Y después de todo, además, inducen a dudar, a pensar que uno está equivocado, que los sensatos, los comprensivos, los otros, son los autodenominados progres. Después de un tiempo, quizá no muchas décadas, pensarán de nuestra época lo mismo que nosotros pensamos de los que se sentían propietarios de otras personas y se quedaban impasibles cuando hacían lo que querían con ellos y los eliminaban, los mataban, porque para ello tenían derecho. Esto era la esclavitud.
Mal estuvo que la educción católica se sobrepasara demonizando la sexualidad y el placer, y que los radicales no se culpabilizaron cuando afirmaron que en caso de tener que elegir había que salvar al que nacía frente a la madre que quedaba abocada a la muerte. En nuestra cultura, por lo menos algunos, piensan que con ellos, los progres, estamos llegado al no va más. Hasta hablan de los derechos de los animales, (¡En qué poco ha quedado la filosofía y su concepto de “persona”. No saben distinguir entre deberes y derechos!), sin embargo, y a pesar de sus aplomadas pero peregrinas aseveraciones, el que es mero proyecto de hombre, ya es persona. Puede no coincidir el concepto jurídico con el filosófico, pero la ciencia también tiene algo que decir. Ahora, sin más, se defiende la eliminación de efectos indeseados cuando así lo considere la madre, porque el juego democrático de nuestra cultura ha creado un derecho a extirpar cualquier molestia que se considere subjetivamente maligna. Nuestra civilización, rozando la desorientación y sinsentido, una vez más, ha rectificado la naturaleza al hacer de algo tan sorprendentemente grande y misterioso como es que las hembras puedan generar vida, un mero accidente. No siendo poco, tratándose de las hembras humanas éstas han alcanzado la singularidad de ser mujer, porque no solo engendran vida sino que, por encima de cualquier otra hembra, ellas engendran vida con una mente que, madurada aunque sea lentamente, puede proporcionar una peculiar autonomía. Es un logro único que no puede conseguir ningún otro ser de la naturaleza. Esto es tan desconcertante y admirable como enigmático. La frivolidad con que se vive la cotidianeidad nos impide quedar obnubilados ante tal posibilidad solo al alcance de la hembra humana, la mujer. Por el contrario, con motivación antojadiza hemos marcado sobre tal singularidad un derecho discrecional.
El que se queda irremediablemente tetrapléjico después de una accidente consecuencia de una imprudencia, de una borrachera, no tiene otra alternativa que aceptar las consecuencias de su irresponsabilidad, y pensar que entonces las lamentaciones no tienen lugar, y que ya es tarde para no querer haber hecho lo que hizo, emborracharse. Por supuesto tiene derecho al placer, incluso al que proporciona la bebida. Es lícito y justo tener otra valoración del sexo y del placer, pero de esta valoración no está excluida la ineludible aceptación de las consecuencias de un ejercicio irresponsable, como en un accidente.
Siendo una percepción válida, puede haber matices cuando hay razones poderosas mientras ese proyecto de vida, según los científicos, no ha comenzado su elemental actividad neuronal, que es cuando según los filósofos, por la posibilidades que ello conlleva, ya se puede empezar a considerar persona.
Los progres, progros y progresas debían estudiar un poco de historia, en los momentos en que no se dedican a inventar nuevos derechos, y saber que toda sociedad que ha categorizado a las personas ha acabado determinando quienes tenían derecho a vivir y quienes eran un estorbo y, aunque suene mal, hacer difícil eludir que hay quien tiene que matar, y todo esto desde el derecho absoluto a decidir que es lo que ellos defienden, pues para eso son progres. No les da barniz de ecuanimidad poner el acento y manifestar su desprecio a las barbaridades de épocas de atrocidades, lejanas algunas, pero, otras, coetáneas de los que somos mayores, en que hubo quienes categorizaron a las personas. Fue al final tras un periodo de decadencia. A nuestra decadencia también están contribuyendo los prohombres y promujeres de la Patria.