Pablo Hernánz

Nadar en "la ambulancia"

Periodista y estratega en comunicación
25 de Julio de 2022
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Lo que agobia cuando te cruzas con una ambulancia por la carretera y sospechas que acude rápido a un accidente no es el accidente en sí. Sino que empiezas a preguntarte el tiempo que va a tardar en hacer el camino de vuelta. Internarse en la ciudad, entre semáforos y tráfico para aparecer en urgencias. Ese dolor del herido, esas ganas de dormir que le entran al personal cuando quiere abandonarse en la tragedia y los que saben no se les dejan conciliar el sueño. Una ambulancia es creer que no te vas a morir.

La sanidad en el medio rural no es un tema de infecciones ni de recetas. Es un asunto de confianza. Es pensar que si te saca los sesos una mula de una coz, vas a ver las luces de una UVI móvil antes que la estola del cura párroco. Vivimos preparados siempre para morir, aunque nos pille de sorpresa. Pero no para pensar que nos estamos muriendo.

La sanidad no es un hospital, un laboratorio, ni una farmacia en medio del campo. Es el carromato del barbero recorriendo los caminos del siglo XXI. Es una sirena, unas luces y unos tipos que salen de allí con un chaleco de fontanero del que sacan un fonendo para escucharte la respiración asustada.

Soportamos las colas en urgencias. Soportamos las listas de espera. Religiosamente. Para suerte y regocijo de nuestro presidente, tan anunciador, tan recortador y tan escondidito con esto.

Seguro que le han contado que una ambulancia por comarca es un derroche. Si una UVI móvil todo el día activa en una comarca es un derroche, queremos ese derroche. Queremos seguir nadando “en la ambulancia” de nuestra propia tranquilidad. Lo contrario es vaciarnos.

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