Joaquín Callabed

La literatura como voz de los oprimidos en Irlanda

04 de Octubre de 2022
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La literatura es a veces la voz de los oprimidos, de los enamorados y de los que no tienen voz. Según Seamus Heaney, escritor irlandés y Premio Nobel de Literatura, "Irlanda es uno de esos lugares donde el escritor está en el cruce entre la ambición artística, la implicación política y la conciencia de la patria".

Algo de todo esto puede verse en el Dublin Writters Museum. Su finalidad es promocionar la literatura y celebrar actividades relacionadas con la vida irlandesa y la vida y obra de escritores irlandeses. Un bello ejemplo a seguir.

Irlanda tiene cuatro premios Nobel: Samuel Becket, Bernard Shaw, Yeats y Heaney. La literatura recoge la respuesta a la severidad de la Junta Irlandesa, muy rígida en temas de sexo, religión, política y opiniones de carácter social. Hay un profundo amor por el mundo rural.

El museo describe la historia de la literatura irlandesa hasta el gran resurgimiento de finales del siglo XIX con Lady Gregory y Yeats. Otros escritores como Swift, con Los viajes de Gulliver, aportan una sátira ácida con los políticos, la sociedad y la humanidad en general.

Bernard Shaw, una voz poderosa que nadie pudo ignorar, era proclive al escándalo: "Me costó veinte años de ser torpe y aburrido llegar a ser aceptado como persona seria por el público británico".

Oscar Wilde tiene recogidas algunas frases. "Perder al padre es una desgracia. Perder a la madre es una falta de atención". "Airear los trapos limpios". "Saber el precio de todo y el valor de nada". Fue condenado a dos años de cárcel y, tras cumplir su condena, marchó a París, donde murió a los cuarentaicinco años. En el Merrior Square hay una escultura dedicada a su memoria.

Otra sala se centra en el siglo XX: el teatro Abbey y la obra literaria de SyngeThe Playboy of the Western World y de O'Casey –The Plough and the Stars.

También tiene un espacio James Joyce. Se dice de su obra Ulysses que descubre la ciudad de Dublín de una forma tan detallada en su que sería posible reconstruirla de nuevo. Joyce se exilió a las veintidós años y vivió en Trieste, Zúrich y París. Siempre llevó a Dublín en su corazón. Dijo que "el desperdicio de la vida está en el amor que no damos".

Rodeados de objetos personales, libros y cartas, se deslizan O'Connor y Liam O'Flaherty y poetas como Kavanagh, de quien se dice que frotaba sus zapatos con excrementos de vaca para recordar su origen campesino. Cuando publicó Un alma en venta, añadió con su puño y letra lo que había sido censurado en la imprenta.

Está presente Samuel Beckett con su famosa obra Esperando a Godot, cuyo referente nadie sabe muy bien quién es. –¿Será Dios? ¿Quizá la Rue Gondeau de París? ¿Un aviador que le proporcionó un vuelo complicado a través del canal de la Mancha?– Nunca hizo comentarios al respecto.

De Brendan Behan se expone una máquina de escribir que dicen que él tiró por la ventana. También se le atribuyen las frases "Me habéis juzgado en mi ausencia. Me habéis condenado a muerte en mi ausencia. Podéis fusilarme en mi ausencia".

Oliver Goldsmith tiene su representación con El pueblo desierto. Leo un fragmento:

Pueblo plácido, el más delicioso de la llanura. Tus juegos han desaparecido. Sobre tus bosques pesa una mano titánica. Un solo amo te usurpa por completo. Temblando y retrocediendo ante el expolio tus hijos abandonan el país y se marchan muy lejos. Los ricos se reparten una tierra sin vallas.

Me comentan una anécdota de Oliver Dogharthy, poeta, escritor y médico irlandés:

En la guerra civil de 1922 fue hecho prisionero y ubicado en una casa-prisión a orillas del río Liffey, que atraviesa Dublín. Pidió autorización a sus guardianes para hacer sus necesidades naturales y decidió lanzarse al río. Era un día de diciembre con aguas heladas y una lluvia de balas le acompañó durante su huida. En aquellos momentos vitales le prometió al río Liffey que si lo salvaba le regalaría una pareja de cisnes blancos.

James Joyce estuvo presente en el acto de entrega de los cisnes al río Liffey.

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