José Martín-Retortillo

Hablar de carreteras en la provincia

27 de Enero de 2023
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Hablar de carreteras en la provincia me parece buena cosa al empezar el nuevo año que viene con panorama electoral a la vista. Escribiré de cuatro asuntos, no por humildes aparentemente, no menos importantes. No está de menos seguir reflexionando sobre Huesca, una provincia con muchos retos y tantas posibilidades, donde persiste el combate por paliar el déficit de infraestructuras viarias y donde todavía no se ha hecho demasiado por las carreteras e infraestructuras pendientes.

Hablaré de lo doméstico, de las inversiones que ponen a prueba el sentido autonómico, ahora que se han celebrado cuarenta años del estatuto de autonomía. No lo haré de las inversiones ministeriales, para ir ultimando las autovías de Pamplona Jaca, de Siétamo a Huesca, variante de Sabiñánigo, o los accesos a Benasque y otras obras y proyectos de la N-260, muy precisas, como el túnel de la cerrada de Jánovas, para la finalización de Fiscal a Boltaña, o la 2+1 de Benabarre Sopeira en la N-230.  Buenas son y más lo serán cuando se concluyan que no es imprudente decir que ya va tocando.

Huesca es una provincia montañosa, desde la capital hacia el norte, caracterizada por tener el más alto Pirineo, y por ser la sexta en extensión, tanta como más del doble del País Vasco entero, (no es de extrañar que algunos se quieran comer Navarra para ampliar superficie). Con 15.560 kilómetros cuadrados, debajo de la tapia pirenaica, que es preciso insistir en que hay que ir perforando, con los valles situados de norte a sur, por los ríos de la escorrentía pirenaica. La opción, en teoría, es aumentar las comunicaciones este oeste, que son los objetivos que atienden las Nacionales 260 y 240. Pero quiero ir a lo humilde, porque se hace poco, a pesar de los esfuerzos de la Diputación oscense, perjudicada mientras se repartan los dineros en buena parte atendiendo a los datos de población. Debiera haber algún factor corrector atendiendo a datos de superficie y de orografía, y conseguirlo no deja de ser un reto, mucho más que una quimera. De cuatro cosas hablo:

Décadas llevan para unir Lierta con Arascués, en el Somontano oscense, el piedemonte de Gratal. No se si los Ayuntamientos tienen alguna fuerza, pero las oportunidades hay que buscarlas, que ya las hubo.

De Naval a Bárcabo y a Colungo, se habló y se habló desde que se hizo la variante de Abizanda, por Suelves. Ahora hasta allí la acomete la Diputación.

Del eje norte de Guara, de Bara a Las Bellostas, se va hablando, que con los trámites ambientales parece que avanzan, pero se está consiguiendo lo contrario de lo conveniente, retrasar y entorpecer su realización. Parece que la opción es dejarnos de jardín para el turismo de naturaleza (cuando viene) y para el entretenimiento de la burocracia ambiental.

 Por último, el más importante, sabiendo la obviedad de que hay mucho más por hacer, el túnel de Coll de Vent, para unir Aren e Iscles, desde el Noguera Ribagorzana, a Riguala y Serraduy, cerca de Roda, en el Isábena, como forma de paliar déficits importantes en territorios con medio físico no especialmente rico.

No sé qué se ha hecho nuevo en carreteras, en el mandato que acaba, por el gobierno de Aragón. Quizá se abarca demasiado y no hay conciencia de su extensión. Quizá alguna carretera se debería devolver a la administración central, (cosa difícil de entender en el lenguaje político), o bien, aumentar en mucho más los medios técnicos, humanos y económicos de Aragón, porque en el traspaso que se hizo en su día, se quedó la autonomía con casi todo.

Lo cierto es que luego el aumento de burocracia no trae mejores realidades ni medios, y estamos en tiempos de relativa pobreza.   La provincia altoaragonesa es una suerte por muchos motivos, pero requiere más unión en lograr su mejora, porque es un territorio extenso, difícil, montañoso, con poca población, medios e influencia, que reclama apoyos singulares, donde la alternativa es luchar sin parar por mejorar las comunicaciones, incluso las más humildes, como estas cuatro.

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