La confirmación oficial del reconocimiento para la Denominación de Origen Protegida Aceite del Somontano es un éxito de quienes tanto han trabajado y hemos colaborado, desde hace muchos años, por esta distinción, pero es también un impulso a un sueño y esperanza mucho más amplios que, aplicados de una vez en programa, proyecto y plan, deben avanzar y suponen una oportunidad histórica.
Nadie es ajeno a la relevancia que ha alcanzado la agroalimentación, en todos los aspectos: desde la exigencia de calidad y sostenibilidad, así como su condición saludable, a su incidencia en otros sectores y ámbitos, con indudable potencial para generar desarrollo, empleo, vida, futuro... aquí.
Todo ello tiene como vanguardia a las denominaciones de origen que, en esta zona, ya son del vino y del aceite y tendrá que ser (¡será!) del Tomate Rosa, sin descartar nuevas opciones en torno a los productos que abanderan el territorio, gracias al esfuerzo de agricultores y ganaderos, de autónomos, cooperativas, sociedades agrarias de transformación y empresas: desde el queso y los lácteos, al porcino, el ternasco ya reconocido, la trufa, la miel, la huerta, la fruta...
Sin embargo, esta diversidad y calidad alcanza mucho más allá que el actual cultivo, transformación, comercialización... de por sí tan importantes. Estas realidades se unen a líneas de acción ya consolidadas, que siguen prosperando, como la gastronomía y hostelería, el turismo en general y en particular: el ejemplo del enoturismo es evidente.
No nos limitemos a esa valoración que ya es alta. Consideremos que estas producciones nacen de la misma tierra, del emprendimiento y trabajo local, en muchos pueblos, creando posibilidades no solo frente a la despoblación, sino también de merecido protagonismo del medio rural. Hunden sus raíces en siglos de tradición que constituye una herencia y cultura milenarias e imprescindibles, que preservar. Generan identidad, orgullo, autoestima que son potentes motores de empuje hacia el porvenir. Garantizan su pervivencia porque incrementan la rentabilidad y es una actividad que no se deslocaliza. Constituyen una promoción con nombre propio geográfico y una buena imagen de alto valor añadido, capaces de atraer más e inversiones (¡industria!) y de promover nuevos horizontes hacia la venta y exportación en extensos mercados o también directa y local.
Desde hace tiempo, con esta visión, se ha propuesto iniciativas, públicas y privadas, en torno a la agroindustria, como el polígono agroindustrial y hortofrutícola en Barbastro, como la evolución de la capital del Somontano hacia una ciudad agroalimentaria, como el eje logístico e industrial Somontano-Cinca Medio-La Litera, como la oferta de más y mejor formación especializada a la juventud en estos sectores, entre otras aspiraciones que abarcan a varias comarcas y a decenas de miles de aragoneses, con perspectivas inestimables de progreso y éxito personal, familiar y colectivo. Se han dado y consolidado inversiones, como fueron las bodegas o ahora en La Litera, que confirman estos ejes.
Es posible más, hace falta más, porque esta oportunidad histórica se presenta ante nosotros y todos, personas y entidades, estamos llamados a apoyar, creando las condiciones de aprovecharla y consolidar y multiplicar una alternativa de presente y futuro, beneficiosa para esta tierra y estas gentes, ahora y para las próximas generaciones.