José Torres Remírez. Hoy, contra el SMI

Imbéciles selectos

Miembro de la Asociación Española de Derecho y Economía
03 de Diciembre de 2023
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José Torres Remírez. Hoy, contra el SMI
José Torres Remírez. Hoy, contra el SMI

Hay días tontos y tontos todos los días. Eso dice mi amigo Manuel. A lo que añado que hay tontos en todos los lugares. Son una especie de plaga. Los más peligrosos son aquellos que se escudan en sus títulos para dar más prestigio a sus opiniones. Si una persona es imbécil, sólo dirá imbecilidades.

Esta semana ha salido a la palestra la opinión de la economista Corinne Maier instándonos a tener menos niños, con el fin de ir vaciando el planeta. Su ensayo tiene frases tan maternales como “Criar a un hijo es una pesada carga”. No voy a dar mi opinión sobre la catadura moral de esta señora, sino que sólo atenderé a las ideas económicas que defiende. Aunque permitan que señale que esta indeseable tiene dos hijos, pero luego nos pide a los demás que no tengamos. Sobran los calificativos.

Esta mujer escuda su idea, la de no tener hijos o del antinatalismo, en una teoría muy extendida llamada “Decrecentismo”; por cierto, la española Yayo Herrero es una de las grandes referentes de esta teoría. Tontos hay en todos lados.

 ¿Qué es el decrecentismo? Es una idea muy sencilla, si seguimos consumiendo los recursos naturales como lo hacemos hasta ahora, estos se acabarán muy pronto y entonces las generaciones futuras no tendrán nada. Así que para que haya futuro hay que reducir nuestro consumo. Y de ahí parten ideas como la de prohibir los vuelos cortos, defendida por Yolanda Díaz, la prohibición del coche de combustión en el 2035, aprobada por Pedro Sánchez, o la de eliminar todas las centrales de carbón y quedarnos sólo con las energías renovables. Y, por supuesto, la de reducir la población mundial teniendo menos hijos. Todo sea para darle un futuro al futuro.

Nadie podría negarse a sacrificarse por sus hijos o por sus nietos. Y mucha gente cuando escucha esto hasta se convence y defiende con más ahínco la idea del decrecentismo. Fanáticos en busca de una religión laica.  

Les comento cuáles son las consecuencias del decrecentismo. Nosotros, ustedes y yo, con el decrecentismo viviremos en peores condiciones. Si tenemos que dejar de usar carbón y petróleo para calentarnos y sólo usar las energías renovables, ¿qué le pasará a nuestra factura de la luz? Un cambio radical. La energía obtenida con renovables es cara y no es constante; por lo que sufriríamos una luz cara y con alto riesgo a cortes de energía cuando tengamos un pico de consumo o cuando no haya suficiente generación por parte de los ríos, el aire o el sol.

Con respecto a los aviones, también es un gran problema, se eliminarían las compañías de bajo coste y el mercado se restringirá a unas pocas compañías. Los billetes costarían hasta diez veces más que ahora. Comparen un billete en una compañía de bajo coste y luego en una de las denominadas clásicas. Los precios pueden variar entre 5 a 10 veces. Así que dejaríamos de viajar. De conocer. De explorar. Tampoco es que pudiéramos viajar mucho por nuestro propio país, ya que, si los coches de combustión están prohibidos, sólo podrían moverse en transporte público o en coche eléctrico. El coche eléctrico es un producto de lujo (vean los precios) y la red de transporte público es pésima, y no se mejorará mucho si tenemos que reducir las emisiones.

En definitiva, vean una foto de su pueblo en 1920 y verán lo que quieren los decrecentistas. Parece que estoy llevando sus argumentos al absurdo, pero desgraciadamente, estas son las consecuencias de sus ideas. Nosotros en 1920 pero los ricos (y los mandatarios) con todas las comodidades que puede comprar el dinero.

Los decrecentistas no son imbéciles por pensar así, sino porque se olvidan del mayor recurso que tenemos: el propio ser humano. Desde el origen de los tiempos el ser humano ha ideado maneras de mejorar su vida y las ha llevado a cabo. Con un crecimiento exponencial desde que al ingenio se unió el sistema capitalista y la revolución industrial. Usamos menos recursos por persona ahora que hace doscientos años y vivimos con unas comodidades inimaginables hace tan solo cincuenta años. 

Por lo que el que defienda el decrecentismo o es imbécil o peor, es mala persona.

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