La ermita de las Mártires santa Nunilo y Santa Alodia, en el tozal que recibe el nombre por ellas, eventualmente popular, sobre todo por Santa Águeda, no ha abierto estos últimos años. Venía bien decir que era por la pandemia. Este año tampoco ha abierto. Lo cierto es que sus condiciones de estabilidad no solo son frágiles sino amenazantes. Al margen del valor de su arquitectura, ciertamente escaso, podría mencionarse el significado histórico que en Huesca tiene este edificio desde la Edad Media. Es razón para seguir cuidándola, sin olvidar las posibilidades que ofrece para una religiosidad popular con vida propia frente a una dogmática oficial que se tambalea. Pero no me refiero a todo esto sino a las piezas de valor artístico y patrimonial que contiene.
Si colapsa, lo cual es previsible desde hace años, lo hará por la cabecera. Así lo indican los testigos de obra que ya están rotos. Entonces de forma razonable se puede prever que desaparecerá la talla medieval del Cristo, situado en cabecera. Esta talla por ser de aquella época ya es estimable, sin tener que hacer referencia a su significado religioso. La talla procede de un trascoro de la Catedral de Huesca. Cerca de ella hay parte de un apostolado cuyos lienzos del siglo XVII, fueron adaptados al lugar cuando aquí se colocaron. Hay otro lienzo del siglo XVII de un mismo conjunto formado por otro, actualmente en la ermita Cillas, y otro que, procedente de las Mártires, ya está custodiado en el Museo diocesano. Todos ellos vienen de conventos, y previsiblemente llegaron aquí a raíz de la Desamortización. Esta ermita nunca ha tenido recursos como para conseguir un mobiliario destacado, pero lo ha tenido. Al estar en la demarcación de la Catedral debió ser el último reducto a donde enviar las piezas en desuso que allí ya no servían. De aquí proceden dos tablas medievales, ya en el Museo diocesano, que acabaron siendo reutilizadas en un armario de la ermita. Otra tabla incompleta de este retablo dedicado a Santa Bárbara, fue subastada en Suiza el pasado mes de mayo. También contiene esculturas de relativo valor estético pero interesantes por ser medievales, o al menos antiguas, entre ellas la de Santa Águeda, especialmente significativa para las mujeres, por estas fechas.
Pues bien, todo esto está abandonado a su suerte, y puede desaparecer en cualquier momento. Una vez más no se podrá aducir imprevisión pues los indicios son tan elocuentes como la desidia. Las edificaciones adjuntas a la ermita fueron reclamadas por el Ayuntamiento, cosa que no sucedió con la ermita porque suponía más carga que beneficio. De nuevo, y parece que esto habrá que hacerlo con reiteración, hay que recordar que la administración de la Diócesis no puede mantener todo el patrimonio que posee en propiedad, pero si esto es grave, más lo es que sus gestores no están abiertos a otras formas de administración.
Publiqué hace dos meses otros trabajos de opinión en este mismo periódico, que están siendo muy leídos fuera de Huesca, relacionados con la urgente búsqueda de otro forma de gestionar el patrimonio que, aunque en posesión exclusiva de la Iglesia española, es patrimonio común. En la línea entonces manifestada urge ya, en Huesca, donde los recursos están mal gestionados, y faltan ideas e iniciativa, la formación de una entidad que, sin ser independiente de la iglesia, tenga suficiente autonomía para administrarlo y gestionarlo, como sucede con Cáritas y la administración de los recursos solidarios. La solución excluye a la administración del Estado que no está conservando todo lo que pertenece a su ámbito de gestión. Debe ser una entidad que gestione fondos y que deje al margen de reinterpretación las voluntades y sisar los legados dejados para la conservación del Patrimonio. Lo que razonablemente ahora es posible, puede, por incuria manifiesta, ser objeto de apetencias según quién se haga con el poder político. No hace falta ser ni agorero ni vidente, sino tener presente nuestra historia española reciente y lo que está sucediendo en el ámbito eclesiástico de Huesca.