Pilar Lachén

La inocencia de los inocentes

29 de Diciembre de 2022
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Parece que, en algunos casos, hayamos retrocedido cientos de años en cómo tratar a nuestros niños. Y no me refiero a aquellos que viven confortablemente en los hogares en los que los padres son responsables, velan por su tranquilidad y su seguridad, les alimentan, van al colegio, y todas esas cosas que consideramos normales en nuestra sociedad.

Pero no hay que ir muy lejos, y menos en esta sociedad que está en constante e instantánea comunicación, para ver como otros muchos carecen de lo más básico para vivir. Ya no menciono a aquellos que viven en países en guerra, en aquellos donde la miseria y el hambre es el pan nuestro de cada día.

¿Qué estamos haciendo nosotros, adultos hechos y derechos con estos pequeños? En nuestra sociedad de primera hablamos de bullying, de niños que sufren las consecuencias de familias desestructuradas, de fracaso escolar, de no tener alimento que llevarles a la boca, de recurrir a organizaciones que ayuden a que sonrían con el estómago lleno y una ropa y un calzado decente.

En ocasiones, me siento mal como madre. Mi hija puede estudiar aquello que le gusta, puede comer todos los días, puede vestirse y, por lo general, sonríe casi todos los días. Ya no es una niña, pero procuré inculcarle el respeto, la empatía, la ayuda a los demás. Ahora bien, las influencias externas también entran en cuenta, aunque creo que, por una vez, hice bien mi trabajo. Pero hay muchos pequeños que no pueden tener una vida así y el camino hacia la salida del mundo en el que viven es arduo y casi imposible.

Vivimos en un mundo nada globalizado en lo que se refiere a nuestros pequeños. Todo avanza, todo fluye, pero los que han tenido menos suerte, permanecen en el olvido de esa gran globalización que nos permite, a un toque de dedo, pasar las imágenes de sus vidas impredecibles. Benditos inocentes que no saben que están acabando con su inocencia.

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