Miguel Ángel Fustero

En política, no debiera valer todo

Ex coordinador general de Izquierda Unida en Aragón
12 de Julio de 2023
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Miguel Ángel Fustero
Miguel Ángel Fustero

Desde hace bastante tiempo, la decadencia de la política, el descrédito de los políticos, la desconfianza en los partidos, es algo que percibe la ciudadanía.  Hasta tal punto lo percibe que la desafección por la política es cada vez mayor, la incredulidad  por parte de los representados hacia sus representantes palpable, la escasa participación no artificial -más allá de quienes viven de la política, los militantes, curiosos o que siguen modas, eslóganes, titulares, soflamas y poco más  …- también va en aumento, ahora y salvo excepciones, ni con los fieles se llenan plazas de toros en los mítines, muchos actos se nota que son realizados exclusivamente para las tomas de la televisión, etcéterea.  Y esto perjudica a todos, a todos y quienes ayer u hoy salgan beneficiados, mañana pueden salir perjudicados y lamentarse.  

¿Causas, responsables? Muchas causas, no solo un factor ha traído hasta aquí, responsables, tampoco son únicamente los políticos.

En estos sacos cabe meter de igual manera a los potentes grupos mediáticos que lejos de informar, distorsionan la realidad, confunden información con opinión y siempre actúan en favor de determinados intereses.  Las redes sociales o mejor dicho quienes las controlan y manipulan.  Los poderes y poderosos que no se presentan a elecciones, a los que les interesan gobiernos dependientes, débiles, que perpetúen un modelo en el que la gente piense poco y casi nunca por sí misma, así es más dócil, doblegable, dominable, no les interesa que la mujer o el hombre de a píe, opine sin condicionantes ni  filtros, participe, compare lo más objetivamente posible, etcétera, no quieren que se puedan organizar y ofrecer resistencia a su despotismo, para así seguir aumentando obscenamente su poder y pingües beneficios. Y también una buena parte de la sociedad es responsable, por ser fácilmente convencible, muy dada a generalizar, a dejarse llevar por la corriente, instalada en su zona de confort, criticando y censurando a todo lo que se menea, pero en el fondo no haciendo nada o casi nada para que algo cambie y tragando con una concepción de la democracia consistente únicamente en votar cada cuatro años.

Un ejemplo de todo esto es la actual campaña electoral y en cierta medida también lo fueron las anteriores. ¿Por qué digo esto? Es bastante claro, la campaña electoral es todo menos el rendir cuentas de lo hecho, plantear a futuro lo que se debe hacer, cada opción política desde su punto de vista, contrastando opiniones, proyectos, tratando de priorizar el interés general, de ilusionar sin prometer las cosas que de antemano se sabe no se pueden llevar a cabo, afrontando  los problemas que de verdad preocupan a la gente, dando alternativas, soluciones, con educación democrática, con cierto nivel intelectual, ideológico, cultural, pedagógico, desde el respeto al adversario como debiera ser condición sine-qua-non para todos en un sistema como el nuestro.  

Todo esto es prostituido por una especie de circo donde el método más frecuente es el insulto, la descalificación, el ataque personal, la manipulación de los datos, la mezcla de temas y situaciones que no vienen a cuento, el decir lo que se quiere escuchar, la apelación constante a las vísceras obviando el raciocinio, la argumentación, el utilizar como moneda de curso legal la mentira, la negación a cualquier punto de encuentro que pueda redundar en el bien común. 

Ni siquiera en los debates hay el mínimo respeto y ejemplo de cómo debe debatirse -las interrupciones y las tretas están al orden del día-, para nada escuchando lo que dice el adversario y cuando es tu turno, dando tu punto de vista, de tal forma que quienes ven, escuchan o leen, fijen su propio criterio sin engaños.  Hasta tal punto llega esta deriva, que el lunes pasado, en el debate emitido por Atresmedia, sin entrar en quién gano o perdió el citado debate entre Sánchez y Feijóo, dos buenos profesionales del periodismo como Ana Pastor y Vicente Vallés no estuvieron a la altura y permitieron este estilo zafio, burdo, bronco,…

Todo esto ya está trayendo consecuencias para la democracia, así podemos observar lo efímero de algunas organizaciones política, ¿Qué quedará de Ciudadanos y Podemos cuando pasen estas elecciones, cuando no hace tanto, unos hablaban de sorpaso al PP y otros de conquistar el cielo? ¿Dónde están esos que se titulaban líderes, líderes de qué?

¿Alguien se imagina a muchos de los actuales, teniendo que tratar algo como fue en España la transición democrática, tras una guerra y 40 años de dictatura, es imaginable la búsqueda del consenso como arte consistente en la cesión de las partes, la altura de miras, el no obsesionarse con el pasado únicamente y poner la vista en el futuro desde un presente complejo? Aunque hablemos de tiempos y situaciones diferentes, ¿esto sería posible ahora?

Consecuencias como la aparición de los que yo llamo “salvadores de la patria”, eso sí, una patria de cartón piedra, de palabras huecas, de simulación democrática, cuando en realidad se añora más el pasado reaccionario que vivió este país que otra cosa. 

Por no olvidar a quienes solo buscan su único interés, desgastar, trocear, debilitar, cuestionar al Estado como auténticas sanguijuelas en un cuerpo humano, para que la independencia se abra paso, una independencia que si se diera, sería cualquier cosa menos justa social, económica y culturalmente hablando. Y sería así porque quienes la propugnan e impulsan, nunca fueron clases medias y bajas, gentes que se han de ganar el corrusco cada día, a quienes nadie regala nada, que les cuesta mucho sacrificio llegar a fin de mes, con problemas cotidianos que no tienen los  exiliados en palacios, ni los profesionales del régimen de un honorable que junto a toda su parentela defendía una región pero evadía los impuestos para sostener a esta y se las llevaba puestas a paraísos fiscales, aunque ahora de eso no se quiera hablar.  Estos proselitistas y reconvertidos independentistas, que en  el pasado eran segundas y terceras filas y que ahora han pasado a las primeras, no olvidando tampoco, a  algunos que siguen ambiguos, sin autocrítica y menos pedir perdón  y que ahora dicen  defender la paz, pero no hace tanto no condenaron la violencia indiscriminada. 

De todos estos tenemos en España, no es difícil saber a quiénes me refiero y también en el mundo, Trump, Putin, Bolsonaro, Meloni, ….

Harán mal quienes entren en este juego y piensen que el fin justifica los medios, que sirve la máxima de cuanto peor este el adversario mejor me va a ir a mí, quienes no tengan empacho en socavar los principios, los valores, haciendo lo que sea, con tal de llegar al poder, de pactar con quien sea, haciendo concesiones en lo que haga falta, para obtener el sillón, …

De estos también tenemos en España, en los partidos, hacia fuera y en los partidos, hacia dentro.  No sé que pasará el día 23 de julio, pero veremos la participación en algunos sectores o espacios políticos y veremos cómo desde dentro, desleal y egoístamente, algunos próceres ya  han hecho suficiente daño al propio, han ejercido de colaboradores necesarios, favoreciendo al teórico adversario.   

Sí, sí, son los gurús, los que creen poseer verdades absolutas, los ex, los que se escuchan a sí mismo ególatramente, los que se consideran imprescindibles, los mafiosos, los que tienen sentido patrimonial de las organizaciones, las banderas, los países, …. también es fácil saber a quienes me refiero.

Eso, por no entrar en quienes, si no ganan o salen triunfantes sus postulados, cuestionan el modelo, insinúan pucherazos, … demócratas de pacotilla, frívolas psicópatas que confunde la libertad con la diversión y también esto tiene nombres y apellidos, solo hay que tener memoria o ir a las hemerotecas.

No, no vale todo en política, yo tengo mi criterio y casi todo el mundo lo sabe, estaré donde he estado desde hace más de 40 años, con los más débiles, vulnerables, con los trabajadores, con quienes lo están pasando mal, con los de abajo, con quienes son injustamente tratados, con las generaciones venideras donde no todos lo tienen tan fácil, con quienes han luchado toda su vida por los demás, con los demócratas de verdad, de eso no cabe duda, yo ni me pongo de perfil, ni permanezco a caballo de la tapia como vulgarmente se dice, yo me he mojado siempre y me volveré a mojar.  Ahora bien, lo que está siendo hoy la política, no me gusta nada.  No me gusta nada y me preocupa hacia donde está derivando y sus consecuencias. 

No observarlo así cuando menos es de miopía política, cuando no en algunos casos, de poco sentido sobre lo que es la democracia real y no formal, desprecio a la historia de este país, ceguera ante el supuesto poder, aunque tampoco seamos quienes verdaderamente vamos a gobernar, en todo caso presiden, obsesionados en los votos, los sillones, los puestos, el corporativismo y profesionalización sin más de la cosa pública.  Quizá sea el momento de hablar de regeneración, de punto de inflexión en este desdichado desatino, de reivindicación de la política con mayúsculas, de la democracia como elemento esencial y por eso, yo, humildemente pienso que “en política, no debiera valer todo”

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