Antonio Naval

Más sobre el patrimonio artístico de la Diócesis y su gestión

19 de Noviembre de 2023
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Los ritos se hacen siguiendo un manual y se repiten tantas cuantas veces sean necesarias. Las cuentas anuales de la Administración diocesana tienen bastante de rituales. Dicen cada año lo que quieren decir y no dicen todo lo que deberían decir. Algo tan relevante como son alrededor de 420 edificios no tienen la pormenorización que tan preocupante capítulo merece.

La endogamia es uno de los predicamentos  de las instituciones de este país. En la universidad  ha sido su perdición,  resultando ahora  muy difícilmente remediable. Su empobrecimiento intelectual y profesional es de vergüenza ajena. Desde hace décadas sufre la misma tara la institución eclesiástica, el clero. Hubo una época en que los curas de pueblo enviaban al seminario a los niños más aventajados de la localidad. Ahora, los curas  que quedan de aquella hornada  son muy mayores, después de haber sido  desaprovechados y quemados intelectualmente. Para general desánimo, en consecuencia, se ha llegado a la desconcertante situación en que algún cura que no ofrece más nivel que para ser maestro rural llega a ser rector del seminario sin preparación específica, experiencia ni ideas. Lo previsible era  que lo hundiera. Como es usual, con la prepotencia que tal relevancia inocula se intenta diluir  la ignorancia manifiesta para cualquier función, eso sí, deseándolas todas. Así es como un segundón en el organigrama del obispado local, por los mismos parámetros, ha llegado a  suprimir la Delegación del Patrimonio (con ostentosa ignorancia sobre su problemática) transformándola en algo tan chungo  y estrambótico como es una Delegación de Patrimonio Cultural y Peregrinaciones (vea usted lo que se entiende por peregrinaciones), en esta ocasión encomendado al cura de Ayerbe.

En este momento, en la demarcación diocesana, hay  en la calle al menos en  dos pueblos otras tantas pilas bautismales medievales; tablas de la Baja Edad Media continúan relegadas en pueblo donde solo hay habitantes en vacaciones,  lienzos de destacada factura barroca que merecen sala de museo están abandonados en iglesia que va derrumbándose rasgándolos progresivamente; la ermita de las Mártires, en Huesca, está en tan grave peligro de ruina que no se  permite la entrada ni para Santa Águeda. Su derrumbe arrastraría piezas valiosas y destacadas artísticamente y, entre ellas, el Cristo medieval; obras de buena pintura procedente de la Desamortización de los conventos de la ciudad están almacenadas en húmeda bodega del Museo Diocesano, sin condiciones, cuando es de elemental conocimiento profesional que estos almacenes tiene que ofrecer  las mismas condiciones  de conservación  que las salas de un museo.

Después de entretener al público diciéndole durante años  que cuando acabara el conflicto de Barbastro-Lérida se gestionaría la recuperación del frontal de Berbegal, ni se informa,  ni se gestiona, ni se contesta a los interesados. A eso hay que añadir que no solo no se han protegido los destacados restos visigodos del Entorno de la Catedral, entre otras singularidades  de este privilegiado solar, sino que los suelos han sido revueltos y debilitados con excavaciones aleatorias, llevadas con más voluntarismo que profesionalidad, degradando y deteriorado, en consecuencia, ese Entorno. Todo esto a manera de muestreo de un más amplio elenco, que patentiza desconcierto, desidia y abandono, y que algún día habrá que difundir para evitar más desastres,  si se llega a tiempo. Con tales constataciones ¿cómo va a merecer una mención y atención la pesada carga de varios cientos de edificios del Patrimonio, no pocos de relevancia arquitectónica?

El Patrimonio creado y mantenido por el clero histórico lo es de la sociedad, de los ciudadanos, y está en acelerado proceso de degradación y pérdida. Urge, como ya propuse, crear, formar un órgano de gestión, llámese fundación, consorcio,  patronato, plataforma, ONG… o lo que sea, que  afronte la prevista y anunciada pérdida y supla, por desinterés y abandono, falta de iniciativa e ideas, la deficiente y mala gestión. Como consecuencia de la ignorancia e incuria, realidades como las del Museo Diocesano, si no han sido suprimidas no ha sido por falta de deseo, al menos cuando era deficitario.

Este órgano de nueva creación exclusivo para el Patrimonio religioso, que como dije en su día, en funcionamiento tiene que ser similar a Cáritas, no puede ser independiente del Obispado por ineludible regulación canónica, pero debe gozar, al menos, de la autonomía que tiene Cáritas. En este momento dado que el obispado no tiene curas ni para atender a una estructura que ni se quiere ni se sabe reformar, tiene que ser llevada por laicos, como Cáritas, con conocimiento del tema, sensibilidad y voluntad de salvarlo. Dada su complejidad  debe pensarse en letrados, economistas y gestores de empresas y, por supuesto, en expertos en Arte e Historia. Estos no pueden ser meros diletantes que  encubran con veleidades y antojos la carencia de profesionalidad que eso implica.

La colaboración  del 19 de octubre  del pasado año que  publiqué en este Diario de Huesca, para mi sorpresa, además de la actualidad que todavía tiene en este periódico,  ha tenido varias  miles de visitas en mi pagina web, página que no es temática sino personal, sin las pretensiones de los que usan las redes sociales para inflar estadísticas y creerse influyentes. Quiere decir que tal propuesta entonces hecha y ahora reiterada sobrepasa en mucho el nivel local. Lo paradójico y desalentador es que siendo el problema de la  mayor parte de diócesis españolas, sobre todo las pequeñas, el tema y la propuesta de solución no pase de ser  una reiterada y persistente curiosidad, sin atisbo de hacerla efectiva y solucionar otro de los graves problemas de la Iglesia Española. No puede diferirse más en la Diócesis de Huesca.

Como repito siempre que puedo, la amenaza de otra Desamortización, tal cual, o encubierta, es cada día más latente. Luego vendrá el lamento de no haber actuado a tiempo como sucede con otros graves problemas de la institución eclesial, de los que se prefirió ignorarlos y ocultarlos

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