El disputado voto de la izquierda transformadora

Carmen García y Luis Arduña. Cambiar Huesca
24 de Marzo de 2023
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Somos de los que piensan que las organizaciones políticas, como las sindicales, son instrumentos esenciales al servicio de la ciudadanía para la construcción de una sociedad democrática. De aquí se deduce que, en primer lugar, las organizaciones políticas son instrumentos, es decir, herramientas para la consecución de diversos objetivos, pero no son, en ningún caso, fines en sí mismas; y, en segundo lugar, que están al servicio de la ciudadanía, de toda la ciudadanía, pero especialmente de aquella que la apoya mediante su voto y de la que, incluso, aunque cada vez en menor medida, se encuentra afiliada a dicha fuerza organizada.

Viendo el panorama, dudamos que las dos premisas se den en la mayor parte de las formaciones políticas, ya sea a la izquierda o a la derecha del espectro ideológico. Muchas de ellas son fines en sí mismas, lo que significa que ponen por encima de cualquier otra consideración su propio mantenimiento y lleva a que se olviden de la segunda, esto es, que están al servicio de la ciudadanía, dirigiendo sus objetivos a adoptar decisiones que están orientadas exclusivamente al servicio del propio partido.

De esta forma, se convierte en algo habitual –casi hasta admitido como natural por una ciudadanía cada vez más desafecta  la renuncia de sus posicionamientos ideológicos en aras de obtener unos buenos resultados electorales que garanticen la obtención de una determinada cuota de poder (indispensable para su subsistencia) o, al menos, los recursos económicos suficientes para mantener sus estructuras burocráticas, una necesidad de recursos que, como hemos visto en los últimos años, lleva también a recurrir a la corrupción y otras prácticas fraudulentas para nutrir las cajas B que garanticen la pervivencia del partido, la extensión de sus redes clientelares y, en ocasiones, el enriquecimiento de sus integrantes más eximios o, al menos, de los más espabilados.

Junto a lo anterior, es también lamentable ver que, en determinadas ocasiones, se trata a esa ciudadanía más concienciada con escasa consideración, encontrando poca o nula receptividad en las organizaciones políticas, precisamente por los “males” indicados: porque esas formaciones, convertidas en fines en sí mismas, no están al servicio de la ciudadanía, sino al suyo propio.

Ante el proceso electoral que se avecina en el ámbito local y autonómico para este mes de mayo, en la ciudad de Huesca, personas diversas que se sienten, piensan y actúan en la izquierda transformadora se reunieron varias veces e hicieron un llamamiento a las organizaciones que se ubican en ese espacio ideológico para que, a través del diálogo y de la puesta en común de propuestas programáticas, fuera posible llegar a la configuración de una candidatura única que aglutinara a todo ese espacio que comparte una visión de la sociedad y un discurso de transformación. El objetivo era articular un sujeto colectivo capaz de confrontar electoralmente y llevar a la institución de gobierno local una representación con, al menos, capacidad para incidir en las políticas municipales. Y si el ejemplo cundía y se trasladaba a toda la provincia, mejor todavía.

De las organizaciones interpeladas por una ciudadanía activa y activista, con ganas de unir y unirse, CHA y EQUO ya dijeron que no a las primeras de cambio y ni siquiera acudieron a las reuniones. Izquierda Unida dijo que sí desde el primer momento y se puso al servicio de esa ciudadanía preocupada. Podemos respondió – al menos lo hizo presencialmente – que lo de la unidad y la articulación de una candidatura común era cosa de las organizaciones, que ellos gestionaban sus tiempos y no había que presionarles, que ellos, una vez evaluados sus intereses electorales provinciales y autonómicos, ya dirían lo que fuera. Transcurrido un tiempo sin más respuesta, ésta llegó en forma de presentación de su propio candidato.

Nos tememos que en las negativas y dilaciones han pesado mucho más las motivaciones sustentadas en el partidismo (que la RAE define como “adhesión o sometimiento a las opiniones de un partido con preferencia a los intereses generales”) que cualesquiera otras consideraciones, como la de pensar, por ejemplo, que la suma de organizaciones y ciudadanía que no forma parte de ellas da un resultado que puede multiplicar las expectativas. La potencia de la unidad es desdeñada por la insignificancia de mantener a toda costa unas siglas que serán, seguramente, irrelevantes.

Cuando en el mes electoral de mayo encontremos a nuestra disposición cuatro o cinco papeletas diferentes en el espacio de la izquierda transformadora que corresponden a partidos y organizaciones que ofrecen análisis muy similares, prácticamente idénticos, para cuya solución ofrecen soluciones muy similares, prácticamente idénticas, no nos extrañe que en la mente del posible votante la pregunta surja de forma inevitable: si piensan lo mismo, ¿por qué no van juntos?.

La respuesta, sin duda, partirá del desaliento. Pero será precisa una necesaria reflexión, puesto que si elegir entre cuatro o cinco papeletas no es lo deseable, tampoco puede servir de excusa para una abstención que otorgue el poder a los de siempre. Y la reflexión, al menos la que nosotros nos hacemos y queremos compartir, es que elegir entre iguales es complicado pero, por eso mismo, es imprescindible considerar y valorar que el fin no justifica los medios, que los partidos sólo son un instrumento y que la papeleta es, ella sí, la llave para responder, desde la honestidad política y la ética, a la transformación social en beneficio de la ciudadanía. Tener presente quién ha tenido clara esa prelación, nos dará, seguramente, el nombre de la candidatura a elegir.

En definitiva, que pese a las apariencias, no todos son iguales. Y vale la pena tenerlo muy presente en el acto de votar.

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