José Torres Remírez. Hoy, contra el SMI

Fe

Miembro de la Asociación Española de Derecho y Economía
24 de Marzo de 2024
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Sería cerca de la media noche cuando, arrodillado en el Santo Sepulcro, con la iglesia vacía, a excepción de un cura ortodoxo y mi padre, sentí el peso de los años y la historia. No estaba en un lugar cualquiera. Hasta ahí habían ido a depositar sus deseos, anhelos, miedos y plegarias millones de personas durante siglos. Quizás esa no sea la tumba de Cristo, pero la gente ha decidido creer.

Hoy es el Domingo de Ramos, lo que quiere decir que la Semana Santa empieza. Se desempolvan las tallas de cristos redentores y piedades. Las iglesias se llenan de devotos que se acuerdan de que sus madres les bautizaron y en las noticias oímos los lamentos de cofrades andaluces que no han podido salir por la lluvia. 

Por la parte económica, nos felicitamos por el porcentaje de ocupación hotelera, el número de visitantes extranjeros y hasta los que nos quedamos en casa salimos más a los restaurantes. Eso es lo único que preocupa en la economía. El incremento en la actividad económica que pueda generar estas fechas señaladas. Aunque tranquilícense, en 15 días los economistas dejarán de pensar en la religión y no se acordarán de los católicos hasta las fechas navideñas.

Y justamente eso, que los economistas olvidemos la fe, es uno de los mayores errores de nuestros días.

La economía no se basa en gastar, como nos han intentado decir los economistas actuales basados en las ideas de un inglés llamado Keynes. Y si esa idea ha proliferado es porque a los gestores públicos les viene bien que se gaste. Gastar significa pensar en el corto plazo. Y como los políticos sólo duran cuatro años, pues no hay nada mejor que fomentar el gasto para que se vean resultados mediocres. Cuando si se incentivara el largo plazo, los resultados finales serían extraordinarios.

El capitalismo se basa, aunque sea una obviedad, en el capital. Uno no obtiene capital gastando, sino ahorrando. Ahorrando para un futuro, que como todo futuro es incierto. Y siendo el futuro incierto, aún hay gente que ahorra, porque hay algo en el futuro en lo que tienen fe.

¿En qué se debe tener fe? Los políticos deberían tener fe en la patria. Pensar que la nación que uno está gestionando no es suya durante cuatro años, sino que debe dejar algo mejor. En cambio, llegan al poder personas que no tienen esa esperanza y sólo piensan en extraer todas las rentas posibles durante sus años de mandato, aunque sea a costa de mascarillas, maletas, aerolíneas o conexiones marroquíes.

El ejemplo que da la autoridad cala en la sociedad y vemos personas pensando en el corto plazo. Son ya un porcentaje importante aquellos que solo gastan e intentan obtener rentas que no les pertenecen. De ahí todos los que, con triquiñuelas, medias verdades y engaños, consiguen una ayuda, subvención o transferencia en vez de ganarse la vida con su esfuerzo.

Aunque aún queda gente creyente. Puede que no sepan que lo son, pero si hay esperanza, es por su fe. Creen en lo más importante, la Sagrada Familia.

Las personas con fe en su familia cambian su manera de ser. Ya no piensan en el corto plazo, piensan en el futuro. Ya no hay que pensar en marcharse este año de viaje a Italia, Grecia o Yucatán, sino en conseguir quitarse deuda, en ahorrar para las necesidades que pueda haber en el futuro. El ahorro es el primer paso. Pero no el único. Las personas con familia piensan en mejorar su estatus laboral para poder conseguir más recursos. Y si laboralmente no pueden, aportan a su familia lo más importante, su tiempo.

Lo que compran las familias es siempre pensando en el mañana. En que dure. No por tacañería, sino para poder usarlo si surge la necesidad en el futuro.

Y no sólo se ve esta fe en la familia con propuestas materialistas, sino educando a sus hijos en algo tan difícil como son los valores. Cada familia es distinta, pero aquellas con fe en sí mismas siempre inculcan el valor de la lealtad, el valor de la palabra y el valor del esfuerzo. Porque no existe futuro, ni económico ni personal, sin ninguno de estos valores.

Los padres y las madres son los héroes de sus hijos cuando son pequeños. Y mientras los hijos son pequeños, son la razón de sus padres para ser mejores. Ahora que los hijos somos mayores, es momento de mirar al futuro, y tenemos fe, por la sencilla razón de no querer decepcionar a todos aquellos que nos antecedieron. 

Quizás cada vez seamos menos los que pensemos en el largo plazo. Pero nadie ha dicho que tener fe sea sencillo. Creer en algo que no ves es difícil, y más en la economía, cuyas recompensas a corto plazo son tan tentadoras. Pero, de vez en cuando, aún veo a padres por la calle cogiendo de la mano a sus hijos, contándoles historietas inventadas y a madres corriendo detrás de infantes escapistas, y me doy cuenta de que aún hay fe en la Sagrada Familia.

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