José Martín-Retortillo

¿Los Monegros suben?

06 de Septiembre de 2022
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Hay una pregunta del mayor interés territorial en el Alto Aragón. A saber, si el Pirineo crece o mengua, y por el contrario, comprimiendo el Somontano, la tierra intermedia de piedemonte, los Monegros crecen y avanzan, o menguan gracias al empuje de los regadíos que ya van teniendo sus años y su experiencia.

No habrá que olvidar que la presencia de los mares es lejana. No llega lo que llaman “la marinada”, ni el Cantábrico al oeste influye mucho, pero hace el paisaje más fresco en el territorio ansotano que los montes y tierras de Sobrarbe o de Ribagorza. Ni el Mediterráneo aporta demasiado por su lejanía, donde los nombres de garrigas, coscojares y demás secarrales, estepas y desiertos dan la nota de un paisaje seco, duro y poco amable para la vida.

Que los Monegros crezcan no es una buena noticia, sí lo es que vaya mejorando el paisaje gracias a los regadíos y a las acciones de colonización, como la reforestación de colinas que antaño se vino haciendo, refrescando en buena medida el paisaje y el territorio.

Francia tuvo desde el colbertismo, de su ministro Colbert, siguieron épocas brillantes de ilustración con acciones importantes de reforestación, convirtiendo al país vecino en un importante país forestal. La reforestación de las Landas es un ejemplo. Gustan los bodegueros de prestigio en España contar donde crían y reposan sus vinos, y el nombre de las barricas de “roble francés” aparece siempre con cierto orgullo. Dedicar una ínfima cantidad de superficie de las grandes fincas, con todas las rebajas y ayudas posibles, fue algo que hicieron.

Como creo en la humildad de la gestión, bastaría que los pueblos, las asociaciones vecinales y las comunidades de regantes, por no decir las cámaras agrícolas locales, lamentablemente desaparecidas, plantaran cada año y cada una, cincuenta árboles, para que al cabo de veinte años, apareciera una renovación de los paisajes loable y digna de ver. Ahora no se hacen repoblaciones forestales como en los tiempos de la Colonización y su Instituto. Con optimismo ya iremos aprendiendo, no tocará otra cosa. Ahora los árboles los plantan los pájaros.

Tiempo habrá de meditar y de dialogar sobre el azote de los incendios y de sus desoladoras consecuencias en el medio físico del territorio nacional. Es un asunto de la mayor gravedad y de notable interés. Curiosamente hay un extraño silencio en la clase política tan dada a la parla y a la fácil explicación, siempre habitante de entornos capitalinos y urbanos, con el correlativo desconocimiento del medio rural y natural, que está vacío o crecientemente despoblado.

De Huesca para abajo, un territorio magnífico, los Monegros, hilvanados por el agua. Los hay que se riegan y los que no, y los hay de Huesca y de Zaragoza, pero el territorio tiene siempre su continuidad. Y el secano y la estepa son grandes superficies, enormes extensiones que llegan hasta el Ebro. Recuérdese que la margen derecha del Ebro, también tiene sus zonas áridas y desérticas.

Uno ha mojado su cabellera y su calva con agua del Ebro, sin salir de la provincia. Allí donde se ubicaba la llamada península de La Magdalena, en mitad del cauce del Ebro, donde quedan ahora las ruinas del viejo edificio al que llevaban a las chicas que sospechaban que eran “malas”.

Quiero resaltar a la vez dos aspectos del territorio, por un lado su enorme belleza en su extensión. Decía Claude Monet que la belleza se lleva en la mente, y es ésta la que descubre el paisaje. No a la inversa. Por otro lado, junto a la belleza, su desconocimiento, su infravaloracion. Ya cambia, gracias al agua, el paisaje entre Zaragoza y Lérida, en varios puntos del recorrido. Toca descubrir los Monegros y que crezca su belleza, no su extensión.

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