnicos aragoneses, insulto no sólo a la integridad profesional de los nuestros que llevan meses trabajando en medio de un ambiente indiscutiblemente hostil aunque no se manifieste extremadamente. Es, además, una exhibición de una penosa deontología en la vía del compañerismo y de la humildad.
Que nadie por estos lares se llame a engaño. Justo después de la resolución judicial, sostuve en tribuna como esta que el camino de retorno de las pinturas murales de Sijena no iba a ser de rosas, básicamente porque Cataluña se ha instalado definitivamente en la rebeldía contra todo cuanto emana del Estado de Derecho y, consecuentemente, sólo las herramientas de la democracia pueden hacer cumplir la ley. No existe desacato posible en un país moderno a las leyes.
No hay otra opción posible que el retorno de las pinturas murales con todas las garantías que va a ofrecer Aragón con sus técnicos, con la Escyra y con la voluntad política. Hablamos de dignidad y en Cataluña sólo pueden oponer la resistencia absurda y un último recurso que no ha de ser descartado habida cuenta el poderío que viene demostrando el prófugo ante el debilitado gobierno español: la "waterluzación" de las pinturas murales. Esto es, que en el enésimo intento de que Puigdemont convenza a los suyos de aprobar los presupuestos generales del estado, ZP, Illa o cualquier otro representante de Sánchez cometa la indignidad extrema de hacer caso al delincuente amnistiado y ceder a la presión para que en España no se cumpla la ley. Un escenario nada descartable vista la cerrilidad hasta la vulneración legal de políticos, responsables del museo y esa caterva de intelectuales paniaguados y apesebrados con el pecunio de usted, querido lector, y de mí. Que no otra cuestión es la engañosa condonación a la catalana.