En las últimas semanas han salido varias noticias que han monopolizado el panorama periodístico, tanto general como económico. Da igual por dónde abran los periódicos, mencionan que hubo (presuntamente) malversación en la compra de mascarillas por parte del exministro José Luis Ábalos y la mayor parte de su ministerio. También la comisión nacional de los mercados y de la competencia le ha enmendado la plana al actual ministro Óscar Puente (mientras usa dinero público para ver si en los medios de comunicación le llaman feo o cheposo). Por otro lado, este gobierno ha comprado, con el dinero de todos, más del 6% de Telefónica y ha puesto como consejero en la compañía a un amigo del PSOE como es Carlos Ocaña, con un sueldo inmejorable. Sin hablar de que el miércoles 5 de junio volvieron a aprobar una ayuda para dar descuentos, durante el verano, a los jóvenes en trenes y autobuses (para nada es una medida populista destinada a ganar el voto de este colectivo en las elecciones europeas).
No seré yo quien diga que esos asuntos no sean graves. Al contrario. Son tan relevantes que deberían ser motivo de renuncias, dimisiones o cesaciones. Una única de estas noticias sería indicativo de una mala acción, sin embargo, todas las noticias anteriores juntas (y muchas más), sólo muestran una manera de gestionar. Es una gestión cortoplacista y de extracción de rentas. En otras palabras, estas personas en el poder ven la política como el instrumento para conseguir el máximo beneficio en el menor tiempo posible. Y es en las elecciones donde esta clase de gestión tiene que ser refrendada.
¿Tiene algún efecto esta mala gestión sobre nosotros? Sí, pero el daño de esta mala gestión sólo durará mientras duren los malos gestores.
Sin embargo, no es la gestión lo más peligroso ni lo más importante, sino las decisiones que afectan a nuestro día a día y que provocan un empobrecimiento de la sociedad. De estas también tenemos una larga lista de ejemplos, desde la prohibición del coche de gasolina/diésel en 2030, hasta la desastrosa ley de vivienda. Y esta semana se ha perpetrado otro acto contra nuestro bienestar del que nadie ha dicho nada.
Desde el 1 de enero del 2022 en España las empresas de más de 20 millones de euros de base imponible no pueden tributar menos del 15%. Esta semana han ampliado más esta legislación añadiendo todos los supuestos de una directiva europea. Lo que equivale a decir que las empresas más ricas y productivas españolas ahora van estar aún más asfixiadas por parte de la ministra María Jesús Montero.
Sé lo que están pensando ¿De verdad afecta esto a la vida diaria mucho más que todos los casos anteriormente citados? Y aunque no lo crean, sí. Esto es más importante de lo que pueden pensar.
La tributación de las empresas es muy similar a los impuestos personales. Cuando se hace la declaración de la renta hay casilla de reducciones y deducciones. Esta ayuda se da porque el gobierno quiere incentivar algo. Hay deducción por nacimiento, adopción, donación a algunas instituciones, etcétera. Sin embargo, nosotros no solemos modificar mucho nuestro estilo de vida por dichas ayudas fiscales. Nadie va a tener un hijo porque le quiten un poco de impuestos. Nadie va a vivir en un pueblo con riesgo de despoblación por una deducción de 600 euros. Pero las empresas sí actúan en función a la legislación tributaria.
Las empresas están al servicio de sus dueños y su único objetivo es ganar dinero. El resto es secundario. Por eso las deducciones son tan importantes. Existen deducciones por contratación de colectivos vulnerables, por inversión en I+D+i, por producciones cinematográficas, por cuidado del medioambiente, etcétera.
La mayor parte de estas deducciones la realizan las empresas grandes. Así que hay que preguntarse ¿Qué interés tendrá una gran empresa en realizar todas esas acciones si no se las puede deducir?
Las decisiones empresariales afectan al largo plazo. No porque venga un nuevo gestor que elimine esta tributación mínima empezarán las empresas de nuevo a realizar su labor social. Se tardará años en recuperar lo que una decisión ha destruido en un minuto.